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Juan de Dios: comerciantes, artesanos y vendedores de sexo

Luis de la Cruz

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La música del serrar de la vieja carpintería Soto, con sus puertas abiertas de par en par mostrando un bonito paisaje interior de herramientas y serrín, anima la minúscula calle de Juan de Dios, entre la Travesía de Conde Duque y San Bernardino.

El imaginario madrileño culpa del nombre a un agricultor que tuvo allí sus campos. Según la historia, este cayó en desgracia tras una gran tormenta y la sucesiva crecida del arroyo de Leganitos que arruinó sus tierras. Para más inri, quedó ciego y se vio avocado a pedir limosna en el Oratorio de San Leonardo y a vivir en una cueva de los alrededores. La calle lleva su nombre al menos desde mediados del XVIII, porque aparece en plano de Espinosa (1769).

Además de la citada ebanistería, queda en la calle algún otro negocio clásico como la fábrica de espejos o una peluquería de barrio. A su lado, otros más de estos tiempos, como un locutorio.

Echando la vista atrás y sumergiéndonos en los papeles podemos hacernos una idea de qué tiendecitas y vecinos hubo aquí alguna vez.

Nuestra primera visita es al Madrid de 1786 para imaginar, a través del Diario curioso, erudito, económico y comercial, la calle del bordador Antonio Suñol, que tenía “primorosas alfombras bordadas con matices, y trabajadas con retales unidos de todos colores, que también pueden aplicarse por tapetes para sillerías y un terno completo exquisito, bordado de seda a matices, con galones de oro, y fondo blanco; y todo lo vende con la mayor equidad”.

Encontramos también que hubo en el número 3 de la calle en la segunda mitad del XIX una fábrica de calderería y una refinadora de sal hacia 1871.

Se trata sólo de un par de ejemplos que hemos encontrado que recuerdan que en la zona proliferó la pequeña industria y la artesanía, aunque también abundaron seguro personas de servicio de las clases más pudientes radicadas hacia San Bernardo. Un par de ejemplos de anuncios de prensa.

En 1890: “Fina señora desea colocación con sacerdote o caballero solo, de cuidar de alguna casa; se prefiere fuera de Madrid. Por escrito J G. S., calle Juan de Dios, núm 7, 2.°, derecha”. O este otro que parece el mismo pero es de cuarenta años después: “Señora formal, buenos informes, sabe de todo, serviría a uno o dos sacerdotes o seglares. —Calle Juan de Dios, 7, sastre”.

En Juan de Dios abrió también en 1978 el primer sex-shop de la ciudad (por sólo tres meses le quitó otro de Barcelona el mérito de ser el primero de España). La prensa del momento da fe de que no todo ha subido desorbitadamente de precio en estos años, ya se sabe que los bienes cuando son escasos cuestan, y las manifestaciones del sexo lo eran en aquella España:

“La tienda lleva abierta apenas dos semanas y su aceptación ha sido considerable. Así, una de las cremas citadas puede costar entre cuatrocientas y ochocientas pesetas, pero las películas pornográficas, que se están vendiendo «como churros», oscilan entre las 2.500 y las 5.000 pesetas”.

La callecita, que tiene el honor, como otras vecinas, de salir citada en el Miau de Pérez Galdós, es apenas un nexo escueto de unión entre otras y, sin embargo, allí también cabe imaginar muchas historias a su paso.

H. pistachezzz

miles de GRACIAS¡¡¡
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