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Cuando los primeros hombres en pisar la luna pisaron la España franquista

Armstrong,  Aldrin y Collins con Franco

Luis de la Cruz

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El pasado lunes 20 de julio se cumplieron 51 años del celebrado colofón de la misión espacial del Apolo XI: la llegada del hombre a la luna. Nos lo recordaba una publicación en twitter de la Subdirección General de los Archivos Estatales, en la que compartían unas fotografías magníficas de la gira que trajo posteriormente a España a los astronautas Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins.

El año pasado, cuando se cumplió el cincuentenario, tuvimos una buena ración de aquel pequeño paso para el hombre pero…ya saben. Hoy nos ocuparemos de las implicaciones de la gira española de aquellos hombres, cuya aventura ha quedado en la memoria colectiva de los españoles con la voz de fondo de Jesús Hermida.

El día 6 de octubre de 1969 los tres héroes espaciales, que vinieron a España con sus esposas, se daban un baño de multitudes en Madrid, recorriendo la ciudad en un coche descapotable y saludando a los miles de personas que jalonaban el recorrido. Hay imágenes de la época en la que se les puede ver pasando por la Gran Vía, con los balcones atestados como en unos San Fermines, o rodeados de gente frente a la Plaza de España. A su paso por la estatua de Colón, bajaron a homenajear con flores al marino genovés, lo que precisamente en estos días de iconoclastia colombina se vería de otra forma. La gira de los astronautas los llevó a veinticuatro países. El nuestro fue la quinta parada de la misma y el debut en Europa tras visitar varias ciudades en América. En realidad, antes que a Madrid habían llegado a Las Palmas de Gran Canaria para tomarse un par de días de descanso.

Los actos de la visita, como no podía ser de otra forma, incluyeron el regalo de unas monteras toreras…y la recepción del entonces Jefe del Estado, el dictador Francisco Franco (además de las del ministro Fraga Iribarne, el alcalde de Madrid Arias NavarroJuan Carlos de Borbón).

Que la gira pasara por España debemos integrarlo en la normalización internacional del Régimen Franquista y sus relaciones con Estados Unidos que, precisamente y junto con los acuerdos con el Vaticano, habían encauzado dicha integración.

Las primeras relaciones con Estados Unidos databan de 1953 y precisamente en septiembre de 1968, solo un poco antes de la gira, debían haberse renovado los acuerdos militares entre ambos países (las famosas bases) pero Franco rechazó la oferta norteamericana, básicamente por razones económicas y porque quería presionar para que el gigante intercediera a favor de la entrada de España en la OTAN. La visita se produce pues en un momento de negociación. La llegada de Richard Nixon a la presidencia de Estados Unidos, en enero de ese año, era buena noticia para el horizonte del pacto, aunque la negociación tampoco estuvo exenta de tiras y aflojas durante su mandato (para ganar tiempo, se había firmado una prórroga de las bases en junio de 1969).

En clave interna, la muestra de poderío e integración internacional del desfile le venía muy bien al régimen, pues a la altura de 1968 los movimientos obrero y estudiantil se hacían sentir con cierta fuerza, este último además con ropajes más bien antiamericanos, en relación con el contexto de la guerra del Vietnam.

Juan Carlos había sido nombrado sucesor de Franco solo unos meses antes (julio), por lo que las fotos de la recepción en Zarzuela, junto a Sofía, resultaban una promoción interesante. Para acabar de hilar el contexto, hay que decir que justamente en octubre de 1969 se cerraría una batalla entre las familias del franquismo, que acabaría con el triunfo inmovilista de Carrero Blanco y el relevo al frente del Ministerio de Exteriores de Castiella (29 de octubre), que había llevado hasta la fecha la negociación con Estados Unidos. El titular de Exteriores salió del gabinete, por cierto, junto con los también ministros aperturistas José Solís y Manuel Fraga, que fue uno de los que se hizo foto con los astronautas. El acuerdo de renovación del acuerdo con Estados Unidos se conseguiría con López Bravo, en agosto de 1970.

Las fotos de los toreros Paco Camino, El Viti y Antonio Bienvenida junto a los héroes norteamericanos del Apolo XI, como el triunfo español en Eurovisión un año antes o la entonces última copa de Europa del Madrid (65-66), eran escaparates internacionales de la cultura popular española que, como hemos visto en este caso, eran también reflejo de política de la dictadura y su encaje internacional.

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