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Malasaña 2039: Centro por fin huele bien

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Antonio Pérez

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M. sabe perfectamente hasta dónde puede acercarse a la plaza del Dos de Mayo sin que se dispare la alarma del dispositivo de geolocalización que le instalaron tras la sentencia judicial en la que se le condenó a permanecer durante dos años alejado 1,5 kilómetros a la redonda del lugar en el que la policía local lo sorprendió infringiendo la ordenanza municipal que prohíbe orinar en la vía pública.

Da un paso más allá del límite que conoce para mostrar al periodista el funcionamiento del chip subcutáneo que lleva y un molesto sonido de sirena atrae hacia su persona las miradas recelosas del resto de viandantes. Si no volviera atrás en menos de 30 segundos pronto se vería rodeado de agentes municipales y, de inmediato, aumentaría su condena.

Recula y el silencio regresa. Entonces cuenta que considera excesiva la pena que se le aplicó en juicio rápido el día después de la madrugada de hace dos jueves, cuando la presión que sentía en su vejiga le llevó a arrimarse al muro del colegio público Pi i Margall, que da a la calle Daoíz, para aliviarse.

Alega que no sabía lo de la reciente entrada en vigor de las nuevas penas para las consideradas conductas incívicas y, resignado, indica que habría hecho falta una mayor y mejor comunicación sobre el cambio de legislación, así como un período de gracia durante el que se informara a los infractores de la condena que les correspondería, pero sin llegarles a castigar.

M. es una de las primeras personas a las que se les ha aplicado el plan municipal 'Ciudadanos Ejemplares' puesto en marcha con el objetivo de erradicar de una vez por todas una serie de problemas endémicos del centro de Madrid: suciedad, pintadas, ruido, botellón...

Según fuentes policiales, 652 personas han sido sancionadas durante el primer fin de semana de aplicación de la nueva norma. El ayuntamiento confirma otras tantas sentencias firmes de alejamiento y, además, aporta un dato que califica como “esperanzador”: no hubo infracciones durante el segundo fin de semana de aplicación del nuevo plan municipal, hecho que achaca al impacto que ha tenido en la sociedad la medida y a su correspondiente efecto disuasorio.

Veinte años han tardado las distintas fuerzas políticas de la derecha en lograr poner en marcha un plan pergeñado desde el minuto uno de su regreso al poder, tras el breve paso por el mismo de Ahora Madrid en el periodo comprendido entre los años 2015 y 2019.

En la práctica, lo que el nuevo plan significa es el establecimiento en los barrios de Centro de una especie de Madrid Central de la urbanidad, cuyo primer paso ya se ensayó hace un lustro con la expulsión del distrito de mendigos y 'sintecho', a los que se les aplicó seguidamente un sistema de control muy similar al de geolocalización usado ahora para vigilar el cumplimiento de las condenas por parte de los infractores.

Si por aquel entonces los últimos coletazos de los ya desaparecidos movimientos vecinales de la zona criticaron aquella decisión, hoy apenas se escuchan voces en contra de una medida que convertirá los barrios más céntricos de la capital en lugares inoloros, insonoros e incólumes.

Muy al contrario, éste ha sido recibido con entusiasmo por la Coordinadora de Propietarios de Viviendas Turísticas de Centro, el poderoso lobby que vela por la comodidad de los miles de visitantes de todo el mundo que llegan diariamente a la zona.

Del mismo modo, las comunidades de nuevos residentes, que desembarcaron en el distrito a principios de los años 20 con la oleada de promociones de vivienda de lujo que se comercializó  en estos barrios y que hoy constituyen casi su única presencia de habitantes fijos, también han aplaudido el plan.

Ambos colectivos venían presionando fuertemente a las autoridades en este sentido. No hay que olvidar que son estos recientes vecinos los que han permitido a los partidos conservadores hacerse fuertes en el distrito, toda vez que el vecino tradicional de Universidad, Justicia, Sol, Palacio, Letras y, en menor medida, Embajadores, se ha extinguido en los últimos años tanto por razones naturales como, sobretodo, por motivos económicos.

“Lujo, visitantes y olor a pis no casan bien”, declaran ufanos desde el Consistorio, sabedores también de la importancia que para el turismo, motor económico número uno de Madrid, supone encontrarse bonita y limpia esa casa de todos que son las calles del centro de la ciudad, ahora perfectamente instagrameables.

Bluemad

Pues no llegar a ese extremo, pero está claro que la poca parte de la población incívica hace mucho daño.



Por lo que implantaría un carnet por puntos de civismo (similar al de conducir) y si te quedas sin puntos pierdes derechos como acceso a subvenciones, etc.... Triste, pero es la única forma.



Y la población cívica no pondrá ninguna pega ni queja porque saben que no se quedarán sin puntos.
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