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Noelia Adánez: “La tertulia de Emilia Pardo Bazán sirvió para romper la lógica de clases”

Emilia Pardo Bazán

Luis de la Cruz

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Hace dos semanas supimos que el entorno ajardinado de la estatua de Emilia Pardo Bazán, entre las calles de las Negras y Princesa, se llamará a partir de ahora Jardines de las feministas. La noticia nos pilló trabajando con la documentación para este artículo sobre quien fue vecina del barrio –vivió en el actual número 35 de la calle San Bernardo, en cuyos muros luce una placa conmemorativa–. También hace poco, nos enteramos de que su nombre era uno de los cinco que los madrileños podíamos votar para nombrar al nuevo centro socio-cultural que albergará el inmueble de San Bernardo 68. Por otra parte, el año pasado se estrenó un monólogo, Emilia, de gran éxito, con cuya autora hemos hablado. La actualidad no paraba de recordarnos que le debíamos un artículo a la Pardo Bazán.

Emilia

Nacida en septiembre de 1851, murió en Madrid en mayo de 1921. En el colegio estudiamos su nombre asociado al escuálido naturalismo español, pero la descripción de las actividades que cultivó y de aquello que fue a lo largo de su vida nos ocuparía un buen número de líneas. Dejamos por aquí lo fundamental: novelista, periodista, feminista, ensayista, crítica literaria, poeta, autora teatral, traductora, editora, catedrática y conferenciante. De gran personalidad, su figura, como hacíamos ver en el párrafo anterior, sobrevuela la mera enumeración y se prolonga hasta la actualidad.

Noelia Adánez es doctora en Ciencias Políticas y Sociología, gestora cultural, profesora universitaria y fundadora de la Asociación Cultural Contratiempo, que tiene un programa de radio en el que podemos escuchar su voz (de igual manera, podemos hacerlo en la sección Gabinete de Julia en la Onda). En los últimos tiempos su actividad está más alejada de lo académico pero muy dentro del ámbito cultural: es editora y el texto de su obra Emilia (mujeres que se atreven), en coautoría con Anna R. Costa, quedó finalista en los premios Max 2018. Noelia ha tenido la amabilidad de charlar telefónicamente con Somos Malasaña a propósito de la figura histórica de Emilia Pardo Bazán y su tertulia, y nos cuenta la que es, en su opinión, la importancia de reivindicar a la autora en 2019:

Es una pionera, es una mujer que profesó en la época lo que llamó un feminismo radical, porque defendió la igualación de derechos entre hombres y mujeres de forma y manera que las mujeres tuvieran las mismas oportunidades que los hombres para poderse diferenciar, es decir, poderse desarrollar con su singularidad; y siendo una feminista radical también fue una feminista liberal, y en ese sentido me refiero a las condiciones socio-históricas en las que se desarrolló su vida y su pensamiento político. Arraiga su pensamiento político en una cultura política liberal. Piensa en clave de derechos, es una abolicionista (piensa que la prostitución es una forma de esclavitud), detecta la violencia de género en su época y le da un nombre específico: los mujericidios. Desde esos puntos de vista tiene sentido reivindicar a Emilia Pardo Bazán, en el sentido de reivindicar el recuerdo de su obra y de su vida, hacernos cargo de sus imaginarios e implicarnos con su legado.

A partir de la publicación de Los Pazos, Emilia comienza a dejar a sus hijas a cuidado de su madre en Galicia y vive parte del año en Madrid, ciudad que ya conocía porque había estudiado en un internado francés de la capital. Al principio, lo hace en hoteles, como el Victoria, o en pisos alquilados en zonas nobles de Madrid, pero desde 1890 encontramos ya su domicilio familiar en la calle de San Bernardo. En la que sería su casa fija ­-su madre morirá allí en 1915- se radicaron también sus aventuras editoriales, la Biblioteca de la Mujer (donde editó su propia obra) y la revista literaria Nuevo Teatro Crítico.

