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El invierno trágico en el que Malasaña perdió parte de su pasado

Flores y mensajes en recuerdo de Marisol, colocados en la persiana del Maño | SOMOS MALASAÑA

Diego Casado

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“Vaya mala racha” era el comentario más extendido en el barrio hace unos días en los que se cerraba el invierno y con él una estación que ha golpeado como nunca antes a los comercios tradicionales y vecinos de Malasaña. Tres meses en los que habitantes de la zona tuvieron que decir adiós a varias personas clave, que hacían barrio cada día desde sus puestos de trabajo, que formaban parte de la columna vertebral de una parte de Malasaña que está desapareciendo.

El primer fallecimiento del año fue el de Helia, la dueña del bar El 2D. La fundadora de una de las tabernas imprescindibles de Malasaña murió a los 63 años, víctima de un cáncer. “Era una de las personas claves del barrio, por su forma de ser, y de pensar”, recordaban de ella sus amigos, entre ellos Carmen, una periodista cercana que le dedicó una emotiva carta como homenaje.

En febrero se marchó Casto, el del Palentino, quizás el tabernero más conocido (creo no exagerar) de todo Madrid. Su óbito ocupó mucho espacio en los medios de Madrid e incluso se hizo hueco en televisiones nacionales. Aunque lo mejor es que también se produjo, como en el resto de fallecimientos en el barrio, enormes muestras de cariño de vecinos y clientes que, a título individual, crearon una especie de altar improvisado a las puertas de su local.

Aunque no era hostelera, a Mari Carmen también se la echa de menos desde que cerró su kiosko de la Once el último día de febrero para jubilarse, después de 26 años vendiendo cupones en la plaza del Rastrillo. Su fallecimiento inesperado se dejó sentir en un barrio donde guardaba muchos vínculos familiares y afectivos.

También fue muy sentida la muerte de Marisol, que desde El Maño sirvió cañas durante décadas a toda la calle Palma. Bilbaína de nacimiento, hizo de este bar de la zona de Conde Duque su hogar y el de muchas personas, que la recordaron con velas y mensajes de cariño junto a su persiana los días posteriores al fallecimiento.

Locales que cerraron: Lozano, Dominó, peluquería Paco...

Locales que cerraron: Lozano, Dominó, peluquería Paco...

Aunque la muerte de cualquier persona es una tragedia para sus seres cercanos, en los cuatro casos antes referidos el foco de dolor se ampliaba más debido a su condición de nexo entre mucha gente, debido al trabajo que desempeñaban. Algo parecido sucedió también este invierno con la desaparición de varios negocios que llevaban décadas ofreciendo servicio a los habitantes de Malasaña.

Los últimos coletazos de la renta antigua, que comenzó a cerrar comercios en Malasaña en el año 2015 (el bar Noviciado fue uno de los primeros en caer) acabaron este trimestre con tres de los últimos que quedaban: primero se marchó el Lozano, que no pudo celebrar allí ni la Navidad. Luego cayó el bar Prado, que en un abrir y cerrar de ojos cerró para venderse por una cifra cercana a los 800.000 euros y ejemplificar que el dinero suele estar siempre detrás de estas clausuras anticipadas. Y poco después echó la persiana el café más madrugador de Malasaña, el que servía Alfredo en el Dominó.

A estos cierres hay que sumar el del Palentino, al que Loli decidió poner fin después de la muerte de su cuñado. Y el de otros locales que, aunque no se dedicaban a la hostelería, también reunían a muchos vecinos de Malasaña y atraían a gente de fuera. Cerró Peluquería Paco, un establecimiento que llevaba décadas abierto al final de Marqués de Santa Ana y del que -tal vez porque su clientela, de avanzada edad, no suele tener Facebook ni Instagram- pasó desapercibida su marcha. También liquidó existencias Cinemaspop, la meca de la cultura cinéfila de Malasaña y una de las últimas referencias para comprar un objeto tan fetiche como son los carteles de cine.

¿Es la desaparición de estos locales un signo de los tiempos actuales? ¿La constatación definitiva de la ola de gentrificación que hace tiempo se instaló en el barrio? No nos atrevemos a asegurarlo. En una zona de Madrid caracterizada por el cambio constante, lo único cierto es que este invierno Malasaña perdió parte de su pasado. A este periódico solo le queda el consuelo de contarlo, para que no se olvide.

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