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Urbanismo colaborativo en Madrid: el peligro del participacionismo

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Luis de la Cruz

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La semana pasada conocimos un escrito público firmado por diferentes profesionales del urbanismo y la participación que planteaba dudas acerca de los últimos procesos participativos para la reforma de espacios en la ciudad de Madrid. Se referían al proceso de la Plaza de España y, especialmente, al más reciente sobre la Remodelación de 11 plazas en la periferia de Madrid. Se trata de un texto crítico con el alcance y la metodología de los proyectos, aunque de marcado cariz constructivo.

Su aparición no sería especialmente reseñable –más allá de sus apreciaciones, que no es poco-, si no fuera porque dichos profesionales firman el documento en calidad de finalistas o ganadores de varios de los proyectos ganadores de la consulta para la reforma de la plazas.

No se trata de la única crítica que ha surgido desde dentro en los últimos meses. El pasado mes de noviembre el colectivo Todo por la praxis escribió dos textos en su web titulados ¿Imagina a costa de qué? (I y II), en los que partían de su propia experiencia como profesionales del urbanismo y mediadores para valorar críticamente el proyecto Imagina Madrid, el proceso participativo de los jardines del Arquitecto Ribera, dentro de Tándem, París-Madrid (en el que ellos mismos trabajaron) y, en definitiva, la actual generación de procesos participativos sobre la ciudad.

Estas críticas, que llegan del lado de los mediadores y urbanistas, vienen a sumarse a las de muchos agentes vecinales que han venido participando en los proyectos. El desencuentro tejido barrial-Ayuntamiento quedó escenificado pronto, cuando las organizaciones vecinales decidieron irse, dando un portazo, de las primeras reuniones para organizar la reforma de la Plaza de España. A su parecer, se partía de premisas que obviaban el diagnóstico de los vecinos para dar una pátina de legitimidad a un proyecto ya encaminado.

La idea de que los procesos son antes consultivos que participativos, e incluso insuficientes en esos términos, aparece allá donde pregunta este periódico. Un ejemplo cercano es el ya mencionado proceso para el diseño del mobiliario que había de usarse en los Jardines del Arquitecto Ribera para Tándem, un evento de hermanamiento con la ciudad de París. La mayoría de los agentes implicados coincidimos (Somos Malasaña participó en las reuniones) en que el proceso fue breve, muy dirigido e insuficientemente participado como para poder llamarlo colaborativo.

En cualquier caso, el nexo verdaderamente importante que el proyecto debía tener con el tejido ya existente en el barrio era el propósito, expresado desde el Ayuntamiento, de que las estructuras sirviesen para potenciar una red de instituciones públicas y asociaciones vecinales que pudieran autogestionar las nuevas infraestructuras, que permanecerán en el espacio durante 2018. Sin embargo, tras un primer conato de reunión post-Tándem abortado, nada se sabe acerca de este proceso.

Todo por la praxis lo expresaba de la siguiente manera:

Todo esto supone a su vez hinchar una burbuja de proyectos donde se generan muchas ilusiones a la ciudadanía y que en pocos meses serán abandonados o tendrán dificultades jurídicas, administrativas, económicas y de gestión para mantenerse en marcha. Lo que sí quedará de esos procesos serán preciosas fotos en catálogos que en sí mismos se convierten en archivos del fracaso en la mayoría de los casos. Entendemos que la obligación de generar resultados es algo consustancial a la lógica política, lo que nos preocupa es a costa de qué se hace.

¿Participación o participacionismo?

participacionismo

Pocas cosas hay tan el ADN de Ahora Madrid como la afirmación radical de la democracia y, de forma coherente con el marchamo, el Consitorio ha hecho de la participación uno de sus mascarones de proa, como demuestran la creación del Área de Participación Ciudadana, los Presupuestos Participativos o la consulta para la reforma de la Plaza de España.

En el caso concreto del urbanismo y la mejora de los barrios, son pocas las voces que no advierten de que se han abierto caminos que en ningún caso conviene desandar, pero también escasean las que no echan en falta la deliberación común y cara a cara:

Algunos procesos comenzados recientemente por el Ayuntamiento abren caminos para incorporar un número muy considerable de personas en la toma de decisiones. Sin embargo, hemos constatado que los procesos más ambiciosos, con mayor presupuesto y capacidad transformadora están basados en consultas masivas, de respuesta individual y desagregada, predominantemente digital y sobre opciones finalistas mal comunicadas.(Mejores procesos, mejores plazas)

Llegados a un punto de fetichización de la consulta y exigencia de resultados (eventos, conclusiones o fotos fijas), la carrera por el proceso nos puede llevar a abrazar el participacionismo, es decir, a que el proceso técnico sea lo importante y no los problemas reales de la ciudad que se pretendían subsanar. Paradójicamente, la imbricación con el tejido vecinal preexistente tiene un encaje más natural en procesos de reflexión-acción sobre el barrio a largo plazo, sin un final de proyecto en el horizonte. En opinión de un urbanista que ha participado también en diferentes procesos de participación (y que ha preferido que no demos su nombre real):

Las dinámicas de la participación y las del concurso no terminan de encajar siempre bien. En los parámetros habituales de un concurso público el anonimato es indispensable para eliminar las asimetrías de poder de los estudios, pero en una elección popular, en la que el jurado no es técnico por definición, dificulta la explicación directa de los proyectos y, sobre todo, impide que éste se confronte dialécticamente con los otros proyectos y con los electores. Es decir, ni se puede explicar ni se le puede discutir. Entonces, tenemos proyectos espectaculares en su forma pero crípticos, que no entran en dialéctica y que se pretende que se voten mayoritariamente a través de internet, o como mínimo individualmente ¿No es esto contradictorio con el concepto de participación vecinal, donde debería primar la reflexión compartida?

Esto puede explicar, en parte, que las últimas consultas hayan tenido un inusitado porcentaje de votos en blanco (entre el 18 y el 36% en diferentes consultas, según el texto Mejores procesos, mejores plazas).

De igual modo que sería injusto no valorar positivamente la tendencia participativa y el éxito de determinados proyectos, cabe advertir que el empecinamiento institucional por el participacionismo no es exclusivo del actual Ayuntamiento de Madrid. Algunos de los términos fetiche de estos procesos e todo el planeta son mapeado, prototipado y mediación. Necesitamos conseguir pasar, más a menudo, del mapa al territorio, de la maqueta a lo corpóreo y de la mediación a la acción. Para ello, son muchos los profesionales que piensan que no es prioritario hacer crecer cuantitativamente la participación a cualquier precio sino profundizar en la ella.

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