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El primer supermercado de consumo cooperativista de Madrid se gesta en Malasaña

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Antonio Pérez

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Dentro de un año, en octubre de 2019, estará funcionando en el centro de Madrid el primer supermercado de consumo cooperativista de la ciudad, o al menos es lo que espera el grupo promotor del proyecto La Osa: 25 personas que llevan meses remando al unísono y sin descanso con la vista puesta en poder replicar cuanto antes en España dos exitosos modelos que triunfan en Nueva York y en París, The Park Slope FoodCoop y Le Louve. El primero de esos modelos cuenta con 16.000 miembros y lleva funcionando en Brooklyn desde 1973, mientras que el segundo es un clon del neoyorquino, arrancó en 2016 en el distrito XVII de la capital francesa y aglutina ya a más de 5.000 personas. Los responsables de ambos supermercados están asesorando a la iniciativa madrileña, que no va de farol, tiene su germen en Malasaña, sueña con abrir con un millar de cooperativistas y, seguramente, se adelantará a la puesta en marcha de otras que trabajan en el mismo sentido en Zaragoza, Barcelona, Valencia y en el País Vasco.

Un supermercado cooperativo es una comunidad de consumidores activos, que decide qué y cómo consume, y que no tiene ánimo de lucro. Sus clientes son a la vez propietarios, miembros y trabajadores del supermercado, que se erige al mismo tiempo en un lugar de encuentro e intercambio y no sólo en un lugar de abastecimiento. Eso es lo que explican Tomás y Villa, dos de los integrantes del grupo promotor de La Osa y, a su vez, responsables de una pequeña tienda ecológica situada en el número 7 de la calle Noviciado, 2decológico, desde donde bien se puede decir que parte la idea de crear este futuro primer supermercado madrileño de consumo cooperativista.

Para comprar en este tipo de supermercado hará falta ser miembro de la cooperativa, algo que se consigue mediante el pago de una cuota única de inscripción de 100 euros y, además, “aportando al proyecto tres horas al mes de trabajo voluntario”, cuenta Tomás. A cambio de inscripción y de trabajo, los cooperativistas podrán adquirir productos de calidad, preferentemente orgánicos y de proximidad, a precios inferiores a los que ofrecen otros establecimientos.

Según Tomás, los supermercados cooperativistas pueden ofrecer mejores precios porque, en primer lugar, soportan menos costes de funcionamiento gracias al trabajo voluntario de los miembros de su comunidad: el plan de negocio de La Osa, sobre un estimado de 1.000 cooperativistas al comienzo -y de unos 4.500-5.000 cooperativistas en el año 2023-, prevé que el 75% de las horas de trabajo necesarias para sacar adelante el proyecto sean cubiertas por cooperativistas y que sólo deban contratar a personas para cubrir el 25% de horas restantes. En segundo lugar, al ser un proyecto sin ánimo de lucro, todos los beneficios obtenidos por el supermercado revierten directamente en el mismo y se emplean, principalmente, en subvencionar precios. A mayor número de cooperativistas, menos gastos de gestión, más consumo -que también permite obtener mejores precios de los proveedores al comprar mayor volumen de producto- y mayor facturación que, nuevamente, permitirá seguir perfeccionando el funcionamiento del modelo.

Gráficamente, del ahorro que cualquier cooperativista de La Osa se podrá beneficiar queda claro en el siguiente ejemplo que pone Tomás: “Un kilo de manzanas ecológicas de temporada y máxima calidad provenientes de Aragón puede comprarse por 4 o 4,5 euros en una tienga 'gourmet', se encuentra a 3,25 euros en un Carrefour BIO y en nuestra cooperativa, con 1.000 miembros, se podrá comprar a entre 1,75€ y 2€. Cuanto más crezcamos, menor será todavía ese precio”.

Alternativa real de consumo

Alternativa real de consumo

El proyecto de La Osa no sólo se enfoca al consumo, sino que además incide mucho en temas de educación, de sostenibilidad y vida en una gran ciudad. “Queremos democratizar el consumo de productos sanos, ecológicos y de calidad, haciéndolos accesibles a todos los hogares y empoderando al consumidor en la toma de decisiones para que recupere el papel activo a la hora de hacer la compra. Queremos ayudar a construir un mundo más justo, libre y solidario, y pretendemos comenzar desde el estómago… pero con todo el corazón. Llegar a ser una alternativa de consumo que ponga en el centro a las personas y en valor a la comunidad, la soberanía alimentaria y el consumo responsable”, reza en su declaración de intenciones.

