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Fragmentos de Michi Panero

Luis de la Cruz

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En los últimos tiempos Santiago (Michi) PaneroMichi, el menor de la conocida familia de escritores (su padre fue Leopoldo Panero –poeta señero del anterior régimen – sus hermanos, Leopoldo María y Juan Luis, conocidos poetas, y su madre, Felicidad Blanc, prometedora escritora apagada a la sombra de su marido) se ha puesto de moda. Nacho Vegas le reivindica en la biografía apócrifa El hombre que casi conoció a Michi Panero, otros popes de la modernidad cultural – como Fernández Maello - se han ocupado de su figura también. En realidad, desde el estreno de El Desencanto, en 1976, la intimidad de la familia Panero pertenece a la cultura popular – cinematográfica – de España.

Si El Desencanto supuso para toda una generación la metáfora de una España disfuncional, traumatizada por el franquismo, Después de tantos años (Ricardo Franco-1994), que nos muestra a un Michi Panero enfermo y decadente, ambienta la eterna revolución pendiente (otro desencanto) de quienes, como el pequeño de la familia, era un jovenzuelo en tiempos de la Transición en pana. De ambas fue auténtico impulsor el bueno de Michi, que es quien pronuncia la palabra desencanto en la única ocasión en la que sale en la película (el título fue más bien cosa de Chavarri y el productor, Elías Querejeta)

Todos los muchachos queríamos ser como Michi Panero,Con el clavel rojo, dulce mujer desnuda,Dulce amaneramiento.…La romería hasta Malasaña

Fragmento de un poema de Ignacio García pescado en internet

Perteneció a la estirpe de escritores malditos que pulularon por Malasaña, licuándose con la fauna noctámbula y haciendo de los bares mundo interior (como los Haro Ibars, Torrente Malvido o Leopoldo, su propio hermano). Durante aquellas noches de literatura libertaria se refugiaba – excepto cuando regentó su propio templo de La Movida, El Universal - en La Vía, El Pentagrama y otros bares de moda en el barrio.

Su gran sueño, siempre en clave muy irónica, era “dejar de ser un niño pobre, salido de un cuento de Dickens” y casarse con una millonaria como Bárbara Hutton para divorciarse pronto de ella, y desde luego no tener que escribir. Curiosamente, escribía muy bien, pero no fue nunca un escritor

Su amigo Enrique Vila-Matas

En la vida puedes ser de todo menos un coñazo. Michi Panero

Cumplió el guion que se le supone a un bohemio: hijo de buena familia, estudió en el Liceo Italiano, empezó varias carreras que no terminó (Filosofía, Políticas y Cine), se devoró la vida, fue escritor sin obra, amante de mujeres de bandera (casado con Paula Molina y amante confeso de Lucía Bosé), abandonado por algunos amigos y muerto prematuro.

Al final de sus días fue desahuciado de su casa familiar de la calle Ibiza por no poder pagar el exiguo alquiler de renta antigua. Vivió entonces en apartahoteles – hay quien dice haberle visto pedir – visitó a su hermano Leopoldo en Canarias (hace tiempo que vive allí en un psiquiátrico) y acabó sus días en donde había sido feliz de niño.

Era impertinente y caprichoso, dulce en privado. Cáustico en público, lleno de contradicciones, miedos y supersticiones...Era el rey de la nomenclatura, poseía un ingenio rapidísimo y unos rizos espléndidos en su pelo prematuramente blanco, un raro sentido de la elegancia y una fragilidad que le hacía peligroso como a todo animal asustado. ..Si tuviera que escribirle un epitafio diría “Aunque lo intentó, nunca hizo mal a nadie.

Marta Moriarty Un niño listo y malcriado. El Mundo, 17 de Marzo de 2004

Si caes enfermo y eres un vicioso la gente no te perdona Michi Panero

Michi murió de cáncer en Astorga en 2004, a los 51 años, empobrecido, deteriorado por la enfermedad y la vida. La antigua criada de la familia le llevaba, cuarenta años después, algo de comer cada día. Vivía con la ilusión de hacer una casa museo de Leopoldo Panero. La realidad es que vivía en una casa a medio derruir.

Las lágrimas construyen barrios de silencio.Lo mejor que puedes hacerme es creerte el personaje.

Astorga era un verano donde la casa temblaba de aburrimiento.

También de rasgadas caricias. Con umbrales transparentes. Sin límites.

Pedro Fernaud . Fragmento de Apostol del exceso

Mucho se ha hablado de él como escritor sin obra y vividor sin oficio. Es normal, se acopla al personaje, aunque en su vida escribió muchos artículos, hizo un serie de entrevistas radiofónicas a los viejos escritores de la generación del 27, volcó muchas energías en las películas sobre su familia… Dicen que siempre anduvo a vueltas con su biografía – vivencias no le faltaban - aunque nunca llegó a fructificar. Paradójico para quien ha dejado su biografía como legado. Ingenioso, cínico, seguramente de trato difícil. Una chispa progresivamente apagada que también alborotó alguna vez por Malasaña – en los últimos tiempos no, solo bebía ya agua - . “Éramos tan felices”, repetía en El Desencanto. Y producía tristeza.

Ángel

Hola. Con todo el respeto quería señalar que en el artículo hay varias imprecisiones.

Comentar solo, por no ponerme demasiado pejiguero, un par: Michi se llamaba Jose Moisés y murió en un ático, pequeño, pero normal y corriente, de Astorga.



Gracias y Salud.

Ángel

Ups. Aquí estoy otra vez para pedir disculpas a quien sea menester, después de comprobar (demasiado tarde, cielos) que Michi (también) se llamaba Santiago.





Salud again.

Luis de la Cruz

Hola Ángel, muchas gracias por tus puntualizaciones. Lo del nombre sí lo sabía, pero me temo que estaba en un error sobre el lugar de su muerte por una mala interpretación de lecturas (prensa más el libro Después de tantos desencantos). Lo dicho: gracias

Greta

Exactamente, José Moisés era su nombre. Después de marcharse de la casa de la calle Ibiza anduvo en casas de amigos hasta marchar a Astorga. Durante un tiempo vivió en casa de Soledad Puértolas. En Astorga vivió, como bien dice Ángel, en un ático. No sé si en sus últimos momentos seguía bebiendo como bebía, pero en los tiempos decadentes en la calle Ibiza, cuando vivía con su última mujer Sisita, se bebían ambos hasta el agua de los floreros. Luego ella se marchó y Michi terminó de caer en su abismo particular y elegido. Cuando íbamos a verle, a ayudarle con las lavadoras y adecentar la casa en lo posible, siempre me regalaba algún libro de su extensa biblioteca. El gabinete, como decía él, era lo más grande que tenía. Luego vendió todos sus libros, algunos de gran valor, porque no tenía un duro y él sabía que le quedaba poco tiempo. Me dedicó esos libros y al tiempo me di cuenta de que se inventaba las fechas y lo lugares de la dedicatoria. Él era así.
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