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Historias del coronavirus: Música y un 82 cumpleaños feliz para Gloria en Casto de Plasencia

Al Vega (arriba) y Moses Rubin, en el balcón de abajo, coordinándose durante el concierto que regalaron a sus vecinos el 4 de abril | CAROLINA CÁRCAMO

Antonio Pérez

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Esta tarde, después de los ya habituales aplausos de las 20 horas, los habitantes de la calle Casto de Plasencia, asomados a sus balcones, entonarán un emotivo “cumpleaños feliz” dedicado a Gloria, una vecina que celebra su 82 aniversario.

Será el preludio de un nuevo concierto como el que ya se vivió hace unos días en la citada calle gracias a dos vecinos músicos y un hito más que habla bien de los lazos que este obligado confinamiento está creando entre personas que viven cerca, desde hace años en ocasiones, pero que sólo ahora se están conociendo.

“Lo del 'cumpleaños feliz' debería haber sido una sorpresa pero no queríamos correr el riesgo de que Gloria se emocionara en exceso y hemos preferido avisarla”, comenta Al Vega, ideólogo de esta acción y uno de los músicos de Casto de Plasencia a los que hemos hecho referencia.

Al sabía que su vecino de un piso más abajo tocaba la guitarra y así propuso a Moses Rubin, músico profesional, tocar algo juntos el sábado 4 de abril. Más de una hora de música después, con un repertorio improvisado lleno de clásicos del rock, toda esta pequeña y estrecha calle quedó unida de una forma muy especial.

Al lleva 20 años viviendo en Casto de Plasencia pero ha sido sólo gracias a este estado de alarma en el que estamos que ha podido poner nombre a muchos de sus vecinos, a los que ha ido conociendo mediante esa cita diaria y real con el mundo exterior en la que se ha convertido el aplauso en los balcones durante la cuarentena.

Por su parte, Moses, quien vive en Malasaña desde hace dos años y medio, si bien lleva toda la vida tocando por el barrio, afirma que antes de todo esto sólo conocía a Al de saludarlo por los pasillos y que aunque nunca habían tocado juntos a los vecinos de Casto de Plasencia debió de gustarles la improvisación que armaron el pasado fin de semana porque no paraban de pedir que continuaran tocando temas.

“La gente de esta calle es muy animada y muchos comentaban que la actuación que hicimos el otro día, y que repetiremos hoy con un repertorio algo más consensuado, era lo mejor que les había pasado en toda esta cuarentena”, cuenta, antes de indicar que por lo estrecho de esta vía el ambiente que se respira en ella es parecido al de una antigua corrala.

Algo de la magia de aquella jornada musical improvisada quedó captada en la fotografía que ilustra este artículo, tomada por Carolina Cárcamo, y en los vídeos de otro vecino, Diego Pérez.

Carolina, colombiana de origen, lleva dos años en Casto de Plasencia y tampoco conocía a sus vecinos, pero el concierto improvisado que decidieron dar Moses y Álvaro la empujaron a abrir sus ventanas a la música y a conectar con las personas que vivían cerca. La fotografía que realizó aquel día habla claramente de lo que está pasando en este tiempo de coronavirus tanto en su calle como en tantas otras de Madrid.

“Salir y cantar ha generado un acercamiento mayor entre los vecinos. Ahora nos sentimos próximos, estamos pendientes de saludarnos a la hora de los aplausos, nos preguntamos cómo nos encontramos y nos regalamos una sonrisa. Espero compartir muchos ratos con todos ellos con cada día de aplausos y, muy especialmente, cuando haya música”.

Muy en consonancia con lo que dice su vecina, Diego afirma que en Casto de Plasencia el confinamiento y el conocimiento entre vecinos a través de los balcones ha creado un ambiente “mágico para los momentos que vivimos”.

“Ha surgido un afecto curioso”, asegura este gaditano que lleva cinco años viviendo en su actual piso -en Malasaña desde 2005- y que sólo ahora ha descubierto que en el edificio de enfrente, a su misma altura, vive una persona de su mismo pueblo, mientras que una planta más arriba hay otra de un pueblo vecino.

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