Como no podía ser de otra forma, todas las cosas que tengan que ver con la cooperativa pasarán por la asamblea general de miembros, órgano director del supermercado, con total capacidad de decisión. “Hasta cada uno de los productos que tengamos en él a la venta se decidirá de forma asamblearia”, asegura Tomás, quien indica que no hay líneas rojas para ellos si la asamblea general así lo decide. “Es cierto que preferentemente nuestros productos serán ecológicos y de productores de proximidad pero si, por ejemplo, los cooperativistas incluyen de forma habitual en su cesta de la compra una bebida como la Coca-Cola y deciden que quieren que la haya en el supermercado, la habrá”. Un proyecto como La Osa se gesta pensando en una visión, una misión y en los valores que debe de tener el supermercado, pero sin renunciar a la practicidad que le permitirá materializarse y ser sostenible. “La agroecología, aún siendo deseable, no primará sobre la asamblea de consumidores”.

Sin olvidar ninguno de los aspectos que van a hacer posible el nacimiento de este primer supermercado de consumo cooperativista, en la actualidad, el grupo gestor de La Osa está centrando esfuerzos en dar a conocer el proyecto, captar los cooperativistas necesarios para ese arranque inicial proyectado con 1.000 miembros (2decológico ya cuenta con unas 250 personas interesadas) y en una labor especialmente complicada, la de encontrar un local de no menos de 1.000 metros cuadrados en el centro de Madrid donde poder abrir sus puertas.

Un supermercado céntrico

Un supermercado céntrico

“El hecho de estar en el centro de la ciudad es básico para nosotros. El 90% de miembros del grupo promotor vivimos en Malasaña, Conde Duque, Chueca y Argüelles y, al igual que sucede con las cooperativas de Nueva York y París, es importante que un proyecto como el nuestro, que tiene también mucho que ver con la voluntad de transformación de dinámicas urbanas, se desarrolle en el lugar exacto donde queremos que comiencen a cambiar ciertas cosas. Entre Gran Vía y Tetuán. Esa es la zona geográfica en la que estamos buscando ubicación para La Osa y la dificultad de hallar el emplazamiento adecuado es doble: por una parte está el hecho de que en el centro el precio del metro cuadrado es más elevado y, por otra, el que no existe tanta oferta de locales de esas dimensiones”. Pese a ello, cuenta Tomás que son optimistas y que ya han visitado algunos espacios que les podrían servir.

Sobre el dinero inicial que necesita un proyecto como La Osa para ponerse en pie y, más concretamente, de dónde piensan obtenerlo, Tomás y Villa sólo aclaran que cuentan con un minucioso plan de empresa que indica que el proyecto es viable y que existen ayudas oficiales locales, nacionales y europeas para poner en pie proyectos de transformación urbana como el suyo a través de iniciativas de economía social y solidaria. A la vez, indican que hay interés por parte de inversores privados en apostar por un proyecto como el suyo, a sabiendas de que no está pensado para generar beneficios económicos en forma de dividendos. Obviamente, la cuota inicial que aporta cada cooperativista otro recurso económico con el que cuentan, si bien 100 euros por cabeza dan para lo que dan y, aún en sus planes entra el hecho de subvencionar o condonar esa cantidad a aquellas personas que, estando interesadas en formar parte de La Osa, no puedan hacer frente su pago. La Osa cuenta también con el apoyo del proyecto MARES, seleccionado entre más de 300 propuestas recibidas por la iniciativa Urban Innovative Actions de la Comisión Europea, dirigida a financiar soluciones urbanas innovadoras.

Que la alimentación es un tema estratégico en nuestro día a día es una obviedad y cada vez crece más el interés de las personas no solo por comer y abastecerse de productos necesarios, sino que se tiene más en cuenta qué se come, su procedencia y, también, el impacto que produce nuestra forma de consumo. Cuenta Villa que hasta ahora las iniciativas que se han preocupado en Madrid por este tipo de cosas han sido pequeñas y dispersas: grupos de consumo y pequeñas tiendas, que para mantenerse han de mantener precios sensiblemente superiores a los que presentan otros establecimientos de alimentación. Pensar en formar una comunidad grande preocupada por este tipo de cosas es la única opción real para poder competir con las dinámicas de consumo establecidas, apunta: “Debemos pasar de ser barricada de consumo a ser alternativa a través de una propuesta de cooperación formada por agentes no pasivos, miembros a su vez de una gran familia”.

La Osa -cuyo nombre remite al animal presente en el escudo de Madrid- es un proyecto, además, que trasciende cualquier tipo de ideología. “En las mentes de quienes estamos involucrados en la creación de este supermercado es una obviedad, pero como parece que todo lo que suena a cooperativismo está ligado al espectro ideológico de la izquierda, quizá no esté de más incidir en que estamos abiertos a personas de cualquier inclinación política. Que en proyectos como el de Nueva York o París se dan la mano gentes de todo tipo de procedencia y pensamiento, que han formado a su vez comunidades plurales en espacios donde se relacionan y enriquecen mutuamente”, concluye Villa.

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Alfonso

La calle Noviciado no está en Malasaña. Es la zona de Conde Duque.
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