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O Potiño III: sencillez y honradez

Calamares a la andaluza_Malasaña a mordiscos_O Potiño

Malasaña a Mordiscos

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Bueno, bueno, bueno, hoy no voy a hablar de ningún sitio cool, fashion o hipster o como queráis llamarlo para que suene enrollado y malasañeso. No pretendo caer bien ni ganar adeptos siendo moderna. Sólo quiero explicar la oferta gastronómica de mi barrio y hacerlo de forma exhaustiva, a poder ser entretenida, y sin prejuicios.

En Malasaña, en este caso más bien en el área de Conde Duque, hay todavía (aunque, realmente quedan pocos desde que nos estamos convirtiendo en el Soho) casas de comidas, mesones, lugares donde se ofrece una comida “sincera”, sin artificios.

Para acompañar musicalmente esta visita a Galicia en Noviciado, recomiendo la versión gallega de Sweet Home Alabama de un grupo que anduvo bastante por este barrio. Cuánta razón tiene mi hermano A., Siniestro, con sus canciones, es capaz de abarcar casi tooooodas las temáticas.

Después de un pestilente paseo por las calles llenas de basura del barrio (cortesía de la Sra. Ana Botella, ¡gran gestión donde las haya!) llegamos a Casa Lelo O Potiño III. Dicha denominación me deja un poco perpleja, ¿por qué dos nombres? ¿Era necesario darle el mismo nombre a tres restaurantes? ¿Por qué? En realidad, Casa Lelo en el local no lo pone en ninguna parte, parece ser una referencia, según su blog, a la casa madre” ¡El origen de Os Potiños! (chan, chan, suena a título de peli de terroris). Bromitas a parte, es un típico mesón modernizado, lo moderno es que las maderas se han pintado en negro, en lugar de color marrón caca como se barnizaban antes en este tipo de locales, y tiene una barra con una estética más limpia y cuidada. Presenta barriles a modo de mesas, una TV de gran tamaño (para ver los partidos con amiguetes), lámpara matainsectos (uhmm…) y lámparas de forja tipo ruedas de molino. De estas últimas me llamó mucho la atención que sólo tenían 2 bombillas de ahorro energético (bien por ello) del mismo lado cada una; no sé, me recordaron a una boca desdentada… esto de personificar objetos ¿es grave? Es curioso porque en conjunto, con el contraste del negro de la madera y el blanco de la luz, resultaba bien y perfecto para fotos (últimamente en los establecimientos no hay mucha luz y yo, entre que suelo acabar siempre algo alcoholizada y no me gusta usar el flash, las paso canutas con las fotos). El local, además de lo que se ve en las imágenes, tiene otras tres salas, aquel día llenas de comidas de empresa, de amigos o lo que fuera aquello con un montón de gente que, posiblemente, no se reunirían a comer en una misma mesa si no hubiera de por medio bastante sangría. El personal es muy amable, había dos latinoamericanos, la mar de eficientes, que atendían a un montón de gente y no se les sublevaban ni había que esperar mucho. Los fines de semana parece que ponen personal de refuerzo, aquello se debe llenar.

Mi plan estratégico consiste en ver qué tapas gratis ponen (costumbre que parece se va perdiendo con la modernez) y luego probar raciones. Así que, para empezar, pedimos 1 caña (1,30 €) y 1 copa de ribeiro de la casa (1,30 € - botella 7 €), el vino se llamaba Recanto y no era el típico ribeiro malejo y aguado, era ligero y agradable en boca, sin pretensiones pero sin notas inoportunas. Nos ponen para acompañar torreznos, no están recién hechos y les hace falta un poco de depilación (sí, sí, algunos tenían pelazo) pero realmente no importa, están sabrosos y crujientes, como debe ser. M. me dice que la caña está buena, bien tirada. Vamos a por una segunda ronda, en este caso M. sigue con lo suyo y yo elijo un “falso albariño” (es albariño porque prevalece la uva albariño pero no está acogido a ninguna de las D.O. tradicionales de este vino), Marqués de Vizhoja (2,00 € - botella 12 €). Resulta agradable, ligero, como el anterior, pero con algo más de cuerpo y un punto salino. La carta de vinos ofrece varios vinos de Galicia (además del ya mencionado, Martín Codax y Torre la Moreira), un rosado, Navarra Alex, y diversos tintos (Viña Azabache joven, Coto crianza, Marqués de Cáceres crianza, Monte Pinadillo joven y crianza). Se busca contención en el precio y nombres conocidos, es lo propio de una casa de comidas. Además ofrecen sangría y jarra de cerveza. Con esta segunda ronda nos ponen dos rodajas de pan con tomate y jamón, nada espectacular, pero todo dentro de una calidad decente, acompañadas de patatitas fritas artesanas (crujientes, no rancias). Bien, en plan de caña/vino y tapas gratis estupendamente.

