Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Diego Apesteguia: “Los letreros son herramientas de venta con alto peso artístico”

Diego Apesteguia

Antonio Pérez

0

Conocimos el trabajo de Diego Apesteguia mucho antes que a él mismo. Es el culpable de que desde hace cuatro años hayan surgido por todos lados pizarras con atractivas letras que, incluso, reclaman la atención del viandante más despistado. Los bares de Malasaña fueron sus primeros clientes y La Bicicleta Café, el primero de todos. Apesteguia rotula a mano lo que se le ponga por delante

: pizarras, cristales, foodtrucks y “todo aquello que se esté quieto el suficiente tiempo”. Con orgullo, se declara artesano y tiene su taller en la calle Molino de Viento, donde exhibe algunas piezas consideradas de 'caza mayor' dentro de su sector y que ha ido coleccionando: letreros de comercios en vidrio grabado firmados por maestros madrileños desaparecidos hace décadas (López, Garry, Ochoa...).

Apesteguia dice que su oficio mezcla arte, comunicación y marketing, disciplinas en las que se viene formando desde hace más de 12 años. Licenciado en Psicología y especializado en marketing, en la calle aprendió del graffiti, entró en Bellas Artes y durante una década pintó murales. Del trabajo fijo en el mundo de la publicidad y las relaciones públicas huyó para encontrarse, profesional y vocacionalmente, en la rotulación a mano, un universo apasionante en el que está volcado desde hace casi un lustro y que en España es un páramo desértico en el que apenas brillan tres nombres, entre ellos el suyo y el de su malasañero vecino Tom Graham.

“Aquí el oficio e, incluso, el término 'rotulación' prácticamente había desaparecido hace unos años, por lo que para formarme en algunas técnicas he tenido que viajar fuera y hacer diversos talleres de especialización con veteranos como David A. Smith (Reino Unido) Mike Meyer, Noel Weber (EEUU) o Alfredo Genovese (Argentina). La Guerra Civil española marcó el declive de los grandes nombres de la rotulación, cuyos aprendices no encontraron ya mercado para subsistir. Además, dentro del mundo del arte, si sabías pintar dedicarte a rotular era considerado caer en lo más bajo. Con el paso del tiempo, los oficios, lo artesano, se fueron arrinconando y es así como el saber hacer español acabó perdiéndose. Más suerte corrió la rotulación a mano en países como Inglaterra, donde aferrada a los pubs británicos ha perdurado, para fortuna de todos nosotros. En Los Angeles (EEUU), incluso, se puede estudiar como carrera”, comenta un Apesteguia claramente feliz con lo que hace para ganarse la vida.

El porqué de la vuelta de la rotulación a mano, además de por la obstinación de unos cuantos como él, hay que buscarlo, según Apestaguia, en la saturación de gráficos digitales, el gusto por lo vintage y la nueva puesta en valor de lo artesano. “Hasta la crisis nos ha venido bien porque los comercios necesitan diferenciarse del resto y buscan cuidar los detalles y también un punto más de elegancia. Las pizarras, los carteles y letreros son herramientas de venta con alto peso decorativo y artístico”.

Apesteguia trabaja por todo el país pero reconoce que la mayoría de sus clientes los tiene en la zona de Malasaña y alrededores, motivo ese principal por el que se mudó hace ya cinco años al barrio y decidió abrir en él su taller. Trabajos suyos se pueden ver en múltiples locales: desde la tienda Greek and Shop de Corredera de San Pablo al estudio de tatuaje La Manuela y el restaurante La Tía Manuela -ambos en la calle Manuela Malasaña-, o en la Churrería Madrid 1883 de Espíritu Santo. Uno de sus últimos trabajos, el rótulo de vidrio grabado de la famosa pastelería La Duquesita, en Chueca, ha sido distinguido con el premio Plata, en la categoria de rotulación no impresa, en la feria internacional de rotulación Fespa, en Amsterdam.

¿Y sobre el precio, está la rotulación a mano al alcance de todos los bolsillos? Llegado a este punto, Apesteguia muestra un enorme letrero de vidrio grabado sobre el que está trabajando y, tras asegurar que fácilmente le puede llevar un mes de trabajo, afirma que cuesta poco más de mil euros. “Caro, barato, todo es relativo. Otros letreros también en vidrio pero de menor tamaño puedo acabarlos en una semana y si hablamos de pizarras o de pintura en cristales, es cuestión de horas. El precio está en consonancia con el tiempo y la calidad del trabajo, menos en el caso de los grandes letreros en los que se conjugan diferentes técnicas, esos los hago por amor al arte, con esos pierdo dinero. ¿Que si son caras unas letras únicas colocadas en la fachada de tu local con las que es posible que atraigas clientela? Sinceramente, no lo creo. Me sorprende ver, por ejemplo, lo que se gastan en sillas algunos bares y lo poco que invierten en su exterior. Si la cara exterior no atrapa al cliente, nadie llegará a ver las caras sillas que compraron”.

Rodolfo

Aprendí este maravilloso oficio en 1977, llegué a Madrid en 1989, y en muy pocos años dejamos de pintar a mano, una pena, enhorabuena a los que están haciendo que esto sea nuevamente considerado como corresponde.
Etiquetas
stats