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San Bernardo 68, la manzana más codiciada de Malasaña: historia de los tiras y afloja entre vecinos y administración

Miembros de la Plataforma Maravillas, manifestándose pidiendo espacios para Malasaña

Luis de la Cruz

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En 2015, cuando el edificio de San Bernardo 68 era un work in progress, nadie salvo el Ayuntamiento de Madrid saliente quería que fuera el nuevo Parque de Bomberos del distrito Centro. La razón del traslado era exclusivamente pecunaria: la sede del paseo Imperial se había enajenado para la construcción por parte de una empresa privada de un hotel en la Casa de la Panadería, operación aprobada por el equipo de Ana Botella días antes de las elecciones municipales.

El Ayuntamiento necesitaba –obviamente–un lugar para ubicar el parque de bomberos del distrito, que se había quedado huérfano de casa merced del pelotazo. Ya un año antes se había sabido que el plan era trasladarlo al edificio que se levantaba en el solar donde había estado un antiguo hospital, en San Bernardo 68. En el año 2003 el edificio, afectado por aluminosis, había sido derribado tras ser adquirido por el Ayuntamiento de Madrid a través de una permuta.

Para los bomberos la ubicación, en una calle de mucho tráfico, resultaba poco operativa y peligrosa. Los vecinos y agentes sociales del barrio de Universidad-Malasaña, por su parte, veían con auténtico pavor la irrupción de los bomberos en una manzana con un colegio y un instituto anejos, además de denunciar la carencia de dotaciones del barrio. El nuevo Ayuntamiento de Ahora Madrid coincidía discursivamente en el diagnóstico… pero no contaba con un plan B.

Los vecinos expresaron su disconformidad a través de la Plataforma Maravillas (una federación que engloba a más de una treintena de agentes sociales, desde vecinos, Ampas hasta comerciantes) y el primer acto reflejo colectivo fue hacer una campaña de recogida de firmas en internet contra el proyecto.

Entre las acciones de protesta que siguieron a partir de ese momento destaca la marcha llevada a cabo en diciembre de 2015, reivindicativa y con un tono colorido, que recorrió las calles de Malasaña, desde la plaza del Dos de Mayo hasta Palma, pasando por delante del edificio en construcción y cortando la calle San Bernardo. Incluso la propia Carmena fue increpada por los vecinos de la calle durante una de sus visitas al barrio.

Fue precisamente tras esta manifestación cuando empezó a fraguarse la idea de un espacio vecinal en San Bernardo 68. Ya en junio de 2016 se presentaría en público el proyecto La Casa del Barrio, que abogaba porque se cedieran las tres plantas supriores del inmueble pero que, por aquello de ir sobre seguro, realizó un proyecto para la tercera y lo presentó a los presupuestos participativos. Sin embargo, la idea aún no estaba lo suficientemente madura y no consiguió los votos necesarios para imponerse en la edición de ese año.

El proyecto siguió cogiendo vuelo y fue planteado en diversas ocasiones por los vecinos al Ayuntamiento, tanto a Jorge García Castaño (en noviembre de 2016), concejal de Centro, como a José Manuel Calvo, titular del área de Urbanismo. En la reunión con García Castaño, además de la batalla por el espacio vecinal, aún vibraba con fuerza la negativa a que el parque de bomberos se trasladara a San Bernardo. La postura del Consistorio, que ya no cambiará, era que no había otro espacio disponible, razón por la que era innegociable.

En enero de 2017 algunos malasañeros conformaron un grupo de trabajo llamado SB.68 para seguir pidiendo que las tres plantas superiores del edificio, en el que ya parecía seguro que desembarcarían próximamente bomberos y (también) SAMUR, fueran el espacio para el ansiado centro socio-cultural del que Malasaña carece.

«Nos hemos constituido como grupo con el objetivo de reclamar para el barrio el centro sociocultural que necesitamos y merecemos y a partir de este 6 de enero, día de nuestra puesta de largo de cara al público, vamos a iniciar una serie de acciones, happenings, performances e intervenciones callejeras reivindicativas bajo el lema Moviendo Malasaña, viviendo Maravillas», declararon entonces los vecinos.

