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Desengaño, ¿el nombre más evocador del barrio?

Luis de la Cruz

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Tiene la calle un nombre evocador, acorde con la sensación de trastienda de juguetes rotos de la

Gran Vía que deja su recorrido. El nombre, que tiene desde hace siglos, se atribuye, sin embargo, a una improbable leyenda.

Cuenta la historia que dos caballeros quedaron para batirse en duelo por el amor de una dama: el célebre Caballero de Gracia y el príncipe Vespasiano de Gonzaga. Durante el envite vieron pasar corriendo a una dama envelada perseguida por un zorro. Ambos se apresuraron a seguirla y al llegar a ella, parada tras una tapia, pudieron comprobar que, tras el velo, el rostro de la dama se aparecía de momia. “¡Qué desengaño!”, se escuchó entonces para dejar el nombre prendido de las paredes de la calle.

Hubo un paréntesis de tiempo en el siglo XIX en el que la calle fue conocida de San Basilio o, popularmente, de los Basilios, por el convento que hubo entre las calles Desengaño, Barco y Valverde. Ya hemos hablado en alguna ocasión de los distintos destinos que este convento

tuvo en el barrio, convertido en Teatro Lope de Vega, como lugar de celebraciones y bailes.

Goya y Martí

Ha contado la calle con moradores iluatres, entre ellos sobresalen dos: José Martí, héroe nacional cubano, y Francisco de Goya.

En el número diez existe una placa que conmemora las vivencias de un joven Martí, al que mandaron a España para acabar sus estudios tras unos sucesos de insurgencia en Cuba que habían dado con él en una cantera de trabajos forzados. El futuro revolucionario llegó a España en 1871, en plena efervescencia democrática postisabelina, y se instaló en una casa de huéspedes desde donde se dedicó a escribir El presidio político de Cuba y a estudiar Derecho en la Universidad Central.

Martí estudiaría años depués los cuadros del pintor en San Fernando y desde su impulso romántico admiraría la pasión y sufrimiento del aragonés al que llamó “Goya, vencedor de toda dificultad”. Es pues una casualidad que Goya hubiera elegido la calle Desengaño para vender sus populares caprichos, fascinado por el ambiente y el mismo nombre de la calle, muy apropiados para su obra.

Los Caprichos son un conjunto de grabados satíricos de la España de finales del XVIII, aún preñada de nobles y curas. Goya los puso a la venta en una perfumería de la calle, así se anunciaba en la prensa de la época: “Colección de estampas de asuntos caprichosos, inventadas y grabadas al aguafuerte por D. Francisco de Goya”

Goya y Martí recurren al absurdo en su obra para hablar de situaciones muy reales, lo onírico y lo poético como denuncia se unen en la calle Desengaño, seguramente no por casualidad.

Mujeres desengañadas

Transcurre la calle, desde la Iglesia de San Martín hasta Valverde, trufada de miradas mercantiles, con mayor o menor disimulo. En las volutas de piedra que la adornan, en las esquinas y portales, las prostitutas charlan entre sí con la familiaridad de quienes llevan acudiendo mucho tiempo a su puesto de trabajo. Algunas saludan a hombres de avanzada edad que merodean la zona, otras sonríen a los caminantes. A cualquier hora del día y de la noche, especialmente en el ensanchamiento de la calle entre Ballesta y Mesonero Romanos, que parece casi un corrillo de pueblo.

Existe también en la calle algún comercio clásico (a parte del sex-shop) como la droguería de Manuel Riesgo, que empezó como herboristería en 1866, con cédulas especiales para cultivar en la Casa de Campo y en el Jardín Botánico, y que exportaba sus productos a toda Europa. A partir de los años veinte cambió el rumbo, dedicándose a  los productos químicos. Merece la pena pasarse a ver sus cajones numerados originales.

Pero sobre todo existen comercios que debieron ser clásicos y permanecen hoy cerrados con el cartel de se alquila de una conocida asociación que persigue – sin mucho éxito en la calle – la revitalización de la zona.

La “trasera” de la Gran Vía

Es habitual escuchar referirse a las calles de la zona como “la trasera de la Gran Vía”, y no es ciertamente una mala denominación. La calle, que en tiempos unió Luna con Fuencarral, quedó cortada en Valverde precisamente con motivo de la construcción de la Gran Vía. Su último tramo ejemplifica la condición de trasera: la parte de atrás de un hotel importante, la parte de atrás de un gran grupo de comunicación...y al final el lateral del Edificio Telefónica ya en Valverde.

Durante la construcción de la hoy centenaria vía mucho se habló de la regeneración de las calles aledañas y desde entonces el debate ha sido continuo, pero los vecinos han dejado de escuchar hastiados cada solemne declaración política, acostumbrados como están al incumplimiento de las promesas. Cien años después la trasera sigue siéndolo.

En 1933 quebraron los almacenes Madrid-París, que habían hecho una gran apuesta abriendo en 1920 los que se consideran los primeros grandes almacenes de la ciudad. Para ello habían comprado una manzana enorme y habían construido un gran edificio entre las calles Desengaño y Mesonero Romanos. El inmueble fue comprado por SEPU (Sociedad Española de Precios Unitarios), que dedicó parte al alquiler de oficinas, y hoy lo ocupa la cadena SER. El gran dispendio arquitectónico

se quedó en la “cara

A“, la trasera también fue trastienda, pero desde luego no ayudó en los propósitos declarados anteriormente de sanear una zona de Madrid castigada a perpetuidad.

Desengaño, calle de ajetreo sórdido como pocas, trata de emerger de una vez por todas entre olores a orín y paisajes humanos

perféctamente enmarcados en su nombre y fama.

En tiempos el área fue conocida como Portacoelipuerta del cielo -

por la iglesia de Nuestra Señora de Porta Coeli, hoy San Martín. Esperemos que las eternas promesas de rehabilitación profunda consigan hacerla merecedora de nuevo de esa evocación.

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