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Estampas de una huelga general desde la calle del Desengaño

Luis de la Cruz

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Estampa I. De la reclusión y la solidaridad

Estampa I. De la reclusión y la solidaridad

Anguiano, Saborit, Caballero y Besteiro vestidos de presidiarios al rededor de una mesa repleta de cartas de solidaridad llegadas de toda España. Tienen un aspecto que dista mucho del de los hombres públicos que son, rasurados a conciencia, Julián Besteiro sin sus proverbiales barbas, Largo Caballero sin sus bigotes de juventud. Los cuatro, el comité de huelga de la huelga de agosto de 1917, en una habitación con barrotes y paredes desnudas. Ya es mayo de 1918.

SaboritCaballero Besteiro

El 29 de septiembre se reunió el consejo de guerra, siendo condenados a Reclusión Perpetua e Inhabilitación Perpetua Absoluta. Besteiro había tomado la palabra en nombre de los cuatro: “la huelga que hemos realizado no ha sido nuestra huelga, ha sido la huelga que nos han impuesto desde el poder”

La campaña de solidaridad que se desató por los cuatro dirigentes de PSOE y UGT detenidos a raíz de la primera huelga general revolucionaria que hubo en España, que había comenzado el 13 de agosto, fue histórica y Julián Besteiro, profesor en la Universidad Central no perdió su cátedra de lógica por la solidaridad de sus compañeros.

José Martínez Ruíz “Azorín” (subsecretario en el Ministerio de Instrucción Pública) “extravió” la Real Orden de inhabilitación; el filósofo Manuel García Morente se hizo cargo de sus clases. A partir de entonces se desató una campaña de alumnos y profesores de la universidad de San Bernardo que se extendería a toda España y que incluyó una petición de amnistía a Cortes y una colecta para recaudar el sueldo mensual del profesor. La prisión de Cartagena -a donde serían trasladados desde Madrid – se convirtió en auténtico lugar de peregrinación.

En noviembre la Agrupación Socialista Madrileña presentó a los cuatro héroes del pueblo a las elecciones municipales en una Candidatura Conjunta de Izquierdas Republicanas. Todos fueron elegidos concejales aunque, lógicamente, los electos no pudieron jurar su cargo desde la celda.

Seguiría la campaña con intervenciones de Carmen de Burgos en un mitin femenino, otros a los que se unirían personalidades en principio ajenas a los reos como Unamuno o Cossío, manifestaciones... A estas alturas sólo las derechas y algunos sectores del ejército se oponían ya a la amnistía.

Estampa II. De la huelga revolucionaria

Estampa II. De la huelga revolucionaria

La guardia civil irrumpe en una buhardilla del número 12 de la calle del Desengaño. Los ocupantes de la casa no pierden la calma en ningún momento (aunque la crónica de ABC trata de presentarles temerosos), aún cenan y toman café antes de acompañar a la autoridad. “Igualmente serenos estarían ustedes en nuestro caso, si tuvieran la conciencia tan tranquila como nosotros”, les espeta Largo Caballero.

Aquella era la casa de dos militantes socialistas, Gulterio José Ortega y Juana Sanabria, un sitio de reunión habitual de los socialistas. Allí se habían encerrado de manera clandestina el día anterior como Comité Organizador de la Huelga General, justo al declarar la huelga en solidaridad con la de los ferroviarios de Velencia. Un artículo de Besteiro en El Socialista fue el disparo de salida.

Pronto viajarán en un gran camión hacia las prisiones militares, donde estarán veinticinco días incomunicados. Perderían la noción del tiempo, se preguntarían qué habría pasado fuera de aquellos muros ¿habría caído el gobierno de Dato? Se temerían lo peor cuando llegaron a las celdas ruidos de tumultos, galope de caballos.... Uno de ellos llegó a dejar escritas palabras de despedida, lo que no parecía descabellado recordando el destino de Ferrer i Guardia en Barcelona al terminar la Semana Trágica.

