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El día en el que la beata Mariana de Jesús sale de su tumba

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Diego Casado

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Cada 17 de abril, dicen que desde hace siglos, el cuerpo de Mariana de Jesús abandona momentáneamente su retablo y ocupa el centro de la iglesia del convento de don Juan de Alarcón, en la calle Puebla, para ser contemplada por los madrileños. Cientos de personas acuden ese día para echar un ojo a su paisana y venerar el cadáver incorrupto de la beata, ahora en proceso de canonización.

Lo que los fieles y curiosos pueden contemplar tras un cristal es el cuerpo de la copatrona de Madrid, en otros tiempos tan popular en la capital como San Isidro -cuentan que incluso ayudó a su canonización- aunque protegido por una mampara de cristal y con la cara tapada, fruto de la desfiguración que sufrió la beata al serle practicada una máscara mortuoria con plomo fundido justo después de su fallecimiento. El que quiera ver el rostro real de Mariana se podrá pasar por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, donde conservan una de las copias de la máscara, o conformarse con su dibujo en el estandarte que preside estos días el templo (y que reproducimos junto a estas líneas). Las hermanas mercedarias, encargadas de la custodia del cuerpo, también guardan una copia pero solo la ceden para exposiciones temporales fuera del convento.

Mariana de Jesús (que en realidad fue bautizada como María Ana) vivió una existencia que muchos califican de santa entre los siglos XVI y XVII, pese a no tomar nunca los hábitos. Muy en contacto con la corte -su padre era peletero de Felipe II y ella acabó siendo gran amiga de Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV- alcanzó gran popularidad entre el pueblo de Madrid, que le atribuía capacidades de lograr cosas increíbles. “Dios hacía milagros a través de ella”, nos asegura María Ángeles Currós, hermana del convento dedicada al culto a la beata desde hace décadas. Lo que es cierto y comprobable es que escribió sus memorias por encargo de su confesor y en ellas narró episodios místicos de su vida, dedicada a la oración, la entrega a los necesitados y durante la que se inflingía severos castigos corporales, como portar una corona de espinas y un cilicio.

Este último dato se pudo corroborar en 1966, fecha del último examen efectuado al cadáver, durante el que un médico forense certificó las heridas de haber portado estos elementos de martirio cristianos. En esa apertura total del féretro también estuvo presente una joven María Ángeles Currós, quien recuerda el fuerte impacto que le causó la visión del cuerpo incorrupto y que le llevó a reflexionar sobre el significado y la trascendencia de la vida de la beata.

Labor social

La religiosa insiste en reivindicar su figura, no en el aspecto de su sufrimiento, pero sí en el de los valores que dejó para la posteridad: “Amor a los demás, el acogimiento y la ternura que mostraba con sus semejantes. En la época se convirtió en la madrina de los niños pobres de Madrid. Era la predecesora de las ONG”, detalla Currós. Estas virtudes se sustancian en la ofrenda del día 18 de abril, uno después de ser mostrada al público. Esa jornada diferentes casas regionales y congregaciones acuden desde las 11.00 a entregar frutos variados a la beata, que después son repartidos entre los necesitados de la capital. Una labor social que continúa el resto del año la asociación Amigos de Mariana, que procura alimentos a los pobres dos veces al mes, una el día 17 y otra a finales, gracias a las aportaciones de sus socios.

Es el legado de una figura importante del catolicismo madrileño que estos días vive pendiente de su proceso de canonización en Roma, una vez que partieron hacia El Vaticano los informes milagrosos pertinentes -elaborados por la propia Currós- para lograr santificar a la beata, 400 años después de su muerte. El hecho de que su cuerpo permanezca incorrupto no supone ninguna ventaja a la hora de considerar su elevación a los altares: “Es un proceso físico que no tiene relación con la santidad”, nos aclara la hermana. El proceso de análisis es largo y puede que todavía queden algunos años para la santificación: “En 2018 nuestra orden cumplirá 800 años y sería estupendo que coincidiera con la fecha de canonización”, explica María Ángeles.

Mientras esperan ese momento, todos los 17 de abril las hermanas mercedarias seguirán sacando su cuerpo a pasear, este año en horario de 10.00 a 14.00 y de 15.30 a 19.30, para después celebrar la eucaristía en honor a la copatrona a las 20.00. Todo un homenaje a una figura cuyo ejemplo de dedicación a los necesitados ha cundido -afirma María Ángeles- cuatro siglos después: “Siempre vemos lo malo, pero hoy en día hay gente muy buena, muy entregada a los demás. Hay muchas beatas Marianas en Madrid”.

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