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Santa Brígida: la calle de El Martín

Luis de la Cruz

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A las calles de Hortaleza y Fuencarral, las une en sinuoso meandro – con pronunciada curva y contracurva – la calle de Santa Brígida, que tiene como protagonista en gran parte de su trazado una fachada de las Escuelas Pías de San Antón, hoy sede de los arquitectos madrileños. El nombre de la calle procede de que aquí daban las ventanas de una de las salas para mujeres, la de Santa Brígida, del hospital de San Antonio Abad, anterior al colegio.

Haciendo esquina con la calle de Hortaleza encontramos uno de los chaflanes más conocidos de Madrid: el de la Fuente de los Galápagos, en las Escuelas Pías de San Antón. También se la conoce como Fuente de las Recogidas por la cercanía del Convento e Iglesia de Santa María Magdalena (Las Recogidas), hoy sede de UGT. Fue diseñada por Ventura RodrÍguez y en ella se puede leer su año de nacimiento – 1772 – en números romanos. No son pocos los que no entienden el porqué del popular nombre cuando las dos figuras que allí escupen agua por la boca más bien son delfines. La razón del equívoco es que originalmente no estaban estas figuras, sino cuatro caños que se abastecían del viaje del agua de la Castellana, con una pareja de galápagos encaramados a modo de adorno. Durante el siglo XIX se sustituyó la fuente por los actuales delfines entrelazados, quedando la parte posterior original adosada al edificio.

Seguramente no pocos lectores de este periódico habrán estudiado en un instituto ya desaparecido de esta calle – el Emilia Pardo Bazán – que estuvo en el número 10 hasta que cerró en el año 2002 por falta de alumnos. Se llamó así desde 1971, cuando era un instituto femenino, y allí dio clases de lengua y literatura el escritor Luis Landero. Desde los noventa, en el mismo edificio está la escuela oficial de idiomas del barrio, llamada Goya.

La calle de El Martín

El Martín

En el número 3 de la calle estuvo el Teatro Martín, que cogió prestado el nombre de su fundador, Carlos Martín, quien lo construyó hacia 1870 con la idea de dedicarlo al género chico. Luego fue la catedral de la revista y también, llegada la democracia, sitio de destape. Siempre fue casa de teatro comercial (a veces de muy buen teatro cómico), sitio de celebración de lo frívolo y lugar de peregrinación de gentes de provincias que venían a Madrid en busca de un atrevimientoun atrevimiento. De los tiempos de vedettes emplumadas y streappers importadas del Soho (durante un tiempo había sesión continua desde las 12 del mediodía) recogieron el testigo del despiporre los jóvenes de la Nueva Ola, que hicieron del teatro un fijo de sus actuaciones. Míticos son el debut de Paraíso en 1979 o las actuaciones de los primeros Nacha Pop.

En aquellos años de la Movida España asistía no solo al resurgir de la vida y al reencuentro con las vanguardias culturales del mundo, también al final del paréntesis franquista de la política de masas. El Martín fue escenario en 1979 del festival cultural que acompañó al primer congreso del sindicato CNT en democracia (que se celebró en la Casa de Campo). Durante aquellos días de diciembre muchos fueron los nombres de relumbrón que pasaron por el teatro de la calle de Santa Brígida: Els Joglars, Luis García Berlanga, Fernando Savater, Fernando Arrabal, Agustín García Calvo, Carlos Peregrín Otero, Fernando Sánchez Dragó, Bernard H. Levy (cuyo alegato anticomunista fue bastante polémico) o Luis Eduardo Aute. Por allí estaba incluso un joven Pedro J. Ramirez, que escribió una crónica para ABC en la que tildó el evento de “la más vivificante y regenadora reunión política” de la joven democracia. Los encuentros se celebraron en un clima de tensión importante por las amenazas de grupos de extrema derecha y la muerte de dos estudiantes en una manifestación unos días antes por disparos de la policía.

El Martín ya era un cascarón vacío cuando el ayuntamiento declaró en ruina el edificio, tras un desplome en la techumbre, y fue derruido en 1994, ante la queja de algunas voces autorizadas que no creían tal la ruina del teatro. Años después, aún tendría que declarar el dueño en el caso Guateque, trama de venta de licencias municipales. La idea del empresario, nunca conseguida, era -previo pago de tasa ilegal – convertir el inmueble en un restaurante espectáculo.

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