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Gumbo, puente aéreo a Nueva Orleans

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Malasaña a Mordiscos

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Gumbo, que no Jumbo (el avión), es un caldo con arroz y otros ingredientes típico del estado de Luisiana y colindantes y, además, el nombre de un restaurante, situado en Calle del Pez, donde se cocinan recetas típicas de Nueva Orleans. Que sepáis que en dicha ciudad lo más característico es la cocina criolla de Luisiana, es decir, la cocina preparada por gente nacida en EE. UU. pero descendientes de europeos (españoles y franceses) cuyo resultado es una mezcla de influencias francesas, españolas, caribeñas, africanas y estadounidenses.

Pues allí fuimos m., M. y yo, a disfrutar de aires sureños. Hacía años ya había visitado este restaurante con E. y me había parecido original. Bueno, vuelvo al presente, allá llegamos y nos encontramos con su dueño, Matthew Scott, conocido cocinero para aquellos que tienen el dinero y/o el tiempo para disfrutar de TVs de pago (m.), véase su presentación en canal cocina. Nos ofrece una mesa, solicitamos una variación de configuración de la misma, no nos entendemos, llegamos a un acuerdo tras momentos de tensión y, finalmente, nos sentamos tras miradas torvas, pacificadores y luz de luna. El comienzo promete… al menos desde el punto de vista psicológico (¿quién anda ahí? ¿vienes a por mí?).

El local es curioso, tiene una iluminación agradable, tonos azules, espejos, aires del Mississippi y música de fondo de radio americana, algo así. Hay un detalle en una cristalera que da a la calle que me deja impactada, lo podéis ver en la foto 2 del díptico. Siempre he sido partidaria de incluir algún toque kitsch en la decoración pero no sé si me atrevería con un despliegue de medios en forma de pollo y calabaza inflable tan, tannnn, taaaannnn, taaaan, no sabría decir. Es algo entre el “porno plástico” (me recordó a esas muñecas inflables de cuerpos turgentessss) y la comida esa japonesa de pega, con sus colores y sus detallitos. Dalí le hubiera dedicado un cuadro a este bodegón desangelado a la par que extravagante.  

Para beber, solicitamos jarra de agua, y sí, ¡nos la dan y no nos cobran el servicio (ni agua ni pan) todo un detalle ecológico y económico! En cuanto a líquidos alcohólicos, m. es adicta a la uva riesling, así que nos decantamos por un Dr. Loosen (18,75 €), rico vino del Mosela, frutal, fresco y con un particular toque mineral. Nos ponen de aperitivo unas nueces caramelizadas saladas que dejan un aroma de fondo que nos resulta conocido pero no logramos descifrar... mondo difficile!

Pedimos de primero tomates verdes fritos con salsa remoulade y gambasremoulade (8,75 €). Los tomates verdes están firmes y crujientes, la fritura es excelente. La salsa remoulade que acompaña los tomates es una derivación, de la cocina de Luisiana, de la versión tradicional francesa cuya mezcla principal es mayonesa y mostaza y a la cual ellos añaden ketchup y varias especias que le dan un mínimo toque picante. Le va estupendamente a los tomates. Las gambas no las vi, a lo mejor ya estaban en sus aposentos, tal vez no era hora de visita. Un plato muy logrado y diferente.

m. tenía muchas ganas de conocer los famosos cangrejos de caparazón blando, así que eligió cangrejo de caparazón blando con salsa meunieremeuniere (16,50 €). Yo ya los había probado en NYC, los habíamos comprado en el precioso mercado de la Grand Central y los habíamos recalentado en una sartén haciendo saltar las alarmas del apartamento por 2ª vez -¡FIRE FIRE! ¡FIRE FIRE!- ahora ya estaba preparada para actuar: abrir ventanas, sacar la toalla y hacerle la ola al humo, así el monstruo gritón del detector de incendios se callaba… la primera vez me había traumatizado totalis. Nunca entenderé esos detectores de incendios que se ponen como locos para que no les haga caso ni flus y que sirven, principalmente, para poner histérico al que está dentro del apartamento. ¡Qué rarito es todo! Bueno, pues eso, m. probó los famosos cangrejos de caparazón blando: fritura excelente, gusto a…. ¡calamar! Yo no recordaba que supieran así, es más, creo que los que yo había tomado no sabían especialmente a calamar, pero estos sí. Sabían a calamar aunque eran cangrejos, es como si te tomas una pera y te sabe a manzana, es algo raro, pero que tampoco está necesariamente mal. Iban acompañados de un arroz, supuestamente especiado, bastante atroz. Ese tipo de arroz que permanece inalterable aunque lo tengas hirviendo diez días, que podrías meterlo en la olla a presión y nunca se rompería, sí, ese arroz, con varias especias pero que no absorbía el sabor, porque ese arroz es muy suyo, es totalmente impermeable a todo lo que pueda suceder en su entorno, se podría decir que es un arroz asocial.

