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Larra 13, calidad en el restaurante de los Borbones italianos

Detalle floral mesa_Larra 14

Malasaña a Mordiscos

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¿A que no adivináis por qué se llama así este restaurante? Bueno, os dejo pensando que sé que se os da muy bien los domingos in the morning. La solución está al final y os decepcionará si habéis pensado mucho.

Ya hacía tiempo, desde que lo inauguraron, creo el año pasado, que tenía ganas de ir a este sitio. Me llamó la atención su carta, similar a la de los restaurantes clásicos de mi infancia. Y, además, ofrecían un buen descuento (el 30% sobre el precio de la carta) en el Club Kviar, así que mejor que mejor.

Para acompañar esta estancia burguesa y nostálgica os dejo algo de música de esa que escuchaba cuando era ídem (ambas).

https://www.youtube.com/watch?v=DSjB3XmW30w

Sobre el local, deciros que nunca pensé que un semisótano pudiera resultar tan francamente acogedor. Al bajar por la escalera de entrada se encuentra una zona de barra para picotear (tienen carta ex profeso) y luego hay dos salas. Nuestra sala tenía colores claros, varios tonos de marrón, blanco y accesorios decorativos dorados. Clásico pero con toques modernos. Lo moderno serían las sillas Eames DSW, que tan de moda están ahora, pero que en realidad vienen de 1950, cuando Charles & Ray Eames las diseñaron con un concepto muy IKEA “Getting the most of the best to greatest number of people for the least”. También las lámparas, una simple lámina soldada creando un círculo brillante con cadena, resultan modernas a la par que tienen su toque retro (la cadena, de lámpara medieval, de mesones, aquí se convierte en algo fino, elegante). En la foto no se ve pero también tenían dos espejos, no gemelos pero parecidos, de pan de oro preciosos, parecían sacados de un palacio.

Al sentarnos M. y yo en la mesa, M. observa en la pared de al lado algo que le hace poner los ojos pequeñitos, esos ojos de quien no ve tan bien como desearía. Seguimos hablando, sobre el restaurante, nos agrada su presentación, pero M. está en su particular lucha con su visión… “¿No es el Vesubio?”, me dice en medio de una conversación que no tiene nada que ver. Pues sí, 5 grabados, probablemente extraídos de algún libro antiguo, del Vesubio y de Nápoles. Un dato: M. es napolitano, bueno ischitano. Le comento que participan en la propiedad del restaurante dos hermanas, Claudia y Cecilia Maldonado Borbón-Dos Sicilias. De ahí Nápoles, de ahí los espejos palaciegos.

La monarquía, en general, y los Borbones en particular, ahora son temas muy controvertidos. Evidentemente las épocas cambian, pero su historia es larga y tiene momentos para el recuerdo en el mejor de los sentidos. En Nápoles son queridos y apreciados. Carlos VII de Borbón (Carlos III de España) llegó a reinar en Nápoles, tras vencer a los austriacos, con un gobierno reformista y grandes mejoras para la ciudad. Entre los muchos avances para Nápoles que supuso el gobierno borbónico se pueden destacar: el segundo tramo de ferrocarril, el primer sistema de iluminación pública, el primer observatorio geofísico o el primer teatro lírico (aún activo) del mundo. De esta forma los Borbones se ganaron el favor del pueblo, que aún hoy los recuerdan con nostalgia. Tras la toma de la ciudad por Garibaldi y sus Camisas Rojas, Nápoles comenzó un declive, en cuanto a poder y reputación, que todavía en la actualidad es vigente. La Unificación de Italia supuso para ellos un mazazo histórico que los borró prácticamente del mapa de influencias del Bel Paese, consiguiendo el Norte la primacía. Los napoletani recuerdan su época como Reino de las Dos Sicilias como algo glorioso y actualmente se refieren a ello con orgullo y con cierta indolencia frente a un presente que se les escapa de las manos. La añoranza del pasado y la rabia frente al Norte no les permite, tal vez, vivirlo como debieran.

Y de ahí ese aire clásico y los detalles, como ramos de flores frescas en cada mesa, doble mantel, servilletas de gran tamaño y buena tela y la excelente atención del personal.

Bueno, bueno, para beber, en la carta de vinos encontramos también grandes clásicos: Taittinger, Enate, Muga, Ramón Bilbao, Marqués de Murrieta… Y yo estoy en la duda entre un tinto, Luis Cañas, que no conozco, o un cava. Finalmente me decanto por el cava, también desconocido para mí, Cava AT Roca Brut Reserva (18 €). De burbuja fina, delicado sabor cítrico pelín goloso, es un cava sencillo, sin pretensiones, que se deja beber. Y no produce resaca, al día siguiente pude tirar pelotas fuera de la pista sin parar, como es mi costumbre (para hartazgo de E.), en clase de mi deporte favorito (juis, si es que dichas palabras, juntas, según mi concepción de la vida, tienen algún sentido). Pedimos agua y se me olvidó decir que fuera jarra (fallo) así que nos sirvieron ½ litro en botella (2,75 €), creo que era Solán de Cabras.

Entre tanto nos traen un aperitivo de picos, muy ricos, de horno de leña, rústicos y, para mi gusto, más sabrosos que los picos típicos, con unas lonchas de jamón ibérico no excesivamente curado, ni bien cortado, pero de agradable y delicado sabor a campo, a frutos secos. Comento que me gustan dichos picos a M., pero la persona que nos atiende lo escucha y, amabilísimo, nos sirve más en un platito al tiempo que trae la cesta con dos panes recién horneados, uno de varios cereales y otro de trigo normal.

