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El desaparecido 'Rey del Cachopo' dejó un agujero en Malasaña de más de 25.000 euros

César Roman (imagen extraida de su cuenta personal de facebook)

Somos Malasaña

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Desde hace una semana distintos medios de comunicación no dejan de hablar de la misteriosa desaparición de César Román Viruete, el autoproclamado Rey del Cachopo, un singular personaje que tuvo un paso fulgurante por Malasaña: en poco más de tres meses le dio tiempo a dejar una deuda de más de 25.000 euros en las cuentas de un conocido hostelero de la zona, a ser el anfitrión de una cena benéfica en la que se recogieron fondos para la puesta en marcha de la emisora de radio local Onda Maravillas y hasta de hacerse miembro de la Plataforma Maravillas, en cuyo grupo de whatsapp se incluyó se supone que para participar en cualquier iniciativa vecinal y social relacionada con el barrio en el que acababa de abrir un nuevo establecimiento de su cadena de sidrerías A Cañada Delic Experience.

De Román, que desapareció el pasado 30 de julio sin dejar rastro, se ha dicho en estos días que era un mentiroso compulsivo y que llegó al mundo de la hostelería tras infructuosos intentos de hacer carrera política en distintas formaciones vinculadas a la extrema derecha y con un extenso currículum de denuncias por impago y cargos inventados en sus aventuras empresariales. También se investiga su posible relación con la aparición del torso del cadáver de una mujer, en una nave alquilada a su nombre, 13 días después de que su rastro se esfumara.

De todo esto, claro está, nada se sabía cuando aterrizó en Malasaña a través de David Novaes, dueño del restaurante Con Dos Fogones y, por aquel entonces, propietario también del restaurante Babia Madrid, un negocio que acabó traspasando a César Román para que éste, en plena expansión de sus sidrerías, se instalara en el local que en su día ocupara el famoso Boñar de León, en el número 16 de la calle de la Cruz Verde.

Un encuentro infortunado

Un encuentro infortunado

Novaes, vecino de Malasaña y muy conocido en el barrio, tuvo el infortunio de cruzarse con Román a finales del pasado mes de marzo, en un programa de la Cadena SER en el que ambos hosteleros fueron a hablar, como especialistas, de cachopos. “Maldita la hora”, dice hoy el empresario, quien no sabía el calvario que se le venía encima cuando después del programa confesó al desaparecido Rey del Cachopo su intención de deshacerse de Babia Madrid. Aquel mismo día Román fue a ver el restaurante de Novaes y decidió quedárselo.

El traspaso del negocio se realizó mediante una venta de acciones de la sociedad de Novaes y se cerró en 70.000 euros. El acuerdo incluía facilidades de pago: primero se entregaron unos cheques y luego se dejó establecido un calendario de liquidación del montante total. En tres meses debía quedar saldada toda la deuda. Sin embargo, la cosa comenzó a torcerse de inmediato. Los cheques extendidos por Román no tenían fondos.

Mientras tanto, Román comenzó a operar en el ya nuevo local de A Cañada Delic Experience de forma inmediata y también obró con gran rapidez para presentarse en sociedad al barrio apenas 20 días después, ofreciendo su recién adquirido establecimiento para acoger la cena que serviría para recaudar fondos para la puesta en funcionamiento de la emisora local de radio, Onda Maravillas. Más de 100 personas asistieron a aquella cita el 24 de abril de 2018. Estuvo, incluso, el concejal del distrito, Jorge García Castaño, junto a otros miembros de la Junta Municipal de Centro.

La cena solidaria, en realidad, había sido apalabrada con los anteriores propietarios del restaurante, pero para el negocio de Román fue, sin duda, una tarjeta de presentación perfecta de cara a hacerse un hueco en una zona con una oferta hostelera tan saturada como es Malasaña. Discurrió en el mejor de los ambientes posibles, la recaudación para la radio fue buena y al anfitrión se le vio en su salsa, pese a que luego confesaría a Novaes -a modo de queja- que aquella noche se vio rodeado de gente de Podemos. El negocio es el negocio, debió pensar y, seguidamente, se apuntó como voluntario para echar una mano, un mes después, en la barra solidaria que los vecinos montaron durante las fiestas del Dos de Mayo. También participó en las fiestas vecinales de la calle del Pez del mes de junio.

En cualquier caso, ¿quién podía pensar por aquel entonces que aquel recién llegado que estaba haciendo todo ese esfuerzo para integrarse y que acababa de inaugurar un negocio iba a desaparecer poco después? Sólo Novaes tenía la mosca detrás de la oreja, aunque únicamente había comentado su malestar y sus sospechas sobre Román con un puñado de allegados: está claro que unos cheques sin fondos no son un buen inicio. Sin embargo, aún esperaba poder cobrar lo estipulado.

Pero el tiempo fue pasando y César Román no soltaba un euro. Finalmente, llegado el 23 de julio, fecha tope para que El Rey del Cachopo hiciera efectivo la totalidad del pago del acuerdo de traspaso del restaurante que se comprometió a adquirir, David Novaes sólo había visto 10.000 euros. Siete días después, Román desapareció por completo y, aunque Novaes pudo recuperar su restaurante, entre impagos de alquileres y de suministros -luz, agua, gas, teléfono- acumulados durante los casi cuatro meses en que el local estuvo siendo explotado por Román, el agujero al que tuvo que hacer frente ascendió a más de 25.000 euros. Del coste en salud de toda esta historia, “mejor ni hablamos”, comenta este empresario que, cuando parecía que comenzaba a poder dejar atrás la pesadilla vivida se está encontrando con que el culpable de sus desvelos se ha convertido en todo un personaje mediático y que periódicos, radios y televisiones estamos haciéndole revivir algo que le gustaría poder olvidar cuanto antes.

Ahora que se acerca la noche de Halloween y el Día de Difuntos, fechas en las que todo el mundo anda haciendo bromas con personajes de horror e historias de misterio, podemos decir que César Román Viruete, el autoproclamado Rey del Cachopo, es quizá el fantasma más buscado del país, que también pasó por Malasaña dejando su huella y que, aunque esperamos que no sea así en esta ocasión, hay veces en que la realidad puede superar a cualquier relato de ficción en lo que a terrorífico se refiere.

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