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La historia de una foto que los comerciantes de Malasaña hicieron suya

Luis de la Cruz

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Leila Amat vive sobre el Siroco y pasa los días en los cafés de Malasaña (Pepe Botella o Manuela). Aquí transcurre la mayor parte del tiempo, paseo arriba, paseo abajo, con sus perros Milka yMenta, por la plaza del Dos de Mayo o las Comendadoras. En varios locales del barrio, como El Café La Palma, el desaparecido Con-Sentido o La Intrusa, han vivido también sus fotografías. En otros, como Espíritu23 o La Íntegra, ha hecho talleres.

La semana pasada hablamos con ella para que nos contara la historia de Lorena, eléctrica, su última foto – entonces a punto de realizarse –, un proyecto al rededor de la luz muy especial para ella y con toda una historia de solidaridad barrial detrás.

174 bombillas, una encina y los comerciantes de Malasaña

174 bombillas, una encina y los comerciantes de Malasaña

Leila no hace fotografía para captar la realidad sino para crearla. Sus fotos son eminentemente artísticas, muy pensadas y postproducidas. En ellas siempre salen personas -frecuentemente ella misma, que también es modelo- con un halo romántico. Gente integrada en un paisaje que ha quedado congelado en el momento preciso. Lo suyo no son las series: un proyecto es una foto.

La última fotografía que ha hecho tiene toda una historia detrás. Una historia malasañera. “Hace mucho tiempo que la tenía pensada, pero no veía la manera de comprar tantas bombillas”. Guillermo – su pareja – le propuso pedirlas por el barrio, y así es como Leila empezó a patearse los comercios de Malasaña en busca de bombillas, “encima de las redonditas, las que tienen forma de gota, que ya no se venden”.

La respuesta de los tenderos y dueños de locales del barrio ha sorprendido mucho a la fotógrafa. “Me ha llamado la atención que Malasaña es una pequeña comunidad muy abierta a lo artístico, en cuanto salía del barrio me miraban con desconfianza, ¿para qué las querrá? pero aquí unos comerciantes movilizaban a otros en busca de busca de bombillas para mi”.

Los locales que más bombillas han aportado son los nocturnos, “que tienen más tiempo encendida la luz”, aunque son muchos los que han donado bombillas. Leila querría que luego

se reutilizaran, “me gustaría que rulen para otras acciones”. Excepto 38 bombillas, que tiene que devolver. La historia de estas – las únicas que funcionan – también es curiosa. Leila se encontró en el barrio a un conocido de la productora de El Cosmonauta, que le dijo que alguien se había llevado 38 bombillas al cerrar la productora...y tirando del hilo llegaron hasta ellas.

Cuando terminamos la entrevista con Leila se encamina en busca de la veintena de bombillas que aún le faltan para llegar a su objetivo del centenar. Después irá a Ávila a hacer la foto que ocupa su cabeza, llueve o truene. “Estaremos allí con las bombillas, esas encinas centenarias y haremos la fotografía aunque llueva. Sería la primera que hago bajo la lluvia”. Finalmente sabemos que no llovió pero el viento haciendo chocar las 174 bombillas en el árbol se puede apreciar en la foto final.

Al rato vemos aparecer de nuevo, sonriente, a Leila. Entre los brazos sujeta una gran caja repleta de bombillas viejas de todos los modelos y tamaños. “Ya tengo de sobra, el otro día pasé por la tienda de bombillas de Manuela Malasaña y me dijeron que iban a buscarme las que tuvieran por ahí...¡menuda sorpresa cuando he llegado hoy!” Cosas de la vecindad.

* Making off de la fotografía en el blog de LeilaMaking off de la fotografía en el blog de Leila

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