Ahora vamos a seguir con nuestro plan: las raciones. La carta es amplísima, de primeros ofrecen un montón de ensaladas (gallega con atún y sardinillas, de pimientos con ventresca, con quesos, con cogollos de Tudela y la indefectible mixta [perfecta para la sección de platos viejunos de El Comidista]), espárragos trigueros a la plancha, sopa y varios revueltos (de jamón, de ajetes, de espárragos, de morcilla y de atún). De segundos proponen carnazas (en su blog las recomiendan encarecidamente, habrá que volver y probar): entrecot de ternera gallega a la parrilla, entraña a la parrilla, chuletillas de cordero, filete de ternera y escalope milanesa (si “escalope” es un filete de carne empanado y “milanesa” es un filete de carne empanado, ¿por qué repetir? ¿Me queréis confundir? ¿Quién anda ahí?). Y también pescados: merluza a la gallega, con almejas y a la romana, lenguado a la plancha, lubina y dorada a la espalda (estos tres últimos por encargo). También proponen menús especiales para compartir, mínimo 5 personas, en plan varias raciones o primeros y segundos combinados.

Bueno, a lo nuestro, las raciones (que todas se ofrecen en versión media, nosotros elegimos esta última siempre), también aquí la selección es amplísima: jamón ibérico, quesos varios (manchego, de tetilla, Provolone [¡ahí está la globalización!]), croquetas caseras (no les quedaban, deben ser buenas), morcilla de Burgos, lacón a la gallega, boquerones en vinagre, setas rebozadas al Roquefort (esto es nueva cocina, ¡sí señor!), gambas o gambón a la plancha, chorizo criollo con salsa O Potiño, chipirones a la plancha, huevos rotos (con picadillo de chorizo o con morcilla), pimientos del Padrón, oreja a la plancha, empanada gallega y almejas a la marinera. Y lo que nosotros elegimos, como primera media ración, patatas bravas (2,50 €). Este plato es un buen elemento para sopesar si un local ofrece ingredientes de calidad. Nos pusieron una cestita con dos rebanadas de pan decente (no era pistola ni nada parecido, gracias a Dios o, mejor dicho, al propietario) y las bravas. Patatas y salsa, ambas, caseras, con su toque picante en su punto, correctas.

Después, otra ronda de vino, de nuevo copa del mismo albariño y caña, y dos medias raciones de: calamares a la romana (4,50 €) y huevos rotos O Potiño (5 €). Por los calamares también se puede ver si un lugar tiene buena calidad y no es en plan tira p’allá. Éstos estaban perfectos, fritos sin que quedaran grasientos, ni chiclosos ni duros como piedras, de sabor agradable, muy recomendables. Los huevos rotos O Potiño también eran sabrositos, con patatas caseras fritas, cortadas más pequeñitas que las bravas, huevos, unos pocos pimientos del Padrón y jamón; también satisfactorios. Los pimientos quedan pendientes, como ración, para otra ocasión, eran buenos.

Y para concluir, media ración de pulpo a la gallega (8,00 €). El pulpo muy fresco, sabía a mar, con ese juguito típico que suelta con la sal gorda y el pimentón, que era de calidad, por sabor y color, acompañado de tres cachelitos prácticamente decorativos. Excelente. Y, de nuevo, ahí estaban: Los Hermanos Humbert, porque ya no sé cómo llamarlos, si Humbert I y Humbert II, o qué sé yo. Me estoy hartando, y no digo más porque me pongo, grrrr, ¡cómo me pongo!, me siento como Robert de Niro en sus peores momentos.

De postre tenían: flan de huevo, flan de queso, natillas, pudin y filloas, todo casero, fruta del tiempo (nunca entendí esta expresión, ¿de qué tiempo?), helado de corte (otra expresión particular), sorbete de limón al cava y también te proponen que consultes su carta de helados (yo, en principio, lo desaconsejaría: todos sabemos cómo son nuestros helados industriales). Bueno, nosotros ya no fuimos capaces de probar el postre. Mi gula y mi morriña (asturiana en mi caso, no gallega) se quedó con las ganas de unas filloas (en Asturias se llaman frisuelos). Para la próxima.

Sólo puedo tener buenas palabras para este mesón de comida y denominaciones tradicionales. Cocina de toda la vida, honesta, con una buena representación de platos gallegos, sin alharacas pero con contenido. Tiene una fantástica relación calidad/precio, un personal muy amable y una decoración muy propia. Lo recomiendo sin duda en plan de picoteo/raciones.

  •  “Casa Lelo” O Potiño III, Calle Conde Duque 30, Tel. 915427550. Horario, lunes a jueves: 12.00 – 00.00; viernes y sábado: 12.00 – 1.30; domingo: 12.00 – 00.30.
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