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Dormir junto a un escaparate de San Bernardo: un conflicto con mantas, cartones y cilindros

Estructuras cilíndricas colocadas en A-cero. Al fondo de la imagen, un sinhogar duerme a primera hora de la mañana junto a ellas | SOMOS MALASAÑA

Somos Malasaña

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Desde hace años, alrededor del final de San Bernardo es habitual ver a personas sin hogar pasando la noche. Utilizan los aleros disponibles en los edificios que jalonan el cruce con Santa Cruz de Marcenado, como refugio para evitar la lluvia y el frío en invierno y el solazo del verano, en un entorno seguro, seco y céntrico. Fueron reuniéndose allí cada vez más a menudo, a medida que la crisis iba clausurando locales y habilitando espacios donde molestaban menos. El cierre de la Oficina de Turismo de Asturias, instalada en dos enormes locales junto a la copistería de la glorieta cercana, coincidió con la mayor concentración de sintecho.

Parte de la antigua oficina de turismo la ocupó hace cuatro años el estudio de arquitectura A-cero. Alquilaron el local y con él también se tuvieron que acostumbrar a las personas que habitualmente dormían en el entorno, que siguieron haciéndolo. Lo describen de esta manera, a preguntas de Somos Malasaña: “Nuestra relación con ellos es cordial, salvo algún caso puntual (...) tenemos un acuerdo tácito de poder dormir en estos lugares privativos siempre y cuando por la mañana puedan despejarlos dejando el espacio mínimamente recogido, por la mañana se levantan cuando llega nuestro compañero de mantenimiento y limpieza”, aseguran.

Los sinhogar ocupan los accesos a las instalaciones en la parte de la Glorieta de Ruiz Jiménez y en la esquina de Marcenado con San Bernardo. Hace unos días, los responsables de A-cero colocaron unos cilindos en el hueco existente entre los bancos corridos y el escaparate del local, para evitar que también durmieran en esa zona, lo que motivó airadas respuestas en Twitter y varias noticias al respecto, reportaje de televisión incluido.

Desde A-cero explican que la situación se agravó en los últimos meses cuando este pasillo de escaparates era ocupado cada noche por entre dos y cuatro sinhogar, al parecer provenientes de zonas cercanas. La situación se puso tensa: “Ellos no atendían a nuestras peticiones de despejar y recoger la zona durante el día”, denuncian. Dos de ellos, jóvenes, demostraron un “carácter agresivo” y llegaron a llamar a la policía para que se retiraran. Llegaron incluso a amenazar a trabajadores del estudio en presencia de los agentes. Joaquín Torres, uno de los propietarios del estudio, afirma en redes que les han “intentado ayudar” buscándoles alojamiento y comida pero que “convivir con ellos es imposible”.

En medio de la polémica se cruzó hace unos días la asociación Bokatas, dedicada a la asistencia del colectivo sinhogar en Madrid y que, a la vista de los cilindros colocados, alertó sobre los problemas que podrían sufrir algunos de los que allí dormían: “En algunos casos eran personas extremadamente vulnerables, mayores o enfermas; al aparecer este tipo de arquitectura, se vieron obligados a abandonar el espacio y no hemos vuelto a localizarles”.

Bokatas, que es conocida por prestar comida, atención psicológica y conversación a los más necesitados, denunció en nota de prensa que “el pasado 20 de enero, un establecimiento situado en la rotonda de San Bernardo realizó una obra para impedir el descanso de las personas que dormían allí”, y añade que estas “se quedaron impactadas por la obra realizada con prisa, en el mismo día y sin previo aviso”.

La asociación recuerda que “la calle es de todos” y que “dormir en calle es la última opción y en la mayoría de los casos, el resultado de un proceso largo y duro de exclusión social”. Por ello su presidenta, Esperanza Vera, declaraba que desde su colectivo están “muy preocupados frente al aumento de este tipo de hechos. Nos preguntamos qué pasará si esto sigue así, si se siguen poniendo trabas a las personas en situación de calle. Estamos viviendo una crisis, estamos encontrando a muchas personas en calle; a la violencia estructural de la situación se suman este tipo de hechos discriminatorios que agravan más la exclusión”.

Desde A-cero se defienden indicando que no han instalado pinchos -como sí ocurre en muchos espacios del barrio donde se han colocado elementos de urbanismo defensivo- y que la obra está en proceso todavía, por lo que su aspecto no es definitivo. “Hemos dado mantas, café, hemos vivido hace un par de años el fallecimiento de uno de ellos. Nuestro actuar no es en contra de los sintecho, sino de estas personas verdaderamente conflictivas y que no quieren respetar unos mínimos. Defendemos nuestro derecho, nuestra seguridad, nuestro trabajo”, concluyen desde A-cero.

En Madrid unas 3.000 personas no tienen casa y 700 de ellas duermen en la calle, según los datos del último recuento realizado por el Ayuntamiento. Dos de ellas siguen haciéndolo todavía sobre el banco corrido del estudio de arquitectura, frente a su escaparate. Y siguen levantándose cada mañana para despejar el lugar antes de la apertura de la tienda.

Salz

Es muy triste que haya situaciones que desenvoquen en tener que vivir en la calle. Más triste es que no haya un mínimo de soporte para evitar estos casos.

Pero entiendo que los vecinos y propietarios no tengan por qué soportar situaciones (puntuales, por cierto, pero existentes) de falta de un mínimo de respeto, como indican en el artículo

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Efectivamente es una pena que la gente duerma en la calle. Eso sí en este caso concreto la conflictividad era un hecho: uno de los chicos le he visto lanzar una patada a la cara a su pareja mientras la insultaba y le han separado los bomberos de san bernardo, y otro formas oarte de la red de distribución de drogas que busca establecerse en la zona malasaña conde duque...lo siento pero así no, y mal que me pese respiro tranquila que alguna de estas personas se haya desplazado... aunque eso no acaba el problema lamentablemente
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