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¿Quién no se tomó un botellín en El Maragato?

maragato

Luis de la Cruz

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de Caminando por Madrid

¿Os acordáis de El Maragato? La vieja casa de comidas y tasca de la calle San Andrés formaba parte del ecosistema de la Plaza del Dos de Mayo. Nada más y nada menos que desde 1871 llevaba abierto el local. En aquellos tiempos, a finales del XIX, en el mismo número -el 14-, había un taller de coches y carruajes, donde los alquilaban para los carnavales y otros eventos. También una almoneda. El bar cerró en 1999 y hoy en su lugar está la taberna Baztán. Aunque no tiene ya nada que ver con El Maragato, merece la pena ver su viejo sótano de ladrillo.

Hemos pedido a nuestros lectores que saquen brillo a sus recuerdos sobre el lugar y el más repetido entre con quienes hemos podido hablar es que “Pepe y Paco -los dueños- eran muy buena gente”, aunque no son pocos los que recuerdan de forma entrañable los piques que tenían entre ellos.

Luis recuerda cuando empezó a ser un poco más independiente y a salir, con 13 o 14 años, en la primera mitad de los sesenta. Y allí estaba El Maragato, “para ir a jugar al futbolín y a comer bocatas de sangre encebollada o boquerones fritos”. También Encarna nos contaba, en Facebook, que puede echar la vista atrás 40 años para “relamerse con la sangre encebollada, la especialidad de la casa”.

El sitio conservó a lo largo de los años -por barato, céntrico y acogedor- el carácter iniciático y sirvió para que muchos perdieran la virginidad en aquello de alternar y beber. “Mi primera borrachera fue allí, con chatos a 50 pelas”, cuenta Carlota. De aquel vino también se acuerda Mónica, “a 40 pesetas y botellines a 70, acompañados siempre de aceitunas”. Y de sus “primeras cañas”, Nines, que serían más bien botellines porque en El Maragato no tenían cerveza de barril.

Carlos Osorio, gran conocedor del barrio, parece recordar bien el sabor de sus platos: “su cocina casera y saludable. Aún era posible tomarse unos huevos fritos con pimientos y patatas, unas acelgas rehogadas, unas lentejas... comida sana, comida de verdad. ¡Cómo no recordar aquellos platos caseros, sabrosos y económicos en tiempos de tanta chorradita caramelizada con reducción de oporto!”.

Conversamos por separado con Antonio y con Juanjo, pero las cosas que nos cuentan coinciden mucho. Se nota que frecuentaron en la misma época El Maragato. Antonio solía llegar hacia la tarde-noche al bar durante la segunda mitad de los ochenta. “Entonces no había móviles y el Maragato era nuestro punto de encuentro”. Le vienen a la memoria el anís, las chaquetillas burdeos, bajar al baño y ver a la señora cocinando…“Era un lugar peculiar, recuerdo cómo apuntaban en el mostrador de mármol las cosas con lápiz, la tortilla - que tardaba un rato porque la hacían en el momento-, visualizo pululando fuera a la gente que paraba por el Dos de Mayo en aquella época, como al rocker negro aquel con la bandera sudista, menuda estampa, ¿te acuerdas?”

Yo no le recuerdo, pero quizá Juanjo, que actualmente está rodando un documental sobre el barrio de Malasaña, sí. Él también nos cuenta que su grupo tuvo en una ocasión que salir a defender a la gente del bar de uno de los camellos que frecuentaban la plaza: “Había siempre por allí uno desdentado cuya hija levaba el costo en el carrito del bebé”. Pero la gran mayoría de sus recuerdos son inmejorables: se le ilumina la voz al hablar de “Paco en la barra, Pepe en las mesas y su mujer haciendo las tortillas”. Entre botellín y botellín, Juanjo creó un grupo que se reunía en el Maragato para hablar de cine... y de lo que se terciara.

Un sitio, El maragato, de los que abundan en la nostalgia y escasean en la Malasaña del siglo XXI.

‘Te acuerdas de…’ es una sección nostálgica de Somos Malasaña en la que intentamos recuperar la memoria colectiva de lugares de la zona. Si quieres compartir tus recuerdos de este local, déjalos en los comentarios. Y si piensas que podríamos hablar de algún otro sitio, sugiérelo en contacto@somosmalasana.eldiario.es

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