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Comida reconfortante en Roll Madrid

Fingers de Bacalao con salsa remoulade_Malasaña a mordiscos_Roll Madrid

Malasaña a Mordiscos

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Mirando la web de Roll Madrid me gustó la presentación que hacían de este establecimiento sus dueños, Ryan (escritor de Chicago) y Claudia (actriz), y la explicación de cómo se quedaron prendados del local. Seguí leyendo y me fascinó el concepto de “comfort food”, el cual desconocía totalmente y que traduciría como “comida reconfortante”. Es esa comida que le hace a uno sentirse bien porque está vinculada a un recuerdo bonito, produce una nostalgia agradable. Dicha comida puede estar relacionada con la memoria colectiva (un plato tradicional de un área geográfica) o con la individual (algo que uno comía y le agradaba en una temporada feliz). Intenté pensar qué era para mí una “comida reconfortante” y me resultó extraño darme cuenta de que los croissants y el batido de chocolate bien frío (Cacaolat, antes el Cola-Cao) eran esos alimentos que me hacían sentirme bien; lo curioso es que, en realidad, no están vinculados a un buen recuerdo sino más bien lo contrario. ¿Querrá decir que soy masoquista o será una especie de venganza psicogastronómica? No entiendo nada. También pensé que hay música la cual, para mí, es reconfortante y tampoco está relacionada con momentos particularmente gratos (¿o es que la memoria me falla? También es posible). Una de esas músicas es este disco de Dire Straits, que habré escuchado mil veces, y lo relaciono con viajes en coche Norte-Sur. Aunque este grupo sea británico, me suena, en este álbum en particular, profundamente norteamericano, así que será el acompañamiento para nuestra visita gastronómica a Estados Unidos.

Este establecimiento, además de cenas y comidas, ofrece cócteles, brunch (que tiene muy buena pinta) y se propone, también, como workspace, “un lugar entre el curro y la casa”, donde trabajar en un ambiente agradable con una copa de vino que nos haga compañía sin dar charla, ¡realmente una oferta tentadora!

Los propietarios (dueños también del The Toast Cafe) demuestran tener un gran gusto al enamorarse del local en el que se encuentra el Roll Madrid. Tiene todas las características de un café antiguo: suelo de cuadrícula de mármol blanco y negro original, doble puerta de entrada de madera y cristal, columnas vistas, techos altos, escayola creando molduras en las paredes. Todo ello reformado con delicadeza y sensibilidad: iluminación indirecta y variada, velas, mesas simples de madera. Y la barra en la parte alta, presidiendo el local, a modo de altar, todo un acierto.

Y una amplia selección de preciosas fotos en blanco y negro, enmarcadas de forma sencilla pero efectiva. Dichas fotografías le dan un toque de carácter especial, que nos dice que aquí no han venido unos interioristas y han creado todo al gusto del momento.

Allá vamos. Pedimos jarra de agua, nos la traen; costumbre muy estadounidense y francamente agradable esa de dar el agua gratis y promocionar el no uso de botellas de agua. En casi todos los establecimientos de EE. UU. te dan el agua gratis y, en Yellowstone, donde podrían forrarse vendiendo el agua en verano, por temas ecológicos tienen dispensadores de agua helada en todos los centros de visitantes en los cuales también se venden botellas de una filial de Coca Cola, la cual estaba que trinaba con esa iniciativa, ¡qué curioso es todo! Para beber tienen, además de vinos, una amplia selección de cervezas. Como, creo, ya os comenté a mí no me gusta particularmente la cerveza típica (la caña) y sí las más artesanales. No sigo la moda, siempre me ha gustado la cerveza turbia, no excesivamente amarga y poco gaseosa y, hasta hace poco tiempo, eso solo se conseguía, por aquí cerca, en Europa Central. La fiebre “cervecero-artesanal” que invade España por momentos es muy reciente, ¿unos 6 años o menos? M. se deja aconsejar por el encargado, un dublinés encantador, que le recomienda una Henares (Cobre) (4,40 €) y yo le pido una cerveza negra, tras preguntarle sus características, una Anchor Porter (5,00 €). Mi cerveza viene de San Francisco y es estilo Porter, es decir, malteada y amarga. A mí me gusta particularmente la cerveza negra porque siempre me sorprende algún matiz achocolatado, y esta lo tiene, y su textura muchas veces densa, esta no lo es tanto como una Guinness. Me gusta mucho, posee el punto de amargo perfecto, no muy marcado. La denominación de estilo “porter” deriva de que este tipo de cerveza negra es la que más gustaba a los porters, es decir, los portadores de los mercados de abastos en Londres (debo ser descendiente de uno de ellos, ahora empiezo a entender algunas cosas).

La de M. es estilo American Pale Ale, profundamente aromática, densa, cítrica, muy especial. Pero a M. no le gusta demasiado, es más de caña, así que pide un doble de Warsteiner  (4 €), pilsener típica. Acabo bebiendo yo mi cerveza y la suya, ambas muy diferentes, ambas realmente recomendables.

