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Galería de Robles: breve pero intensa

Luis de la Cruz

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Poco más de cien pasos entre las calles de Monteleón y Ruiz conforman la Galería de Robles, recoleto rincón semidesconocido a una zancada de la bulliciosa Plaza del Dos de Mayo. En Madrid hay calles que son Pasajes, Pretiles, Carreras, Riberas, Correderas...

y Galerías. Esta de hoy es un paso más que un paseo, una trastienda exquisita del barrio sin aceras: los bolardos reservan un pequeño espacio al peatón, que de común prefiere tomar el centro de la calle de todas formas. Bonitas fachadas del último tercio del XIX y balcones engalanados con geranios o molinillos de viento adornan esta bonita calle también.

Existen pocos datos sobre el origen del nombre de la calle. En su web

José Flores Sánchez-Alarcos aporta algunas pistas:

“Existe tradición oral entre los vecinos de la calle de su posible urbanización, nada más terminar la contienda con los franceses, como galería, acceso o pasaje estrecho a unos talleres de fundición instalados en parte del solar ruinoso del antiguo cuartel. Tal vez su dueño tuviera el apellido Robles. O tal vez, como algunos suponen, el nombre le viene por estar abierta sobre los jardines del antiguo palacio, en el que se conjetura la posible existencia de algunos robles”.

Feli, que lleva sesenta años viviendo en la Galería de Robles, recuerda con nitidez “como en la calle hubo dos o tres carpinterías”. Recuerda también una fábrica de máquinas de coser durante muchos años, y en las esquinas con Monteleón “la carnicería, que llevaba toda la vida y que estuvo hasta hace poco, y una tienda de comestibles”. Hoy varios de los bajos se han convertido en viviendas , lo que confieren el aspecto residencial a la Galería de Robles.

De la tradición de las máquinas de coser en la calle desde antiguo da noticia la curiosa crónica de un importante incendio de finales del XIX, que afectó a casas de las calles de Ruiz, Monteleón y la que hoy nos ocupa:

“Una costurera que vivía en la Galería de Robles, temiendo que la máquina de coser, con la que se gana el sustento, se le quemase, la arrojó a la calle. Y es claro: no se le quemó pero se le hizo pedazos.”

Hablamos también con Alejandro Fuentes, que desembarcó en el barrio hace unos diez años con sus herramientas.

Luthier de cuerda pulsada, mantiene con su taller el recuerdo de cuando en la pequeña calle los bajos albergaban artesanos. En el local antes había -como Feli nos recordaba- una carpintería. Alejandro nos cuenta que Robles es una callecita agradable, salvo por las ocasionales suciedades provocadas por los dueños de los perros irresponsables; y tranquila, salvo cuando el poco tráfico rodado de la calle origina que los coches se queden atascados en las esquinas y comienzan a sonar los cláxones . Por su fisionomía, nos cuenta Alejandro, la calle debería ser peatonal.

Pocos lugares mejores que la galería de Robles podrían albergar un lugar pensado para el sosiego como el café Ajenjo, un delicioso espacio para la tertulia que abre a primera hora de la tarde sus puertas de madera,

un sitio para fotografiar y para vivir. ¿Has probado su tarta de zanahoria? Deberías.

La Galería de Robles es sin duda uno de los pequeños lugares desconocidos del barrio. Merece la pena mirar arriba, a sus balcones, respirar su tranquilidad, asomarse al Ajenjo o al taller de Alejandro, porque Robles es algo más que un agujero por el que se ve la calle de al lado.

Pedro Miguel Martínez Ráez

Y yo viviendo a la vuelta de la esquina...y cuando la atravieso lo hago sin mirar...Qué buenas crónicas.

Pedro.

Jesús Rodríguez

Me pongo nostálgico cuando veo o leo algo sobre mi barrio en general, y de mi calle en particular.

Aún recuerdo con cariño, cuando bajaba a comprar a las tiendas, todos me conocían porque era el hijo pequeño de la portera, y yo conocía a todos, sobre todo a los que pertenecían a la finca, porque mi madre me mandaba a cobrar los recibos de alquiler, y tenía que ir casa por casa y local por local; (en aquella época no existía la domiciliación bancaria), y era cometido de las porteras hacerlo, para liquidar mensualmente con el administrador o con el casero (propietario) directamente. Creo que el día que vuelva apasar por allí voy a echar de menos muchas cosas.
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