En aquel momento ya estaba sobre la mesa la cesión de la llamada Casa del Cura, en la Plaza del Dos de Mayo, pero los vecinos, que lo celebraban, estimaban que se trataba de un espacio insuficiente para subsanar las carencias dotacionales en materia socio-cultural del barrio.

Aquel grupo de vecinos, que orbitaba alrededor de la Plataforma Maravillas, insistió en la vía de los Presupuestos Participativos en 2017, presentando un detallado proyecto de grandes espacios polivalentes para la tercera planta del edificio y haciendo una campaña en la que la boca a boca y la acción colectiva tuvo mucho que ver en que Espacio Malasaña fuera uno de los proyectos más votados en el distrito Centro, dotado con 260.000 € y teniendo que llevarse a cabo su ejecución en el plazo de un año.

Pero el camino hacia el centro socio-cultural en San Bernardo 68 seguirá siendo sinuoso, y en mayo del mismo año  el Ayuntamiento intentó ponerle freno declarándolo, a través de un frío email a los impulsores de la propuesta, «inviable» al tener previsto en el lugar «realojo de empleo público municipal».

A estas alturas, el proyecto era ya un punto innegociable para el tejido asociativo y vecinal de Malasaña, que se puso en pie de guerra -con protestas públicas como la llevada a cabo en la Plaza del Dos de Mayo el mismo mayo de 2017- que surtieron el efecto deseado, provocando que el Ayuntamiento de Manuela Carmena echara atrás sus intenciones de colonizar con oficinas para el personal de Urbanismo el edificio.

Mientras, los bomberos llegaron a San Bernardo 68 en noviembre de 2017 tras tres años de obras y algunos retrasos, sellándose de esta manera uno de los conflictos que han rodeado el inmueble con una derrota para los vecinos, que estaban en contra de la ubicación por entenderla peligrosa. La confrontación, en todo caso, nunca fue con el cuerpo de bomberos, a quienes la Plataforma Maravillas invita desde entonces a pasarse por las fiestas del Dos de mayo para alegría de los niños y niñas del barrio, que juegan con la espuma de sus mangueras. En febrero de 2018 llegaron también los trabajadores del SAMUR al edificio.

El descontento por haberse tenido que comer las dotaciones de bomberos y SAMUR en San Bernardo era algo menos para el vecindario por la ilusión de ganar 2000 metros cuadrados de dotaciones cívico-culturales. En noviembre de 2018, se aprobó la concesión de las obras, que incluyen la construcción de salas polivalentes, un salón de actos y un estudio de radio para uso de los vecinos de Malasaña. En marzo de este mismo año se votó el nombre del espacio entre el de cinco mujeres ilustres propuestas por asociaciones del distrito: Espacio Malasaña, Carmen de Burgos, Almudena Grandes, Rosa Montero y Luisa Carnés. Finalmente, el nombre decidido fue el de la heroína que da nombre al barrio, como el proyecto se venía conociendo desde tiempo atrás.

Todo parecía ir, al fin, hacia delante. En junio se presentaba públicamente el proyecto, que había crecido mucho desde que se ganara la votación de los Presupuestos Participativos de 2017, con dotación de 260.000 euros para una sola planta: el Ayuntamiento acabará gastando 2,1 millones para implementarlo en sus cuatro plantas. A la vista de ello, parece que el cambio de uso que pretende hacer el Ayuntamiento del PP supondrá dar por perdido el dinero empleado en un proyecto diseñado para unos usos muy concretos que nada tienen que ver con el de albergar oficinas.

Como se desprende del itinerario del edificio, resumido en las líneas anteriores, ésta ha sido la manzana más codiciada de la calle San Bernardo. De los tira y afloja del vecindario con diferentes instancias de la administración se había llegado a una situación en la que, no sin renuncias y polémica, se conseguiría conciliar el espacio necesario para servicios públicos de primera necesidad y culturales. Lo que la peripecia reciente del edificio nos cuenta también es que, probablemente, su historia no ha llegado al punto final.

Más información:

Leticia Lafuente

Bueno, hubiera estado bien mencionar que el proyecto original presentado en presupuestos participativos fue ideado y desarrollado por José Luis García Castro, y que los demás vecinos se sumaron más adelante a la idea. Podéis comprobarlo en el enlace a la propuesta de presupuestos participativos de 2016. Más que nada por agradecerle la iniciativa, el curro y la lucha mantenida.
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