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Tom Graham, la letra británica de Malasaña

Tom Graham, colocando el cartel de Casa Baranda | RAQUEL ANGULO

Diego Casado

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Un rótulo se muestra reluciente desde hace unos días en la Corredera de San Pablo, aunque el ojo del visitante ocasional no logre identificarlo como novedad. Se trata de un cartel enorme, de unos seis metros de largo, con las letras de RUGHARA al estilo tradicional. Parece que pudiera tener cien años, pero salió del taller hace tres semanas.

El responsable de este rótulo y de parte de la recuperación de esta cartelería en el centro de Madrid es Tom Graham, un británico afincado en España que lleva 15 años años escribiendo a mano la letra de Malasaña, esa que se puede leer en pizarras con menús del día, en letreros y en cristales de decenas de locales del barrio. Quien quiera apreciar su trabajo solo tiene que pasearse por el barrio y fijarse en comercios como La Fiambrera, el Gorila, Casa Macareno, Tattoo Magic, The Passenger, El Mandil, La Maleta, Gumbo, Cafeína, El Saltón, Casa Baranda, Nest... la lista es larga.

“Estoy en una buena época, y el lettering también se encuentra en un buen momento en esta zona”, reconoce Tom durante una charla distendida con Somos Malasaña. En estos últimos años de actividad Tom ha visto cómo los locales van cambiando su imagen, basada en carteles en vinilo, por un tipo de decoración mucho más cuidada y más casera. La rotulación a mano es la última moda que exporta el barrio a otras zonas de Madrid, dentro de una tendencia general a la vuelta a lo antiguo, a una manera de hacer las cosas más tradicional.

Dedicarse a la rotulación no es sencillo. A Tom le viene casi en la genética: siempre estuvo rodeado de palabras desde que nació. Su abuelo escribía pintaba rótulos y su padre era diseñador gráfico. Así que pronto sintió curiosidad por aprender el oficio de lettering como aprendiz en el sur de Inglaterra. Hace 15 años se mudó a Madrid -su mujer es española- y se lanzó a decorar bares irlandeses por todo Madrid, un tipo de locales a los que no había que convencer que apostando por las pizarras y los carteles pintados a mano se vendía mucho más.

Luego llegó el gran salto a Malasaña, con decenas de encargos en los últimos tres años, cuando la producción de Tom se ha intensificado. Su trayectoría en estos últimos tiempos se podría resumir en dos grandes trabajos de cartelería al inicio y al final de este periodo. El primero podría ser el que todavía hoy impresiona a los que suben o bajan la calle Valverde: el dorado letrero del bar Corazón. Y uno de los últimos más llamativos es el de los cristales de plata y oro que reflejan el sol del atardecer en Bocadillo de jamón y champán, en la calle Pez.

100% hecho en Malasaña

100% hecho en Malasaña

La relación entre Tom y Malasaña no es casual, sino que se podría calificar de natural. “En este barrio tengo a mano todo lo que necesito para mi trabajo”, explica. Pocos productos manufacturados pueden presumir de haber sido elaborados en todo el proceso sin salir del centro de Madrid: la pintura y otras materias primas las compra en Riesgo, en la calle Desengaño; los cristales los encarga en Marqués de Santa Ana y los tablones en la calle de la Madera. Luego lo ensambla todo en su taller de la calle Tesoro y lo coloca en su emplazamiento final. “Cien por cien hecho en Malasaña”, presume.

Un rápido paseo con este experto en rotulación a mano sirve para comprobar cómo medio barrio lo conoce mientras va saludando a los que se cruzan con este británico de gran porte y aspecto afable. El trayecto también sirve para darse cuenta de que de sus pinceles ha salido buena parte de la estética antigua, cuidada, llamativa, que esta zona del centro de Madrid vende de cara al exterior. Cuando se lo comentamos a Tom no le da demasiada importancia. Incluso parece no haber caído hasta ahora en la influencia de sus letras -junto a las de Diego Apesteguia, el otro rotulador del barrio- sobre el aspecto general de Malasaña. “No pienso en ello, me centro en cada encargo, en cada cartel. La imagen de un local es lo que proyecta cada comercio al exterior, hay que tratarlo con mucha seriedad”, dice poniéndose grave.

Tom Graham es un artesano clásico. En Madrid se le conoce por su trabajo y no necesita ni siquiera página web para promocionarse ni para conseguir más clientes. Sus letreros en la calle son su mejor reclamo. Pese a ello le sugerimos crearse al menos un Facebook (Instagram ya tiene) para lucir sus excepcionales caligrafías. “Tengo que abrir algo en internet, seguro”, admite sin muchas prisas.

Quien quiera encontrarle puede hacerlo a diario en su móvil (686 065 321) o en su nuevo taller de la calle Tesoro (un gran cartel hecho por él mismo anuncia su estudio, bajando desde Juan Pujol), donde factura letreros, pizarras y cristales para encargos de toda España y donde se escribe -y probablemente se seguirá escribiendo, durante mucho tiempo- la letra de Malasaña.

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