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Sobre los espacios que se quedan vacíos y cómo llenarlos de vida

Edificio sin uso en el 3 de la calle Pez | SOMOS MALASAÑA

Pedro Bravo

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Si algo nos enseña este momento es que no hay que dar nada por aprendido y que lo único seguro es la incertidumbre. A pesar de ello, hay cosas que están pasando que nos dan pistas de otras que pueden pasar. El teletrabajo, por ejemplo y por fin, parece que viene para quedarse. No podrá ser en todos los sectores ni empresas, claro, pero seguro que es más de lo que imaginan los directivos que exigen sillas calientes y los propietarios que quieren exprimir la rentabilidad de su inversión.

La crisis sanitaria tiene carrete para largo. Eso significa que lo que hasta ahora ha sido excepcional va a empezar a ser costumbre. También, que las consecuencias económicas van a ser aún más profundas. Ya hay quien lo tiene claro: Fujitsu cerrará la mitad de sus oficinas en Japón antes de 2022; Pinterest ha pagado una millonada por cancelar el contrato de alquiler de su sede en San Francisco y mantener a su gente en casa para siempre; Twitter, en la misma ciudad, está buscando a alguien para subarrendar un edificio que quizá, ha dicho su presidente, no vuelvan a utilizar nunca.

Entre las empresas que mandarán a sus empleados a currar a casa, las que reducirán plantilla y costes y las que cerrarán —por no hablar de hoteles, locales comerciales y otros bienes inmuebles no residenciales—, nos vamos a encontrar con muchísimos espacios vacíos en ciudades y áreas metropolitanas. También en Madrid y también en su centro, redescubierto últimamente por las compañías que dan tarea a las clases creativas. Van a ser miles de metros cuadrados de nada en mitad del todo urbano, algo muy difícil de esquivar.

Es normal que la evolución social y económica deje abandonadas a su paso muchas construcciones. Lo vemos cuando viajamos por carreteras, sobre todo, secundarias: almacenes que ya no guardan cosa alguna, zonas industriales improductivas, restaurantes que no sirven. Lo vemos pero no nos paramos a pensar mucho en ello porque no nos paramos. Pero, ¿qué pasará cuando sea parte del paisaje habitual? Puede ser un problema pero también una oportunidad. Madrid, por hablar de lo nuestro, lleva años necesitando espacio para equipamientos de todo tipo y para vivienda asequible. Y va a necesitar más.

Es una pena que el debate político, en la ciudad y en el país, sea tan pobre y se dedique sólo a administrar el pasado y las estrategias electorales, no a gobernar el presente ni a preparar el futuro. Se demuestra tanto aquí, en el barrio, como en la televisión nacional. La cesión de la Casa del Cura, el uso del solar de Antonio Grilo y la alarma sobre la ocupación son ejemplo de todo esto. Muestran esa carencia de equipamiento y vivienda al mismo tiempo que reflejan la miopía de la política y los medios a la hora de afrontar los retos a los que nos enfrentamos.

La ciega defensa de la propiedad no sólo es una forma de negación de evidentes necesidades sociales, es un freno al progreso y la innovación. La cesión de espacios públicos para la gestión de organizaciones y colectivos y la negociación con propietarios de inmuebles para su conversión en residencias asequibles son habituales en sociedades más avanzadas. Y van a ser necesarias para lo que viene. ¿Qué vamos a hacer con todos esos edificios de oficinas vacíos con los que nos vamos a encontrar próximamente? ¿Los vamos a dejar abandonados a la espera de una decisión que tiene que ver con el beneficio individual y no con el colectivo? El derecho a la propiedad privada, ¿está por encima de los intereses sociales y económicos comunes?

Esto no es un llamamiento a la ocupación, sino un aviso de que existe la posibilidad de intermediación como forma de gestión política. Al final, que la gente tenga casa y que haya lugares en los que poder hacer cosas sin pagar una renta imposible no sólo son vías para lograr la inclusión, son también maneras de activar y dinamizar económicamente la sociedad. Todo es incierto ahora, sí, pero hay algo evidente: del agujero en el que estamos metiéndonos no vamos a salir dejando abandonados los espacios vacíos, sino llenándolos de vida.

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