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De la Diana a la loba capitolina: la historia de las estatuas sobre la Gran Vía de Madrid

Esculturas de Atlas, la loba capitolina y la Diana cazadora apuntando al fénix

Diego Casado

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Uno de los placeres de pasear por las grandes ciudades es el de mirar hacia sus cielos, coronados por todo tipo de elementos. En Madrid es especialmente fructífero hacerlo por la Gran Vía, una avenida creada hace un centenar de años y decorada por varias esculturas en algunos edificios emblemáticos.

Hacerlo ahora tiene más alicientes: durante 40 años, sus tejados permanecieron sin cambios, con las mismas estatuas vigilantes durante décadas. Pero hace cuatro años comenzó un pequeño baile que ha hecho cambiar ligeramente el perfil de la principal arteria del centro.

La primera de las recién llegadas apareció en 2017: fue la estatua de Diana cazadora y sus perros, que abrió la puerta a varias incorporaciones mezcladas con las que llevan décadas allí. En este artículo repasamos todas las existentes:

Loba capitolina

Gran Vía 18. Ha sido la última en ser colocada, aunque su historia viene de mucho antes, cuando coronaba el antiguo Hotel Roma. Representa la loba que según la leyenda fue la madre legendaria de la ciudad de Roma al amamantar y cuidar a Rómulo y Remo.

La escultura original de bronce fue colocada entre 1915 (la fecha que marca en su peana, en números romanos) y 1920 en este edificio que albergaba un establecimiento situado antes de la apertura de la Gran Vía en la calle Caballero de Gracia.

El lugar ha sufrido numerosas reformas a lo largo de su historia, que le despojaron de sus decoraciones originales: después de la Guerra Civil se convirtió en el Banco Ibérico y luego (en 2001) albergó la Consejería de Justicia de la Comunidad de Madrid. Ahora, con la apertura de un centro comercial, de diversas marcas, recupera la escultura original junto al cruce al cruce con la calle Clavel.

Diana cazadora

Gran Vía 31. Una esbelta estatua de la diosa griega de 900 kilos de resina de vinilester y polvo de bronce tensa su arco, mientras una jauría de perros le ayudan en la caza. La escultura se colocó en el año 2017 y es obra de Navitidad Sánchez, una jienense residente en Madrid, que desarrolló el proyecto en una escuela de Malasaña.

Entre los secretos que rodean este grupo escultórico -contratado por el hotel Hyatt, sobre el que se encuentra anclado- están los de que la modelo para la diosa fue una de las hijas de Natividad y para los perros se tomó la imagen de un braco americano llamado Checo. Y una bonita historia mitológica que contamos más adelante, cuando hablemos de lo que tiene enfrente.

Por si fuera poco, la escultura se completa en el suelo, con un guiño que colocó el Ayuntamiento de Madrid en la acera de enfrente, durante la reforma de la Gran Vía: en las baldosas frente al Primark aparecen varias flechas caídas en el suelo, procedentes del arco de Diana. Son una especie de marcas de cantería que el área de Obras ha distribuido también en otros puntos de Madrid.

Atlas

Gran Vía 21. El titán de la mitología griega, condenado por Zeus a sostener el peso del cielo durante toda la eternidad, es otro de los nuevos invitados a la Gran Vía. Llegó en el año 2019, después de una reforma del hotel NH Collection. Sus responsables querían colocar algún elemento distintivo para el inmueble pero, al encontrarse en un entorno protegido, no se podían añadir carteles de ningún tipo a sus partes altas. Pero sí una escultura, a imitación del resto de las presentes en la Gran Vía.

Fue entonces cuando se encargó la estatua al estudio Future Arquitecturas, a quien se pidió que tuviera relación con la hospitalidad que representa la marca. La obra la fabricó Corpórea Escultura.

