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Tierno y Malasaña: amor a primera vista

En las fiestas del Dos de Mayo de 1979

Somos Malasaña

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“Aquí no se va a tirar ninguna casa más ni se va a proseguir con los expedientes de ruina. Pero os voy a pedir un favor: no me tiréis papeles al suelo y reprended a los que lo hagan”

Era Enrique Tierno Galván dirigiéndose a los vecinos de Malasaña durante las fiestas del Dos de Mayo de 1979. El alcalde acababa de hacerse con el puesto de rector de la ciudad y se acercaba en su coche particular a tomar unos churros con los madrileños, a la que se daba un baño de multitudes. Durante aquellos años la extrema derecha fue muy insistente en hacerse con el barrio y ese mismo día FE de las JONS había hecho en la plaza una convocatoria pública (desautorizada por Gobierno Civil) “por la unidad de España”. La presencia del Alcalde cobraba, pues, un simbolismo importante.

Con el primer Ayuntamiento de la democracia terminaría la pesadilla del Plan Malasaña, que hubiera acabado con el barrio tal y como lo conocemos, piqueta mediante. La lucha vecinal se interpuso entre los especuladores y el barrio, que dejaba por entonces de ser conocido como Maravillas para mudar la piel a Malasaña.

Aquel fue el primer contacto de un ligue tan extraño como los tiempos de la Transición, de calle promiscua, el del viejo profesor universitario con una juventud a la que, muchos dicen, no llegaba a entender. Sin embargo, matrimonio o maridaje, Tierno y La Movida fueron pareja.

Hoy, 19 de enero, hace treinta años ya que murió Enrique Tierno Galván, y mucha gente le sigue recordando en Malasaña. Los vecinos de más tiempo hablan bien de él y conviven con nosotros elementos –como la feria de la Cacharrería en Comendadoras o las reinterpretadas fiestas de San Antón- que hunden sus raíces en el mandato de Tierno. Su legado político admite, como el de cualquier servidor público, peros y alabanzas, pero el consenso sobre su persona como figurón de la historia reciente de Madrid es difícilmente rebatible.

Acabamos este recuerdo con uno de los famosos bando municipales –aquellos que empezaban con la fórmula Madrileños: y que tan famosos se hicieron en su época-. El bando del carnaval, que ya llama a las puertas de Madrid.

EL ALCALDE PRESIDENTE

DEL EXCELENTÍSIMO AYUNTAMIENTO DE MADRID



MADRILEÑOS:



Aun contradiciendo al filósol, en el segundo libro de las "Eticas",

hay que perder la vieja idea de que sea la mujer varón menguado.

Puede ser contradicha sin ambages ni rebozos, esta opinión con la

larga experiencia que enseña que vale la mujer tanto como el hombre

vale en cuanto atañe a las tacultades de la inteligencia. Es también

capacísima en los ejercicios que requieren esfuerzo y destreza física,

a lo que hay que añadir vivaz imaginativa y natural aversión a la

melancolía que hácela alegre y siempre dispuesta a cuanto requiere festivo

humor.



Por cuya razón el Alcalde cree que es en extremo conveniente dejar

en desuso y sin fuerza alguna los antiguos preceptos que juzgaban

contrario al femenil recato que fuesen las mujeres con el rostro cubierto

y el cuerpo aderezado con el disimulo de extrañas y a veces risibles

ropas, pues son tales las vecinas de Madrid, en cuanto a despiertas

y avisadas, que mucho tiene que temer y si el caso llega padecer el

varón que, ayudado por la maliciosa ignorancia, crea que con ocasión

del disfraz halas de torcer la voluntad contrariando su firmeza y casto

trato.



Pueden, pues, los madrileños, hombres y mujeres, de cualesquiera

edad, divertir la voluntad según su natural inclinación durante los ya

cercanos Carnavales, gozando de cuantos regocijos el Concejo desta

Coronada Villa, con generosidad, aunque sin derroche, ofrece.

Habrá, además, aquellas novedades que el ingenio de cada cual

provea, pues son de antiguo los vecinos üe esta Corte gente pródiga



en curiosos solaces e imprevistas invenciones en tiempos de Carnestolendas,

en los que cualquier travesura es propia, como fingir fantasmas,

pasear estafermos, menear tarascas, mover máquinas de cuantioso

ruido y aparato, además de deformarse el bulto del cuerpo y rostro

con fingidas jorobas, narices postizas, manos de mentira, grandes

dientes falsos y otras ocurrencias de mucha risa y común contentamiento,

que se acompañan de cantos, bailes, retozos y singulares cortejos

en que se hermanan el arte más fino con el mejor donaire y más

sutil y popular ingenio.



Pero advierte también, con amargura, el Alcalde de esta antigua

y noble Villa, que con harta frecuencia acaece que en los festejos públicos

que con ocasión del Carnaval se ofrecen, no faltan quienes con más

osadía que vergüenza, se dan a roces, tientos, tocamientos y sobos

a los que suelen ayudar con visajes, muecas, meneas y aspavientos

que van más allá de lo que es lícito y tolerable, particularmente cuando

con el desenfado propio del mucho atrevimiento hacen burla de

meritísimos hombres públicos, contrahaciendo su imagen, a la que

maltratan con vejigas y otros ridículos instrumentos, con daño grave

para el respeto y decoro de quienes ostentan públicas dignidades.

Encarecemos, por consiguiente, que se empleen estas y otras mañas

y habilidades en más prudentes quehaceres y honestos gozos, que no

dañen el crédito y reputación de Consejeros, Regidores, Alguaciles, Privados,

Ministros y otros cualesquiera de semejante lustre y pujos.

No es raro, por último, que en estas fiestas de Carnaval, no ya el

pueblo llano, por lo común sufrido, sino currutacos, boquirrubios, lindos

y pisaverdes, unidos a destrozonas, jayanes, bravos de germania,

propicios a la pelea y al destrozo, rompan sin razón bastante que,

a juicio de esta Alcaldía, lo justifique, enseres de uso público que el

Concejo cuida, como respaldares de bancos, papeleras, esportillas

y cubos de la basura, ayudándose de los más insólitos instrumentos,

cuya finalidad propia no es, mírese como se mire, la de quebrar

y destrozar



De la buena crianza del pueblo de Madrid se espera que sin dejar el

esparcimiento adulta y el juvenil retozo, contribuya a cortar abusos tan

censurables, obra de muy pocos, que desdora a muchos.

Téngase, pues, antes de que la Cuaresma llegue, dias de fiesta,

agalzara y abierta diversión, sin excesos, según conviene a pueblo tan

alegre, discreto y a la vez bullicioso como el de Madrid, de manera que

su comportamiento no venga a dar la razón a quienes en tristes tiempos

pasados suprimieron estas antiguas e inocentes fiestas.



Madrid, 9 de febrero de 1983.

ENRIQUE TIERNO GALVÁN.
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