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Cortar la circulación en Madrid, una decisión valiente y necesaria

Boina de contaminación hoy en Madrid

Somos Malasaña

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Situaciones desesperadas requieren a veces medidas extremas. Porque a nadie se le escapa que prohibir circular a la mitad de los coches en Madrid es una actuación extrema, un último recurso cuando todo lo demás ha fallado. Y esa situación -desesperada- es la que se ha encontrado la capital de España en la última semana del año, con niveles de dióxido de nitrógeno disparados muy por encima de lo saludable y los pulmones de los madrileños respirándolos.

Estos niveles de polución vienen dados por la suma de muchos factores: los principales son la climatología (ausencia de viento o precipitaciones), las calefacciones de carbón y -sobre todo- los gases contaminantes que emiten la mayoría de vehículos a motor. Como no se puede pedir a la gente que apague sus radiadores en invierno y tampoco se puede provocar la lluvia o el viento, el Ayuntamiento de Madrid ha decidido actuar sobre la tercera causa, que es además la que más NO2 produce, los coches.

La decisión no era fácil. Lo sencillo era usar cualquier excusa para evitar tomar una medida que enfadaría a miles de conductores a cambio de algo vital pero que apenas se va a percibir a corto plazo: mejorar el aire que respiramos los madrileños cada día. Pero el equipo que dirige Manuela Carmena ha elegido la vía valiente y responsable, la de la medida extrema ante una situación (sanitaria) desesperada, y por eso merece el aplauso. Igual que hubiera tenido el abucheo de este periódico si se hubiera echado para atrás en su apuesta contra la polución.

Acabar con la dictadura del tubo de escape tampoco es fácil. En estos días en los que se hablará del equívoco libertad de circulación es necesario llamarlo por su nombre real: libertad de contaminación. Lo que está en juego es el derecho a respirar aire no contaminado de la gran mayoría frente a una minoría que ha elegido -por las razones que sea- articular su modo de vida en torno un coche que emite los gases nocivos que obligan a respirar a todos.

Madrid es una ciudad inteligente y responsable, con ciudadanos que tienen una curiosa cualidad: siempre reciben los cambios con enfado pero también los acaban aceptando de buen grado a medida que estos se hacen habituales, especialmente cuando los madrileños reconocen que son para mejor. El siguiente corte al tráfico de matrículas pares o impares será mejor aceptado. Y el tercero -que esperemos no llegue- se tomará como algo tan castizo como la hora punta del Metro o esperar la cola en Doña Manolita. Al tiempo.

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