¿Qué tiene que ver Atlas con un hotel? Cuenta un texto de Ovidio que Perseo, el semidiós hijo de Zeus, pidió una vez alojamiento al titán en uno de sus viajes, cosa que este le negó al recordar una profecía que le auguraba malos presagios provenientes de un descendiente del rey del Olimpo. Contrariado, Perseo sacó la cabeza de medusa y se la mostró a Atlas para convertirlo en piedra. El coloso era de tal tamaño, que se transformó en la cordillera africana que lleva su mismo nombre.

“Una alegoría presente en este edificio que nos recuerda que debemos cobijar a quienes solicitan alojamiento”, reza un cartel colocado cerca de la escultura de la Gran Vía y del acceso a su terraza, con la que el hotel NH enlaza la leyenda con la obra creada.

El romano

Gran Vía 60. También conocido como El coloso o El atlante, corona desde 1932 el antiguo edificio de viviendas y sede del Banco Hispano de la Edificación con sus 7,6 metros de altura. Fue creado por Victorio Macho, uno de los escultores del art decó nacional, con una imagen solemne que sostiene una casa sobre su cabeza, símbolo del trabajo y del ahorro.

Su posición con respecto al sol le añade un cierto aire de misticismo, ya que cada inicio de primavera sus rayos inciden de forma especial a través de la vivienda que corona la escultura desnuda, solo vestida ligeramente con una capa blanca de ribetes.

El fénix

Gran Vía 68. Madrid cuenta con varias esculturas del ave fénix, que fueron colocadas en diferentes épocas adornando los tejados de los edificios propiedad de la compañía aseguradora La Unión y el Fénix. El de este edificio situado cerca de Plaza España data de una reforma de 1995 a cargo del arquitecto José María Díaz Plaja, que añadió la cúpula negra al inmueble, coronada por la citada escultura.

La aseguradora quería con estas esculturas dotar de una imagen corporativa reconocible a sus edificios, y para ello utilizó la figura del ave inmortal, que renace de sus cenizas, junto a la figura de Ganímedes, un príncipe de la mitología griega al que Zeus raptó con un águila para convertirlo en su amante. El conjunto original fue creado por el escultor Mariano Benlliure.

El otro fénix

Gran Vía 32. Otra estatua de Ganímedes y el fénix se alza en la mitad de la avenida. Esta tiene una curiosidad: que establece diálogo (sin quererlo) con la Diana que tiene enfrente, colocada posteriormente y a la que se le atribuyó una relación pasional con Ganímedes.

Fue la autora de la nueva escultura, Natividad Sánchez, la que imaginó esta nueva mitología para la Gran Vía: “Diana intenta clavar una flecha al fénix que lleva en su lomo a Endimión, un joven pastor que ella visitaba a escondidas cada noche, al bajar de la Luna. Su amor prohibido -Diana debía ser casta- llegó hasta oídos de su padre, Zeus, quien envió al ave fénix para que secuestrara a Endimión y lo mantuviese oculto durante toda la eternidad. Pero el fénix necesita regenerarse una vez cada 400 años, y ese día es el que ha de aprovechar Diana -acompañada de sus fieles perros- para dar muerte al ave con su arco y recuperar así a su amado para toda la eternidad. La estatua de Gran Vía capta justo ese momento, el del lanzamiento de la flecha con el que salvará -¿o no?- a Endimión”.

Victoria alada

El tercer fénix de la Gran Vía estaba justo en el cruce de esta calle con Alcalá, pero la venta del inmueble propiedad de la aseguradora se llevó también su estatua, que fue sustituida por una victoria alada del arquitecto Federico Coullaut Valera.

La escultura fue encargada y colocada en los años setenta y representa a la diosa griega Niké, hija de Zeus. El momento de su instalación dejó instantáneas curiosas como esta imagen facilitada por Nuria Iniesta, sobrina del hijo del escultor, que fue publicada originalmente en el blog Descubriendo Mayrit.

Esta es la última -o la primera, según se mire- de las estatuas de esta avenida, que tienen continuidad saliendo de ella hacia Cibeles con la Minerva del Círculo de Bellas Artes, las cuádrigas situadas sobre la Consejería de Educación o los otros seres mitológicos distribuidos por La Castellana. Pero eso es otra historia.

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