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Sobre una tienda de discos que cierra y un apocalipsis urbano que se abre

Dos clientes en Radio City (los músicos John Stammers y Carwyn Ellis) mirando discos| RADIO CITY DISCOS

Pedro Bravo

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Cierra Radio City. Claro que no es noticia que baje la persiana una tienda de discos. De hecho, en el caso de ésta, la noticia fue que abriese en 2005 en un minúsculo local de la plaza de los Guardias de Corps que luego se movió a uno un poco menos pequeño en la calle Conde Duque. El milagro, con lo que caía ya entonces sobre la venta de música en soporte físico, es que haya durado catorce años.

Catorce años muy placenteros. Radio City ha sido —y es: hasta el 23 de noviembre está en modo liquidación total— un rincón para el buen gusto que ya se dejaba apreciar desde su nombre, homenaje al clásico de Big Star. En este tiempo, Jesús ha seleccionado con un criterio único (el suyo) cada uno de los discos que han pasado por allí y los ha ido vendiendo con el mismo detalle y cariño a sus clientes. El algoritmo de Jesús a mí me ha descubierto bastante de mi banda sonora de este primer quinto de siglo. Sin hacer mucho esfuerzo, recuerdo a Kelley Stoltz, Bonny Doon, Eddy Current Suppression Ring, The Marked Men, The Baby Huey Story, Skull Snaps, Orgone… paro.

No sé si tengo derecho a la nostalgia. Hace tiempo que dejé de comprar nada en Radio City y sólo paraba para saludar y charlar. Llámalo ganas de dejar de acumular discos, llámalo casas cada vez más caras y pequeñas, llámalo Spotify Premium. La nostalgia tampoco es el estilo de Jesús, que se toma el cierre como un momento vital necesario al que aplica el mismo humor deportivo que ha puesto en su tarea como tendero. La nostalgia, en cualquier caso, no va a ser capaz de frenar el ritmo al que acelera la modernidad.

No es noticia que cierre una tienda de discos pero sí lo es que cierre una tienda pequeña. Lo es porque están cerrando miles. En Madrid, de 2010 a esta parte, más de seis mil. Y está pasando igual en todo el mundo. En Estados Unidos, que allí les gusta singularizar todo, le han puesto nombre al fenómeno: el apocalipsis del pequeño comercio. No es exageración. Por dar un dato de la causa principal, hace una semana publicaba New York Times que en esa ciudad se reparten más de un millón y medio de pedidos online. Cada día.

El camino de nuestro consumo se ha hecho tan corto como el que hay hasta el dedo con el que hacemos clic en el móvil y eso está produciendo enormes transformaciones en muy poco tiempo. Afecta al tejido de pequeños y medianos empresarios y autónomos que soportaban negocios a pie de calle, afecta a las condiciones laborales de los trabajadores de las cadenas que resisten y de las empresas de logística y afecta al paisaje urbano. Menos tiendas, sobre todo menos tiendas pequeñas, es igual a menos espacios de intercambio y socialización, menos tránsito peatonal (y más tráfico), menos vida o, por si alguien se pone suspicaz, menos vidilla. Decirlo tampoco lo va a frenar pero está bien para saber en lo que nos estamos metiendo.

Una vez dicho, yo pasaba por aquí para algo más que para hablar de la ciudad black friday. Estoy escribiendo todo esto como una forma de poner letra a la instrumental Radio City que Eilen Jewell compuso para honrar a esta pequeña tienda de Malasaña. Estoy escribiendo todo esto para decir sólo dos palabras: gracias, Jesús.

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@capitan_malasana

La tecnología y las modas se mueven a tal velocidad que es ahora imposible que un negocio aguante bien más de tres años. Se tendrían que estar reinventado constantemente y nacer sabiendo que tienen fecha de caducidad muy cercana, lo que significa que en solo unos años tendrían que amortizar inversión y al mismo tiempo obtener beneficos... antes de cerrar y volver abrir. Y así en un bucle infinito que agota las neuronas y los recursos. Se termino el "negocio para toda la vida" o para pasar a la siguiente generación, por los menos en los negocios al alcance del pequeño inversor/ahorrador. Y mucho ojo cuando te venden: "Una franquicia que esta triunfando".

Fernando García

Qué pena, gran tienda, la echaremos de menos seguro.
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