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Cuando la extrema derecha atentó en Malasaña

Somos Malasaña

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Pocos de los que hoy pasean por la calle Manuela Malasaña sospechan que no hace tanto tiempo, por estas mismas fechas, en esta tranquila vía la explosión de una bomba se llevó por delante la vida de una joven de 28 años, hirió de distinta consideración a una decena de personas y provocó numerosos destrozos materiales.

Poco después de la medianoche del sábado 14 de julio de 1979, con la calle llena de gente, un artefacto colocado en un contenedor de basura situado en la esquina de Manuela Malasaña con San Andrés hizo explosión. La acción terrorista llevaba la firma de una ultraderecha que en aquellos años de la transición española se mostró especialmente activa, tratando de dinamitar la joven democracia que se abría paso tras la muerte del Dictador.

La elección de la citada esquina de Manuela Malasaña para la detonación no fue casual y todo apunta a que el objeto de la misma era la clientela que solía frecuentar el -por aquel entonces nuevo- café El Parnasillo. En El Parnasillo, hoy convertido en un lugar clásico del barrio, se solían reunir jóvenes profesionales liberales, muchos de ellos abogados vinculados con el PCE y, en cualquier caso, de ideas progresistas.

Precisamente, la única víctima mortal que hubo aquella noche, Salomé Alonso Varela, acababa de salir del café cuando le sorprendió la explosión que acabaría con su vida. Junto a ella se encontraba su esposo, Jesús Cañado Vega, abogado laboralista de 28 años que trabajaba en un despacho de la calle El Españoleto y que resultó gravemente herido. Otras personas que resultaron heridas en este suceso fueron, según se recoge en un artículo del diario El País de aquel día, “Vicente Santiago Macía, de 24 años; Antonio Benito Martínez, de 28 años; María Serrano Martínez, de 62 y Mohamed Selim Aser, de 25, este último de nacionalidad iraquí”. Todos ellos sufrieron heridas de “pronóstico reservado”. En total, según distintas fuentes, hasta 10 personas resultaron afectadas.

La bomba en cuestión no fue menor. Estaba compuesta por varios kilos de Goma 2, un cebo, un reloj y una pila, y causó también cuantiosos daños materiales que se valoraron en más de ocho millones de pesetas. Todos los edificios, comercios y vehículos situados en un radio de 50 metros de la explosión se vieron seriamente afectados. Entre ellos, uno de los más perjudicados fue el viejo Teatro Maravillas. Llegó incluso a temerse que tuviera que ser demolido. También la antigua Cervecería Bremen, hoy el Casa Maravillas, vio cómo estallaban todas sus lunas.

Rafael Alfredo Gómez Álvarez (28 años) y Ramiro Alejandro Rodríguez-Borlado (29 años) fueron los dos condenados por el atentado. El crimen de Salomé fue calificado finalmente de asesinato, por lo que a cada uno de ellos les cayó una condena de 73 años y de 50 años, respectivamente. Ambos fueron también condenados a 30 años de cárcel cada uno por el envío de una carta-bomba a la redacción de El País, acción en la que murió el empleado Andrés Fraguas. La Audiencia Nacional les imputó un total de 22 delitos entre finales de 1977 y julio de 1981. Según información de Mariano Sánchez Soler, autor de La transición sangrienta, Gómez Álvarez sólo cumplió 14 años y tres meses de prisión y desde el año 2001 está libre. Por su parte, Rodríguez-Bolardo recuperó la libertad total también en 2001, tras 14 años y siete meses encarcelado.

Serge

Me ha gustado el artículo pero, por favor, me ha dolido profundamente leer: la joven democracia que se "habría" paso



Saludos

Piluco

Las mates también le fallan a la becaria de la coordinadora antifascista, si les imputaron los delitos entre finales de 1977 y julio de 1981, y dicen que salieron a los 14 años de encierro, ¿cómo es posible que saliesen en 2001?
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