Durante las horas anteriores Madrid había amanecido con los cierres metálicos de las tiendas caídos y soldados en las plataformas de los tranvías. Los grupos de obreros fueron concentrándose en las barriadas obreras como Prosperidad, La Guindalera y, sobre todo, en Cuatro Caminos, donde estaban las cocheras de los tranvías. Pronto un bando de estado de guerra colgó del Ministerio de la Gobernación en la Puerta del Sol y llegaron lanceros a las inmediaciones de Cuatro Caminos, donde los enfrentamientos se prolongaron durante todo el día y toda la noche. Lanceros a caballo y puestos de ametralladora en Tetuán de las Victorias como símbolo de un momento de transición histórica. La policía cerró desde las primeras horas la Casa del Pueblo, el Centro Radical de la calle Relatores y el de la calle del Horno de la Mata.

Estampa III De la Restauración y el hambre

Estampa III De la Restauración y el hambre

1917 es un año de movimientos tumultuosos en la política europea: la Primera Guerra Mundial y el triunfo de la Revolución Rusa. Hay cierto acuerdo, Hobsbawm mediante, en que el final de la I Guerra Mundial es el principio real del siglo XX, y en España, aunque habría que esperar un poco aún para el cambio de ciclo, también supone el final del turnismo dentro de la España de la Restauración (ahora serían todos gobiernos de concentración conservador-liberal)Hobsbawm

La crisis en España ese año estuvo espoleada por los efectos secundarios de la neutralidad española. Mientras que las industrias exportaban en grandes cantidades los precios se desbocaron, de manera que – como es costumbre – la mayoría salió perjudicada en la medida que unos pocos engrosaron sus cuentas bancarias. Por otro lado, el ruido de sables era la sintonía de aquellos días en los cuarteles, acordes de antipolítica entre los militares, que asumían que civiles y los corruptos políticos eran los culpables de aquella España que les disgustaba. Les urgía la figura de un cirujano de hierro. Y luego estaba la cuestión de la guerra de Marruecos...

En las tertulias de café y en la prensa ya no resonaba la vieja explicación de que fallaba “el turno”, era patente que lo que fallaba era el propio sistema de la Restauración y que debía reformarse la constitución. Entre las peticiones de la huelga se habla de la formación de un gobierno de transición y la declaración de un proceso constituyente.

Algunos han comparado aquella España de la Restauración, en la que la ficción de vivir en democracia saltó en pedazos, con la España de la Transición que hoy se aparece en crisis, y el turnismo de aquel sistema con nuestra realidad bipartidista. Sólo el tiempo podrá explicar si existe hoy un desperezarse social en marcha con puntos en común con aquel recurso a la huelga revolucionaria, qué cosas han cambiado y qué cosas permanecen.

Las primeras reacciones a las carestías estuvieron lideradas por mujeres en los motines de subsistencias hacia 1916, año en que se empieza a fraguar una alianza entre CNT y UGT que lleva a un paro de 24 horas en noviembre de 1916 y a un compromiso (firmado en marzo del diecisiete en la Casa del Pueblo de Madrid de la calle Piamonte) para ir hacia una huelga general indefinida.

El objetivo era obtener “cambios fundamentales de sistema que garanticen al pueblo un mínimo de condiciones decorosas de vida y el desarrollo de actividades emancipadoras”. Lo que se siguió fue una suspensión de las garantías constitucionales por parte del gobierno liberal del conde de Romanones, la clausura de la Casa del Pueblo y el encarcelamiento de no pocos socialistas y anarquistas.

Después de numerosos episodios de lucha sindical la huelga llegó de manera un tanto apresurada en agosto, al verse UGT y PSOE obligados a apoyar a los ferroviarios valencianos en su huelga. En las instrucciones para la huelga se indicaba que los obreros debían comportarse de manera pacífica, defendiéndose “solo en caso de que la actitud de la fuerza armada fuese manifiestamente hostil al pueblo”.

El 9 de enero de 1918, tras todos los avatares que hemos narrado, se disolverá el parlamento, se convocarán elecciones y los condenados saldrán elegidos diputados en febrero. Sus cargos fueron el colofón de aquella campaña de amnistía (debían resultar elegidos para salir automáticamente indultados) y hasta los anarquistas acudieron para conseguirlo a las urnas . El viaje de vuelta – de Cartagena a Madrid – fue una ruta triunfal en que la gente les paraba en los pueblos para abrazarles y agasajarles con comida.

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