M., por su parte, elige cerdo en salsa barbacoa con pan de maíz (16,50 €), es carne de cerdo deshilachada con una agradable salsa barbacoa, con su punto dulce y su toque picante (poco, yo esperaba más en este tipo de cocina). Sabrosón. El pan de maíz es un poco pesadote, sabe algo a maíz, es denso y un poco excesivo en cuanto a cantidad. Yo me hubiera decantado por más carne y un bocadito de pan de maíz. También llevaba de guarnición una ensalada típicamente alemana de col, zanahoria y mayonesa de lo más vulgar (en el Lidl hay una igualita), para aportar el contraste fresco al conjunto.

Yo opto por mero y langostinos creole con salsa suave de tomate y especiascreole (16,00 €). El mero y los langostinos están frescos y en su punto de cocción, la salsa suave de tomate y especias al estilo criollo resulta, para mi gusto, demasiado suave, tal vez debería tener más especias. El arroz, de nuevo, un tipo asocial.

Para finalizar, nos damos un homenaje dulce, bueno, dos. M. elige el banana cream pie con chocolate y caramelocream pie (6, 50 €). Su base está hecha de galletas y luego lleva otra capa interna con galletas, el relleno es una crema con un marcado sabor a plátano y, por encima, presenta sirope de chocolate y caramelo decorando. Es contundente pero sabe realmente bien, está perfectamente elaborado, la textura es agradable y el plátano tiene un papel protagonista. m. prueba y reprueba, parece que le gusta…

Yo, a lo mío, es decir, al chocolate, elijo un brownie con helado de vainillabrownie (6,75 €). Me estoy haciendo especialista en brownies, en todos los sitios los ponen como opción chocolatera (¡sería bonito que ofrecieran también otras cositas!). Bueno, en este caso, es absolutamente propio, ya que es una receta norteamericana y la hacen como se hace en EE. UU. no como se hace aquí. Nuez, chocolate intenso y una buena capa de crema de chocolate que consigue placar mis ansias de este placebo al menos por 1 día, ¡hurra! Va acompañado del típico helado de vainilla, en este caso de calidad y de… ¡Los Humberts Boys!, que me dicen, cantando con voz grave a ritmo de jazz: “the human desire for food and sex is relatively equal. If there are armed rapes, why should there not be armed hot dog thefts? Ignatius Reilly dixit.” Les digo que el robo a mano armada de hot dogs pienso que ya debe estar inventado. Contestan “bueno, pero teníamos que decir algo de un autor nacido en Nueva Orleans, para demostrar que somos intelectuales”.  Lo siento pero para el escritor y, sobre todo, para Ignatius pienso que estaríais en el lado de los necios… –les comento, sin acritud. Se enfadan, se van airados.

En resumen, la cocina que ofrece Gumbo es original, el ingrediente fundamental, es decir, la materia principal de los platos está bien elaborada y es de calidad, las guarniciones fallan. Las raciones son de buen tamaño y el local resulta agradable. Si quieres algo diferente, este es un buen sitio. Eché de menos más especias, picante y aromas afroamericanos, creo que está un poco adaptado al “uys, no, yo picante no” typical spanish.uystypical spanish

  • Gumbo (New Orleans Cuisine), Calle Pez 15, Tel. 91 532 63 61. Horario: de martes a sábado, de 14.00 a 16.00 y de 21.00 a 24.00; domingos de 14.00 a 16.00; lunes cerrado. Web: http://www.gumbo.es/ 
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