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Pachá, paredes con historias

Luis de la Cruz

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El pasado martes por la noche los fotógrafos se arremolinaban alrededor de Pachá, la célebre discoteca de la calle Barceló. Los invitados a la fiesta de estreno de Ágora, el estreno español de la temporada, iban llegando, entre ellos Rachel Weisz y el director Alejandro Amenábar. No se trata sin embargo de un acontecimiento significativo en la historia de la discoteca, ni tan siquiera del edificio, que antes en forma de cine y teatro ha vivido noches gloriosas, con historias conocidas y otras que corren de boca en boca confundiendo leyenda y realidad.

El edificio fue construido por el arquitecto Luis Gutierrez Soto en 1930. El cine tuvo desde el principio sala de fiestas y terraza para proyectar al aire libre, como era costumbre en los cines de la época. Fue en su momento unos de los cines más modernos de Europa, con un sistema de luces que se encendía progresivamente. Aunque hoy parezca mentira, hasta la fecha la costumbre era deslumbrar al personal.

Gutierrez Soto, una de las grandes figuras de la arquitectura española del pasado siglo es una figura curiosa. Futbolista del Real Madrid en su juventud, aviador y, según cuentan, excéntrico y vividor, es responsable de introducir en nuestro país las ideas más innovadoras de la arquitectura europea del momento. Sin embargo, tras la guerra supo acomodarse al discurso del Régimen y practicó una especie de renovación de las esencias españolas, que queda perfectamente ejemplificada en el revival herreriano del Ministerio del Aire. Una vez pasados los peores años del franquismo se permitió volver a desarrollar una arquitectura moderna, levantando rascacielos como el de la Unión y el Fénix de la Castellana, aunque sin dejar de ser nunca ya uno de los arquitectos de la alta sociedad franquista. De sus momentos racionalistas son también el famoso bar Chicote y el cine Europa, hermano del Barceló en Bravo Murillo y sede hoy de la casa de saneamientos más conocida de Madrid.

En el teatro Barceló sucedían cosas en los setenta (además de obras de Lina Morgan, que también), era uno de los centros de la cultura y sociedad. Allí se estrenó en 1977 El cementerio de automóviles, de un Fernando Arrabal mucho más conocido en el mundo que en España. Aunque fue un fracaso, el montaje fue espectacular: para la ocasión se colgaron coches del techo y se cambió la disposición de las butacas. Ese mismo año el Barceló fue el centro de reunión de las gentes del teatro en una sonada huelga motivada por el encarcelamiento de Albert Boadella. Sólo dos años después cuatro jovencitos totalmente desconocidos que se hacían llamar Nacha Pop telonearon a Siouxsie and Banshees y entre medias, en 1978,

las botellas volaron ante sus ojos de cristal en el enfrentamiento que se produjo entre vecinos y una cincuentena de fascistas que intentaron boicotear las fiestas del barrio.

Y con los ochenta llegó la fiesta

En 1980 el teatro cambió de manos y se convirtió en la sucursal madrileña de Pachá, una cadena de discotecas para público tirando a acomodado nacida en Sitges hace ya más de cuarenta años. En 1984 leíamos en ABC:

“...sobresale Pacha [hablan del ”Madrid bailón“]. Es difícil encontrar tanta niña mona, tanto niño mono, por metro cuadrado en cualquier otro lugar que no sea el antiguo teatro Barceló. A Pachá va todo joven puestecito que se precie, siempre exhibiendo el último modelo junto a, si es posible y no difícil, un modelo profesional que haya lucido sobre la pasarela lo que los demás llevan puesto”.

Poco ha cambiado desde entonces, aunque a lo largo de los años la discoteca de las cerezas ha pasado por momentos de incertidumbre y enfrentamiento con los vecinos por el sempiterno problema del ruido.

En 1995 estuvo tres meses cerrada por vender alcohol a menores, situación que desembocó en un expediente de regulación de empleo para sus 43 trabajadores y la puesta a la venta del edificio por 800 millones de pesetas. Desde entonces, en varias ocasiones se ha hablado de su conversión en un centro comercial. En 2007 la discoteca estuvo a punto de moverse a la calle Núñez de Balboa.

Las paredes del conocido edificio con chaflán de Gutierrez Soto han vivido muchas historias en el límite. Las fiestas del último piso, conocido como “El cielo de Pachá”, son escenario de muchos dimes, diretes y leyendas urbanas. El antiguo Cine Barceló representa la asociación de patrimonio y diversión en el barrio. No todo iban a ser iglesias.

Juan

La última vez que pisé Pachá creo que tenía 17 años, desde entonces he tenido la gran fortuna y el acierto de no volver, aunque la historia del edificio mola, la verdad.

Vecinos del Patio Maravillas

@Juan



No sabemos si comes ajos o con ellos te picas. Pero, está claro que a los 17 años ya ibas retrasado.



A ver si va a ser que el monopolio de la cerveza te afecta. http://vecinosdelpatiomaravillas.blogspot.com/





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