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Mario Vaquerizo: “Ojalá existiera la máquina del tiempo para ir a Casa Costus”

De izda a dcha: Julito Costus, Vaquerizo, Rossetti,  y | JUAN PAUL

Diego Casado

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Madrid y Malasaña saldaron este martes parte de la cuenta pendiente que tienen con Enrique Naya y Juan Carrero, alias Costus, a través de la presentación de un libro que se convirtió en un homenaje y un momento para revivir algunos de los recuerdos que estos dos pintores de La Movida madrileña dejaron en sus amigos, conocidos y estudiosos del arte. Un encuentro especial en el que se habló de la parte más humana de estos maestros del kitsch, que no cuentan con ningún reconocimiento expreso a su obra en la ciudad donde desarrollaron parte de su talento.

La excusa era la presentación de Costus: You are a Star, un libro-ensayo sobre su carrera artística, facturado por el historiador Julio Pérez Manzanares, que se completa con las entrevistas de Mario Vaquerizo a varios de sus amigos más cercanos, escritas hace ahora ocho años. El marco para este encuentro abierto era La Vía Láctea, local que decoraron estos pintores gaditanos antes de su apertura y cuyos trabajos todavía adornan sus paredes.

No sabemos si fue por el lugar, o por los invitados, por el público asistente o por el libro. Pero lo cierto es que rápidamente se creó un ambiente de mesa camilla entre los ponentes (los citados autores, a los que acompañaban la galerista Eugenia Niño, la escritora Ana Rossetti y el periodista Nico Grijalba, moderador) que empezó a recrear en el imaginario de los allí presentes el momento de efervescencia creativa que se vivió en la Malasaña de La Movida, que tan bien conocieron (y ayudaron a dar forma) Enrique y Juan Costus.

“Costus es un referente dentro de la estética en España tanto por su pintura como por su forma de vivir”, dijo Paco Clavel -otro de los invitados- a modo de reivindicación, antes de rememorar el primer día de apertura de La Vía Láctea, un día de 1979 que él recordaba como “muy divertido”. Se acordaba también de la entrada a los baños de entonces, muy original: “Hicieron unas puertas como las del Oeste, con la Macarena con una barra de labios y el Cristo del Sagrado Corazón con una maquinilla de afeitar”, explicó antes de contar por qué es la única parte de su decoración que no ha llegado a nuestros días: “Hubo muchos problemas porque entonces estaban los Guerrilleros de Cristo Rey, que zumbaban y pegaban palizas. Tuvieron que quitar las puertas y pusieron las que hay ahora”.

El autor, Julio Pérez Manzanares, también quiso reivindicar la faceta más personal y activista de los pintores: “Siempre fueron pareja, jamás lo negaron y, como decía Borja Casani, en los años ochenta y en La Movida, eran los maricones los que tiraban del carro”. Julito Costus -su apodo durante esta velada- presentaba en La Vía un trabajo de fin de carrera “renovado, revisado y corregido” que se ha convertido en la única referencia literaria dedicada por completo a esta pareja de artistas que fallecieron hace 26 años de modo trágico (uno por los efectos del Sida, otro suicidándose después) y que dejaron una larga influencia entre los que les conocieron y -a tenor de lo visto anoche- también entre las nuevas generaciones, con jóvenes que con solo 16 años ya conocían y admiraban ampliamente su obra.

Uno de los momentos más emotivos fue la subida al escenario (en realidad la mesa de billar de la sala principal de La Vía) de Juan Jurado -Juanillo-, quien vivió con ellos muchas aventuras y desventuras, algunas de ellas hacia el final de su vida. “Me acuerdo de su nevera vacía. No tenían dinero para comer. Juan, que era un señor muy elegante, me decía: Juanillo, déjame algo para la comida de los perros”, decía recordando el hambre que pasaron y lamentándose de que “los creadores de una estética en España sean solo reconocidos después de su muerte”. Pese a ello, Juanillo se queda con “el amor, cariño y ternura” que les tenía. Y afirmó que a día de hoy sigue echando de menos comentar con ellos las estéticas que le llaman la atención “en la tele o los cuadros”.

A lo largo de la conversación surgieron mil anécdotas, como la del autógrafo que consiguieron las Costus de Angela Channing (la actriz Jane Wyman), a la que escribieron elogiando su “crueldad y belleza”, o la de la llegada de los cuadros de los pintores gaditanos a la casa de Alaska y Mario, que hizo saltar las lágrimas de la propia cantante, Olvido Gara, amiga personal de Costus. La historia la contó por vez primera Mario Vaquerizo, que se declaró “fan” absoluto del trabajo de los pintores y confesó que no deja salir de casa ninguno de sus dos cuadros en propiedad -La gitana de Marín y El Sha de Persia porque teme quedarse sin ellos: “A ver si alguien no lo va a entender y me lo van a rajar”, afirmó medio broma, medio en serio.

El mito de la Casa Costus

Las anécdotas de Mario, que ha sabido de las Costus gracias a las historias que ha ido conociendo a través de su pareja, eran escuchadas atentamente por el numeroso público que llenó La Vía Láctea durante la presentación, a la que acudieron personajes como Topacio Fresh, el escritor Ignacio Gómez de Liaño, la artista Miluca Sanz o Conchi Naranja. Ante ellos Vaquerizo confesó que le hubiera gustado haber pasado por el mítico primero izquierda de la Calle Palma: “Ojalá existiera la máquina del tiempo para ir a Casa Costus”, dijo. Él tenía 3 años de edad cuando Enrique y Juan Costus se fueron a vivir a aquella casa, que luego ha generado ríos de tinta por albergar allí a lo más destacado de la farándula madrileña del momento.

Almodóvar rodó allí Peli, Luci, Bom..., por allí se pasaban habitualmente Fabio McNamara, Tino Casal (gran amigo de los Costus), Pablo Pérez-Mínguez, Txomin Salazar, Carlos Berlanga... y Nacho Canut, hasta que Enrique Naya le echó de su casa (en la que todo el mundo entraba y salía) por convocar junto a Eduardo Benavente por radio a medio Madrid para celebrar en Malasaña el cumpleaños de Alaska. “Ustedes habrán ido a muchos colegios de pago, pero no tienen ninguna educación. ¡Despedidos!”, afirma Mario Vaquerizo que les soltó antes de expulsarlos para siempre.

El encuentro tuvo también un punto nostálgico, durante el que todos los presentes recordaban un Madrid ochentero más abierto, sin prejuicios, en el que se rompieron los estamentos sociales. Una ciudad por la que creen que se debería luchar y que algunos tienen claro en el recuerdo cuándo cambió: “A finales de los 80, cuando empezaron a mirar en la discoteca cómo ibas o no ibas para decir tú sí, tú no. Ahí se acabó todo”, afirmó Ana Rossetti antes de reivindicar este movimiento cultural que no llegaron a llamar durante la velada con su apelativo más conocido. “Lo de La Movida se lo han puesto los demás. Pero lo que está claro que ahí estaba pasando algo”, sentenció la también gaditana, en la noche en la que las Costus volvieron, con sus recuerdos, a Madrid.

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