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Somos Malasaña

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Texto: David BarreiroDavid Barreiro | Ilustración: MonoperroMonoperro

El otoño había llegado antes de lo previsto a la Plaza del 2 de mayo y a las cuerdas de su guitarra. Se sentó en una de las terrazas abrigado del viento racheado con un sobretodo negro y pidió una cerveza. Sabía a ayer. Echó la mirada atrás, cuando Malasaña lo había acogido con su frenética calma y sus noches soleadas y sus librerías sin clientes y sus callejones abiertos de par en par. Frente a él, un niño se balanceaba en un columpio rozando los pies en la arena, una arena de obra, no de playa. Su padre hojeaba el periódico y fumaba un cigarrillo de plástico. Todo había pasado en un instante. Tras aceptar aquel trabajo como responsable de subcontratación en una ingeniería química dejaron de ensayar todas las semanas. Sería sólo al principio, un par de meses. Pero el principio se dilató y dejaron de dar conciertos, de verse, de compartir sonidos en aquel ático de Velarde. Buscó un piso mayor, un poco más alejado, y después otro, y otro. Y así pasaron veinte años sin volver a pisar aquellas calles.Plaza del 2 de mayoMalasañaVelarde

Apuró la cerveza y caminó por la Palma hasta la tienda de discos. El dependiente lo saludó con un levísimo movimiento de cabeza.la Palma

– ¿Tienes algo de Los nimios?

No contestó, pero se levantó y desapareció en un pequeño almacén. Cinco minutos más tarde salió con el vinilo en las manos. Le costó reconocerse en el muchacho que lo miraba desde la fotografía de la portada. A su lado, ella mostraba toda la belleza de la juventud en su sonrisa. Quién sabe qué habría sido de su vida. Pagó y salió. En la puerta, tropezó con un chaval que entraba.

– ¿Quién cojones era ese? –preguntó el joven al dependiente, aún trastabilllado.

– Una sombra –respondió.

Dos ilustres vecinos del barrio han unido aquí sus talentos para ofrecer, en

exclusiva para los lectores de Somos Malasaña, este inédito relato y lailustración que lo acompaña

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