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Joyería-Relojería Garrote: “A la juventud no le gusta el oro ni la plata”

Inmaculada Garrote, arreglando la correa de un reloj en la joyería familiar | SOMOS MALASAÑA

Antonio Pérez

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Del rico pasado comercial de la calle Pez, hace años una de las arterias principales de Madrid capaz de competir hasta con Gran Vía, sólo queda el recuerdo. Tanto es así, que de no mediar abundante material fotográfico al respecto, muchos creerían que ese ayer incluso podría ser, en realidad, leyenda. Hoy, “Pez se ha convertido en una zona de baretos”, sentencia Inmaculada Garrote, actual propietaria de la Joyería-Relojería Fernando Garrote, negocio familiar que abriera su padre allá por 1950 en la citada vía y que ahora subsiste en Andrés Borrego, una perpendicular mucho menos transitada.

Hablando con ella, protagonista junto a su negocio de esta segunda entrega de 'Supervivientes', la serie de artículos que estamos dedicando al pequeño comercio de proximidad que resiste en Malasaña, recordamos, además, que hubo un tiempo en el que este tipo de establecimientos no sólo proliferaban a pie de acera, sino que en ciertas calles principales crecían también en las alturas. “Era algo habitual sobre todo en negocios de artesanía y de confección. De hecho, mi padre, instaló su taller-escuela de joyería en un tercer piso del número 16 de Pez, donde contaba con 10 aprendices. Allí permaneció hasta 1981, cuando el dueño del edificio decidió venderlo y fue echando a todos los inquilinos con la falsa excusa de que el inmueble amenazaba ruina”.

“Joyero-constructor”

“Joyero-constructor”

Fernando Garrote se inició en el oficio a los 13 años como aprendiz en una empresa de joyería del barrio y antes de independizarse estuvo, incluso, montando perlas para la exclusiva casa Aleixandre en el domicilio donde vivía con sus padres. Se definía como “joyero constructor”, título que hacía constar en sus tarjetas profesionales y, aunque supo y tuvo que adaptarse al paso del tiempo incorporando trabajos de reparación de relojes y de venta de plata y de género de otras firmas, lo suyo siempre fue la creación de joyas y un trabajo fino de restauración de piezas valiosas bien valorado por la cantidad de fieles clientes que acumuló a lo largo de su trayectoria profesional, muchos de cuyos descendientes ha heredado su hija, en el negocio familiar desde 1982.

Las viejas herramientas y el mobiliario utilizado por Fernando se conservan y siguen siendo utilizados tanto en la parte de taller como en la cueva de la actual joyería que, sin embargo, tiene hoy en la venta de pilas de reloj y en la reparación de estos su principal fuente de ingresos. “El tiempo en el que a esta zona venían clientes de los pueblos de los alrededores de Madrid, muchos de municipios de la sierra, hace mucho que pasó; la aparición de los centros comerciales en las afueras fue el inicio del declive y las grandes colas que se formaban a las puertas de establecimientos como el nuestro son hoy difíciles de imaginar. El cliente buscaba especialización y calidad y las zapaterías, sastrerías, ebanisterías, industrias de bolsos (Ramos) y de cartonajes (Sevilla) que se daban cita en pocos metros se lo ofrecían. En la época de Navidad todos nos veíamos obligados a abrir hasta la medianoche para tratar de atender a tanta gente... y, por ejemplo, nosotros enviábamos por carta más de 700 felicitaciones navideñas todos los años a los clientes fijos que teníamos”, rememora Inma Garrote.

(En Pez hubo comercios como La Pelota de Goma (en el 27), el Arca de Noé (la tienda de los cabezudos), La Cervantina (en el 21), la Pasteleria Barquin, la platería Lo-Pez, la peluquería Zarana, muebles Roa, almacenes Asturias, el Cine Pez (hoy el teatro Alfil), la Perfumería Basanta, Confecciones Rico, la Sastrería Vargas, Columba…)

20 años de progresiva cuesta abajo

20 años de progresiva cuesta abajo

“Hoy en día a la juventud no le gusta el oro ni la plata. Además de de vender pilas de reloj y de repararlos nosotros vivimos de quienes, pese al paso del tiempo, siguen confiando en una fama que nos hemos ganado a lo largo de los años. No hay tampoco muchos sitios donde llevar a arreglar joyas y otros objetos valiosos con la garantía de que se realizará un buen trabajo. Nos siguen llegando encargos de ese tipo y de lugares tan dispares como Puerto Rico, Florida o Australia, sitios donde han ido a parar descendientes de antiguos clientes que, muchas veces, vuelven a enviarnos joyas familiares que creamos para ellos o que ya arreglamos en su día”.

Fernando Garrote murió en 1997, quedando al frente del negocio su mujer, Úrsula Bravo (Suly Garrote), pieza fundamental de la empresa, llevando toda la administración y gestión de la misma, desde sus inicios y hasta el mismo momento de su fallecimiento, a los 93 años, el pasado mes de abril.

Tras Inmaculada Garrote la joyería no tendrá continuidad, si bien hasta su jubilación aún restan bastantes años en los que espera que al negocio le quede cuerda: “Esto va cuesta abajo desde que se inició el siglo, pero va. Son 20 años de declive sostenido propiciado por la llegada del euro, la subida del precio del oro, la desaparición progresiva de los clientes antiguos, la proliferación de centros comerciales, las restricciones a la entrada de vehículos...”

Como buen comercio de proximidad, con mimbres de los de antaño, en la joyería-relojería Garrote no faltan las improvisadas tertulias diarias que se montan entre propietarios y parroquianos, sillas mediante y, a poco que se dé bien la cosa, con viandas compartidas incluidas. “Aquí hacemos repaso de la actualidad del barrio. No cotilleamos, sino que nos ponemos al día de todo lo que sucede en el entorno”, aclara una de las vecinas fijas que participan en estas reuniones.

(Pincha sobre cada una de las imágenes para verlas ampliadas)

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