Miro la carta y vuelvo 30 años atrás, cuando viajaba con p. y mis hermanos e íbamos a restaurantes, de este estilo, por ahí: chuletitas de cordero fritas o a la plancha, delicias de merluza a la romana, rape con salsa de nécoras, rodaballo salvaje a la bilbaína…  Pero tienen muchas más cosas, no solo eso. Y, realmente, no es viejunismo es solo una continuación de algo que se ha perdido en determinados ambientes pero que siempre ha pervivido en otros y, como suele suceder en cuestiones sociales, la transversalidad brilla por su ausencia.

Para compartir me decido por blinis de brandada de bacalao y tapenade de aceitunas negrastapenade (14 €). La tapenade, ya sabéis, es esa crema de aceitunas negras provenzal a la que se le añaden otros ingredientes para darle gustico (véase ajo, hierbas aromáticas…), por lo que tapenade de aceitunas negras es un pleonasmo o alguna figura retórica similaris. Los blinis son esas tortitas de origen eslavo hechas con harina y que las gentes del Este disfrutan con ahumados y nata agria. La brandada, creo que esta ya la conocéis, es una elaboración del bacalao con el mortero de forma similar al alioli (el cual parece ser su origen) y cuyos ingredientes son los mismos de este último más bacalao hervido. Eso sí, se le pueden añadir más cositas, según gustos. Bueno, hechas las presentaciones, este plato iba acompañado de mezclum (mezcla de brotes) con pimiento rojo asado, rico, con sabor a pimiento, no parecía en conserva, sino como el que asarías en tu casa. La brandada resultaba muy cremosa, creo que le habían añadido nata para conseguir dicha textura, sino suele resultar más amarilla y densa. Para mi gusto le faltaba algo de sabor y la tapenade no aportaba tampoco el contraste pertinente. Resultaba agradable, delicada, pero yo soy de gustos más intensos.

Para continuar elegimos tartar de atún rojo de almadraba (22,00 €). Sí, lo sé, nos estamos cargando la población de atún rojo y, por eso, desde el día que lo comí llevo un cilicio que me quitaré tras una semana de penitencia. Sea como sea, estaba realmente fantástico. Cortado en taquitos y marinado con semillas de mostaza, soja y una pizca, creo, de canela. La intensidad de la carne del atún, su grasa, el sabor a mar con el punto dulce-salino de la soja, ácido-picante de la mostaza (y su estructura explosiva) y el retrogusto caneloso, deliciosérrimo. Iba presentado sobre un fino lecho de aguacate, cebolla roja y tomate en mirepoix (es decir, daditos) y acompañado con dos rodajitas de lima por si deseaba uno condimentarlo algo más. Encima llevaba “caviar” de aceite de oliva que aportaba un plus de textura (también explosiva) al conjunto y, una vez roto, le daba continuidad y untuosidad a la mezcla.

Seguimos con un entrecot de lomo de buey a la parrilla (27 €). Excelente carne roja al punto, textura interna esponjosa y exterior braseado con escamas de sal dando un punto crujiente. Excelente calidad y tratamiento. De guarnición patatas estilo puente nuevo, es decir, grandes bastones con dos frituras, primera lenta para hacer que el interior resulte como si fuera hervido y segunda fuerte para dejar el exterior crujiente, ricas, diferentes y auténticas. Y, también para acompañar, un pequeño suflé de verduras, delicadísimo y con el suave dulzor propio del calabacín y la zanahoria. Sabroso, muy sabroso.

Para finalizar, tarta estrella Larra (7,20 €), para los muy chocolateros, densa crema estilo brownie tradicional americano, de profundo sabor a chocolate negro con trocitos de naranja finamente confitada para introducir un agradable matiz amargo y dulce.

Humbert I me mira y me suelta “estamos en primavera y me siento enamorado de todo”. “Uh, ¡qué bien! Me alegro por ti”, le digo, pensando “ya empezamos con el rollo del romanticismo, lo bucólico y todas estas historias”. “Es todo taaaan bonito en primavera, me enamoro de las flores, del aire, de la vida, me siento romántico, desearía regalarles flores a todas las ovejas y las cabras”, comenta embelesado. “Fenomenal, me congratula oírte”, le comento pensando ya que insistirá e irá directo a por mí. “¿Y tú, tú no sientes que la primavera nos hace mejores, más leves, más delicados?”, me dice extasiado consigo mismo. “Pues no, para mí la primavera significa que se acerca el verano, la primavera es que comienza el calor, el cual no soporto, y que la gente más cuentista me viene con sensiblerías que no tienen sustento en sus realidades”, afirmo toda orgullosa (tipo pavo rial, como la canción de El Puma). “Esa actitud tuya solo te va a traer pesares”, me dice condescendiente a la par que asqueado. “Vale”, le respondo y me quedo pensando.

Bueno, deciros que la cuenta salió, en total, 94,95 € pero como habíamos reservado, ya os comenté antes, con Club Kviar, en total el precio fue 73,07 €, más que bien para la calidad de los alimentos, el servicio y decoración. Se me olvidaba, cobran 2 €/persona por cubierto.

Recomiendo totalmente este sitio para el que busque un lugar con una oferta gastronómica clásica y de calidad, decoración agradable, trato cercano y detalles. Además, cada un cierto tiempo, organizan jornadas de productos. Ahora estaban las de Bacalao Skrei en las que, por 38 €/menú, puedes disfrutar de este ingrediente elaborado de diversas maneras.

P.S. Las fotos han salido bastante mal, mis disculpas.

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