Las tertulias de San Bernardo 37 (hoy 35) primero fueron semanales (los jueves), y luego quincenales y vespertinas. A su casa, de estancias lujosamente decoradas y en la que destacaban la biblioteca y el salón, asistían escritores, pero también políticos, artistas, aristócratas y, en definitiva, todo aquel que era alguien en Madrid o que, siendo alguien en algún sitio, la visitaba –como fue el caso de Rubén Darío–.

El barrio en el que habitó por tres décadas sale reflejado en Morriña, publicado justo antes de que viviera aquí: San Bernardo, la plazuela de Santo Domingo, la calle del Pez, la Gran Vía... Posteriormente, y como vecina, frecuentará la calle de los Libreros, la Universidad, el Teatro Lara, la redacción de El Imparcial, el Instituto Cardenal Cisneros –donde estudiará su hija Blanca–, o la farmacia del D. Garrido (en la calle de la Luna, hoy Farmacia Cardona). Se trataba de un barrio de agitada vida cultural por la cercanía de la Universidad, rico en librerías, cafés literarios e imprentas. En la misma calle San Bernardo estaba, por ejemplo, la imprenta de Agustín Avrial, donde se imprimió en 1899 la versión en papel de su conferencia La España de ayer y la de hoy, que impartió con gran éxito en París.

Sobre la importancia de aquel salón a la hora de transgredir los roles vetados al ámbito privado para su género, ­cuestión planteada por nosotros,­ Noelia aporta una perspectiva mucho más fina, completa y arraigada a su momento:

Yo diría que Emilia Pardo Bazán pudo transgredir la lógica del género en muchos otros ámbitos que no fueron el salón de su casa en Madrid y otros espacios, efectivamente privados, en los que transcurrió su vida social y literaria. Más bien, ella escapó de las constricciones del género cuando conquistó la tribuna pública, por ejemplo en el Ateneo de Madrid en actos públicos, o cuando fue homenajeada en Valencia, es donde rompía más con la lógica de género y con las limitaciones que de manera natural – en su contexto sociohistórico-- se imponía a una mujer.



Sin embargo, creo que el salón, en concreto el de Madrid, sí sirvió para romper, curiosamente, la lógica de clases, porque allí acudían aristócratas (a ella le gusta mucho relacionarse con ese tipo de especímenes) y también literatos, que en la España de la época empezaban a profesionalizar su trabajo. Es decir, a cobrar un dinero por hacerlo. Eran pobres como ratas, aunque procedieran de una extracción social alta como la propia Emilia -parte de la burguesía-, había una diferenciación social con la aristocracia.

Efectivamente, Emilia Pardo Bazán conquistó espacios públicos notabilísimos en los que las mujeres no eran bienvenidas. En febrero de 1905 se convirtió en la primera mujer admitida como socia de número en el Ateneo de Madrid (donde ya había dado conferencias antes). Ella abrió el camino e, inmediatamente después, solicitaron su ingreso Blanca de los Ríos y Carmen de Burgos, admitidas el mes de marzo del mismo año. Emilia fue también periodista y corresponsal en el extranjero, algo impensable para la mayoría de las de su género.

Hablamos hoy de una vecina con tantas dimensiones y una personalidad tan aplastante que cuesta encerrar su recuerdo en un texto tan breve. ¿Cuál es el rasgo más importante de Emilia desde la perspectiva de 2019? Cuando se lo planteamos a Noelia Adánez, elige la ambición:

Son tantas cosas...quizá me he quedado, después del tiempo dedicado a estudiar su figura y el recorrido del monólogo del Teatro del Barrio, con que sería su ambición, impropia de su condición de género en la España de entonces -me temo que lo sigue siendo también en la España y en el mundo occidental de ahora- que le hizo forjar una representación pública de sí misma atípica para la época y la llevó a lugares que no hubiera podido transitar si no hubiera tenido esa ambición impropia de una mujer de entonces. También ese rasgo hace que cueste relacionarse con ella, incluso con la perspectiva histórica, no es una mujer agradable, cuesta lidiar con su ambición, que pesa y a veces fue un lastre, pero la mayor parte del tiempo fue un motor de crecimiento personal y de forja de una personalidad histórica extraordinaria.
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