Para compartir elegimos fingers de bacalao con salsa remouladefingersremoulade (10 €), ¡deliciosos! El rebozado creo que era una mezcla de harina fina de maíz y harina de trigo, excelente, muy crujiente y nada grasiento. El bacalao (fresco) se deshacía en perfectas “lascas” de sabor suave y delicado. De acompañamiento, salsa remoulade, de la cual hablo en esta entrada sobre Gumbo. La salsa original, francesa, está realizada con mayonesa y mostaza, en EE. UU. le añaden kétchup, y la condimentan con diversas especias, en este caso tenía un sabroso toque picante. Todo apetitoso y bien elaborado.

Yo elijo una Chicago style sausage con pimientos y polentaChicago style sausage (14,00 €). No soy muy dada a las salchichas, es más soy muy poco dada a ellas, pero viendo que era de Chicago y sabiendo que el propietario viene de esa ciudad, quise probar su comfort food. Y ¡bien! La polenta era muy suave, el grano de sémola casi no se notaba y creo que la habían cocinado con leche: delicada y de textura muy ligera. La salchicha en su punto de cocción con su toque de parrilla externo y en su interior, sorpresa, hinojo, el cual le aporta a la carne un matiz fresco y muy aromático, ¡rica rica! Para acompañar, unos pimientos agridulces en tiritas, deliciosos y, a un lado, creo que llevaba un poco de salsa sriracha, una salsa Thai a base de chile (pimiento picante), ajo, vinagre, azúcar y sal que está muy de moda y tiene sus motivos: es realmente sabrosa y en EE. UU. está muy difundido su uso. Así que todo un acierto la comfort food del propietario. Y sí, los que veis en una esquinita son los Humberts Boys que me dicen que aborrecen la comida estadounidense. Yo les digo que no deberían vivir a base de tópicos, EE. UU. es muy grande. Me dicen que la fast food es lo peor y allí todo el mundo come eso. Les comento que no es así, que en las grandes ciudades puedes encontrar cocina de todo tipo, con las raciones adecuadas, maravillosa e, incluso en los pueblos más recónditos, puedes tomar cocina tex-mex, china, italiana que no está nada mal; a ver si encuentras algo parecido en un pueblo recóndito de la España profunda. “No tienes ni idea de comer”, sentencia Humbert I con cara de asco. “Lo que tú digas”, respondo. Se va llevándose a rastras a Humbert II y dos trozos de pimiento que se le han enrollado en las patas.

M. tiene ganas de hamburguesa, así que elige una básica, la roll burguer con patatas fritas caseras roll burguer(9 €). Viene montada la hamburguesa con el pan y los condimentos (pepino, cebolla y tomate) al lado, además, en la mesa hay mostaza y kétchup. El pan es de tipo artesanal, ligero y suave, similar a un pan de leche, y de parte externa gustosa. La carne roja, de gusto no excesivamente intenso, está un poco pasada de punto (M. la había pedido al punto). Estaba buena, pero algo menos hecha hubiera estado mejor. Las patatas, caseras, como las del entrante, correctas.

Para finalizar, un brownie con manteca de cacahuete y helado de plátanobrownie (6 €). El helado de plátano, aunque de textura agradable (no llega al nivel italiano, pero está bien), sabe poco a plátano. El brownie tiene sabor marcado a chocolate y lleva trozos de frutos secos, está bien, no destacable.

Sí, este sitio merece una visita, para lo que te apetezca: brunch, cóctel, trabajar un rato con un vinito, cenar… El local está realmente bonito, los camareros son muy amables y la oferta gastronómica es diferente y atractiva. Para disfrutar de cocina y ambiente de gran ciudad estadounidense, con su mezcla de culturas, sus buenas raciones y su amabilidad. ¡Me gusta mucho!brunch

Al salir del local, no sé si fue la bebida o la autosugestión norteamericana, pero vi un cuadro de Hopper materializado en la Plaza de las Comendadoras… solo le falta algún ser taciturno.

Carles

Es cierto que esa imagen nocturna de la plaza de las Comendadoras tiene un aire "hopperiano" total . Como dices, sólo faltaría alguien sentado en los taburetes de la derecha, cigarrillo o similar en mano,

soledad urbana, mirada fija al infinito...y más allá.

Lu

Sí, solo falta eso, una persona sola con su cigarrillo, un café, un batido o similar y estamos en un cuadro de Hopper (por los colores en "Nighthawks").

A mí la soledad urbana me parece preciosa, estética y realmente, es bonito estar solo rodeado de gente. Entiendo que si esa soledad es deseada es muy agradable, en caso contrario no tanto.

Muchas gracias por comentar, Carles, ¡es un placer que visites este rincón de Internet!
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