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Todas las vidas del Palacio de Liria

Palacio de Liria, visto desde el Conde Duque | SOMOS MALASAÑA

Luis de la Cruz

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Y llegó el día. Este jueves, 19 de septiembre, se abre al público como museo el Palacio de Liria, después de que fueran anunciadas por la Fundación Casa de Alba el pasado mes de mayo las obras que se debían acometer a tal fin. Hasta el momento, las visitas –hecho obligado por la Ley de Patrimonio Histórico– eran muy restringidas y las listas de espera alcanzaban los dos años.

Quienes visiten el palacio (el más importante de Madrid después del Real) encontrarán un edificio de gusto neoclásico de primer orden, con obras de Goya, Zuloaga, El Greco, Ribera, Murillo, Fra Angelico, Perugino, Tiziano, Canaletto, Rembrandt, Rubens, Miró, Dalí, PicassoMarc Chagall. Podrán apreciar sus tapices, esculturas e imaginar la vida en la residencia palaciega de la mayor casa nobiliaria del país. Para enriquecer la experiencia de los visitantes, nos proponemos hoy dar contexto histórico a tan singular palacio.

El primer habitante del palacio fue el tercer Duque de Berwik, (la presencia de esta familia en España se debe a James Fitz-James, hijo ilegítimo de Jacobo II de Inglaterra, que recibió el ducado de Liria y Jérica después de su triunfo en la batalla de Almansa en 1707). En 1802 las casas de Alba y Berwik (Liria) se unen tras morir sin descendencia María del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, conocida por haber sido musa de Goya.

La construcción del Palacio de Liria

La construcción del Palacio de Liria

Hasta la primera mitad del siglo XVIII en Madrid las familias nobiliarias importantes habitaban casas principales, se trataba de grupos de viviendas donde residían las familias y su servicio, con una casa principal y otras accesorias, además de otras dependencias como las caballerizas, los almacenes, etc. La evolución de los gustos a partir del reinado de Carlos III lleva a que éstas vayan reformándose o siendo abandonadas por otras de nueva construcción que caminarán hacia el ideal del palacio, construcciones exentas con espacio libre a su alrededor, lo que chocaba con los condicionantes de un Madrid colmatado y constreñido por la valla fiscal que lo rodeaba, razón por la que, por ejemplo, el Palacio de Liria se construyó en los Altos de San Bernardino, fuera de los contornos de la ciudad, aunque pegado a ella.

Para poder llevar a cabo las obras, el Duque de Berwik tuvo que obtener el permiso municipal, ofreciendo al Ayuntamiento unos terrenos a cambio de otros en las calles de las Negras y de San Bernardino. A pesar de estar situado en los contornos de la ciudad consolidada de la época –si se permite el anacronismo urbanístico– hubo de derribarse las casas de don Pedro de Aragón para liberar el solar. El nuevo palacio, junto al barrio de los Afligidos, sería vecino del Cuartel de Reales Guardias de Corps y del Real Colegio Seminario de Nobles. Las posibilidades que daban la amplitud de espacios de su ubicación le permitieron sumarse a la moda europea de los jardines. Los primeros trabajos comenzaron hacia 1762 y es en 1773 cuando el palacio es encargado al arquitecto Ventura Rodríguez, a quien se suele atribuir la paternidad del conjunto a pesar de que fueron varios los arquitectos que intervinieron en su construcción.

El arquitecto que se hizo cargo de la reconstrucción del Palacio de Liria tras la Guerra Civil (prácticamente solo quedaban las fachadas) fue el inglés Edwin Luytens, que firmó los planos en 1942, poco antes de morir. La obra fue dirigida por el español Manuel Cabanyes.

La muerte de Eugenia de Montijo

La muerte de Eugenia de Montijo

Corría el año 1920 cuando el Palacio de Liria iba a ser testigo del último momento de Eugenia de Montijo, quien había sido emperatriz de Francia tras desposarse con Luis Napoleón Bonaparte, nombrado en 1852 emperador de los franceses (solo unos meses antes de su boda). Eugenia desempeñó la regencia del Segundo Imperio en tres ocasiones. Al finalizar la guerra franco-prusiana y finiquitado el Imperio en 1870, se estableció en Inglaterra y a la muerte de su marido tuvo diferentes residencias, en Biarritz, Hampshire y Córcega.

Por su relación con la casa de Alba (su hermana mayor, conocida como Paca de Alba, fue duquesa de la casa tras su matrimonio con Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia), se alojó frecuentemente en sus posesiones de Sevilla, Carabanchel y en el propio Palacio de Liria.

En 1920 viajó a España para operarse de cataratas. Estando en Liria y preparando su regreso a Inglaterra tras la operación, se encontró mal. Murió de un ataque de uremia el 11 de julio de 1920, a los 94 años. La familia de Alba conserva algunas de sus posesiones, como un retrato suyo pintado por Winterhalter, un Goya (La marquesa de Lazán), o un costurero.

«Obras salvadas de la barbarie fascista por el Partido Comunista»

«Obras salvadas de la barbarie fascista por el Partido Comunista»

Con la familia fuera del país, el Palacio de Liria fue incautado durante la guerra y abierto al público por milicias del Partido Comunista para que se admiraran sus obras de arte. Se organizaron actos culturales, como las conferencias de Rafael Alberti o María Teresa León, y visitas en grupo de milicianos.

El 17 de noviembre recibió una lluvia de bombas incendiarias. Pese a que el cuerpo de servicio de palacio y los milicianos presentes unieron fuerzas para intentar sofocar el incendio, las llamas conquistaron la estructura de madera del edificio. Se empezó entonces la evacuación de los enseres: el lujoso mobiliario fue sacado al jardín y los cuadros, que estaban ya embalados para ser salvados ante un eventual bombardeo, llevados a otros lugares.

Las obras de arte llegaron finalmente a dependencias del Museo del Prado y, posteriormente, viajaron junto con el resto del Tesoro Nacional a Valencia. En el mes de diciembre se hizo en la ciudad del Turia –capital de la República en esos momentos– una exposición en el claustro del antiguo Colegio del Patriarca de Valencia con parte de las obras, que llevó por título Exposición de obras salvadas del incendio del Palacio de Liria, de Madrid.

«¡Jardines de Liria públicos ya!»

«¡Jardines de Liria públicos ya!»

Durante los estertores del franquismo y la entrada en el periodo democrático, se vivirá un auge del movimiento vecinal sin parangón desde entonces. Los vecinos supieron unir las reivindicaciones políticas con las del derecho a la ciudad, reclamando barrios más habitables e igualitarios. En este contexto, la joven Asociación de Vecinos de Malasaña reivindicó la apertura pública de los Jardines de Liria para el barrio y la participación popular en su gestión.

En 1976 el diario El País llegó a publicar como factible la posibilidad, asegurando que la casa de Alba estaba dispuesta a negociar con los vecinos. Sin embargo, poco después, Alfonso Martínez de Irujo escribió en nombre de la familia al periódico para negar las informaciones.

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