Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Los pozos de nieve: cuando medio barrio fue un nevero

Luis de la Cruz

0

Cuando en 2001 se estrenó la película Juana la Loca, muchos espectadores pusieron el grito en el cielo cuando, como causa de la muerte de Felipe el Hermoso, apareció en pantalla un recipiente lleno de cubitos de hielo. La razón no eran las dudas históricas sobre la causa de la muerte del monarca, que según la versión más conocida habría muerto por beber agua muy fría después de jugar a pelota, sino más bien los cubitos mismos… que no existirían hasta siglos después.

Sin embargo, desde muy antiguo se han refrigerado alimentos y bebidas con nieve. En el barrio tenemos, como vamos a explicar, una importante tradición de neveros.

Las primeras noticias que se tienen de almacenes de nieve son de China en el siglo XI a.c.. Por Marco Polo sabemos de la existencia de vendedores callejeros de helados allí incluso. La costumbre fue extendiéndose hasta la Grecia clásica, donde se transportaba la nieve del monte Olimpo y otras cimas para refrescar el vino. Se dice que el primer helado que tomó un occidental en la Edad Media fue ofrecido por Saladino a Ricardo Corazón de León en el contexto de las Cruzadas, en el 1190. Con ligeras variaciones, en todos los tiempos y lugares se utilizaron aljibes subterráneos para el almacenaje.

En Madrid el hielo se había venido consumiendo sobre todo como artículo de moda en la corte y por las clases altas. En 1607, el catalán Pedro Xarquíes propuso al rey establecer un Mercado del hielo. Le fue otorgada licencia y empezó entonces a traer la nieve de El Real del Manzanares (sierra del Guadarrama).

Los pozos empezaron a construirse ese mismo año (1607) y ocupaban terrenos extensos desde la actual Glorieta de Bilbao hasta la calle Barceló. La puerta de Bilbao fue conocida durante mucho tiempo como “de los Pozos de nieve”, porque por allí llegaban las recuas cargadas de nieve a la ciudad. La nieve debía entrar siempre por esta puerta, según estaba reglamentado, con el fin de evitar que pasase “nieve de contrabando” que no pagase los impuestos establecidos. Una vez muerto Xarquíes continuaron con el negocio sus herederos.

La venta de la nieve se hacía en una serie de puestos que, en un principio, se establecieron en los zaguanes de grandes casas

al cuidado de los criados de éstas. Más tarde, los puestos estaban en locales o en medio de la calle. En los primeros años había dos puestos, uno en la Puerta del Sol y otro en la plaza de los Herradores, pero pronto fueron proliferando por toda la ciudad.

El entramado de pozos eran en realidad una serie de cuevas artificiales y piscinas donde se guardaba la nieve mezclada con paja y el uso primordial que se le daba a ésta era la de enfriar bebidas. Esta nieve mezclada con paja no se echaba tal cual a la bebida normalmente, sino que se introducía en cápsulas.

La cercanía de los pozos de nieve convirtió la zona en un lugar muy concurrido a la llegada del buen tiempo. Al principio se hablaba de agua de nieve, que era nieve derretida con la que se elaboraban sorbetes o garrapiñadas, que es como se llamaba al helado.

En 1786 se inicia en Madrid la venta de horchata, que se ofrecía en portales, y los alrededores se llenaron de puestos ambulantes de agua de cebada y limonada. Luego estaban, por supuesto, las muy madrileñas botillerías.

Para fabricar los helados se mezclaba la nieve con sal y se removía “a fuerza de brazos” -como se explica en El castigo de la miseria de Maria de Zayas – en una vasija con el liquido que se quería congelar.

De datos recogidos por Madoz puede deducirse que el consumo de nieve en Madrid a mediados del XIX era de 110.000 arrobas anuales, es decir, de 1.265 toneladas. Tocaban a unos 5 kilos de nieve al año, que estaban debidamente grabados y constituían un importante ingreso para el consistorio, a pesar de lo generalizado del fraude.

En 1834, un ingeniero estadounidense, Jacob Perkins, patenta una máquina que consigue hacer hielo refrigerando con éter. Antes de esto ya habían surgido primitivos frigoríficos que no eran otra cosa que arcones de madera donde se iba metiendo hielo. Después aún aparecieron sucesivos inventos, hasta que en 1919 la marca Kelvinator lanzó al mercado el primer frigorífico, que aún tardaría bastantes años en llegar a España.

En Madrid, a estas alturas, la utilidad de los pozos de nieve ya había sido sustituida por las fábricas de hielo industrial y los pozos se cerraron en 1863, desalojando espacio suficiente como para que naciera una nueva barriada: la que ocupan hoy las calles Mejía Lequerica, Apodaca, Barceló… Durante las interminables obras de remodelación del Museo de Madrid ha aparecido una parte de la noria de los pozos de nieve.

¿No hubiera sido un bonito asidero para la memoria que esta zona se hubiera llamado Barrio de los Pozos de nieve?

Etiquetas
stats