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El estudiantado gitano visibiliza los retos a los que se enfrenta en la universidad: “Algunos docentes perpetúan los estereotipos hacia esta etnia”

Presentación del estudio sobre el estudiantado gitano en la Universitat de València.

Leila El Moudni Guerrero

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Entre la invisibilidad y el empoderamiento. El alumnado gitano de la Universitat de València. Aproximación cualitativa a su realidad. Así es como se llama el estudio que se ha presentado en la Facultat de Ciències Socials en conmemoración del Día del Pueblo Gitano, celebrado el pasado 8 de abril.

La principal dificultad de acceso a estudios universitarios recae sobre los recursos económicos del seno familiar, pero también influyen otros aspectos como la falta de referentes familiares que hayan cursado estudios superiores y la presión de mantener una nota y no perder la beca para no abandonar la carrera.

Estos datos están en sintonía con el estudio que se realizó en 2021: “En esta investigación se ha puesto el foco en la perspectiva de género, ya que se ha constatado mayor presencia de mujeres gitanas en la universidad. Fue interesante abordar el hecho de que no se conocían y provenían de distintos lugares”, explican los ponentes.

La decana de la Facultat de Ciències Socials, Elena Mut, insistió en que, desde la Universitat de València, es necesario implicarse en la integración de muchos colectivos y buscar herramientas que sean inclusivas e integradoras. “Se ha producido un espejismo de que el acceso a la universidad está al alcance de cualquiera y no es así. La clase social juega un peso muy importante a la hora de poder estudiar”, destaca.

Con ello, añade que los estudios realizados demuestran que la situación está muy lejana a la deseada: “El estudiantado gitano muestra un enorme esfuerzo por llegar hasta aquí. Con los análisis hemos querido representar los elementos que intervienen en esa minoría que ha podido acceder, así como su contexto sociofamiliar y educativo. Queremos que la clase social, la edad o el sistema sexo-género no sea un impedimento”.

Sylvia Martinez Gallego, vicerrectora de Igualdad, Diversidad y Políticas Inclusivas, resalta que estas investigaciones se han podido llevar a cabo con el apoyo y la colaboración de la Generalitat Valenciana mediante programas como Kumpania, servicio que se creó en 2019 con motivo de mejorar la situación socioeducativa de las infancias y la juventud gitana.

Metodología

Sobre la muestra escogida, el profesor de sociología Francisco Torres, uno de los autores del estudio, explica que no existen datos estadísticos sobre el número de universitarios gitanos, ya que infringiría la Directiva 2000/43/CE del Consejo que impide elaborar cualquier censo por motivos de etnia o religión.

“Hemos hecho una aproximación con los 10 participantes que decidieron formar parte de la investigación. Cabe destacar que fue muy difícil encontrar profesorado que quisiera participar. Buscamos entre más de 25 y todos nos decían que nunca habían tenido alguien de etnia gitana en clase”, manifiesta.

Siguiendo en esta línea, la profesora ayudante doctora en el Departamento de Sociología y Antropología Social, Yaiza Pérez, subrayó que encontraron al alumnado a través del método bola de nieve (técnica de muestreo en la que los contactos van buscando a personas que encajan en la investigación), y que posteriormente, se realizaron entrevistas grupales e individuales.

Barreras a las que se enfrentan

El colectivo gitano es cada vez más heterogéneo, y por lo tanto, cada estudiante adopta un rol dentro de las aulas: hay quienes prefieren mantenerse en el anonimato (no expresar abiertamente su etnia) e impedir cualquier tipo de discriminación; y otros quienes adoptan un sentido de empoderamiento y visibilidad sobre su cultura.

Otra cuestión que reivindica el estudiantado gitano es la falta de información durante el primer curso sobre los recursos a los que pueden acceder y el funcionamiento de la institución. Destacan que están rompiendo los esquemas dentro de la cultura gitana al ser la primera generación que cursa estudios universitarios.

Respecto lo anterior, desde la Universitat de València se impulsan herramientas como el Servicio de Información y Dinamización (Sedi), que ofrece apoyo y asesoramiento al estudiantado de cualquier carrera, al igual que el programa Baula que pretende formar y acompañar al alumnado de primer curso, así como reforzar su vínculo con los estudios.

En el caso de las mujeres, afirman que tienen una carga laboral y educativa superior a la que puede sufrir un hombre. Según aparece citado en el estudio, “se les asignan más responsabilidades dentro del contexto familiar y tienen más control sobre lo que pueden hacer o no hacer. Denuncian que se sienten fuera de lugar tanto en espacios familiares, como univeristarios y sociales, ya que están pasando por una crisis de identidad y están en proceso de construcción de nuevos modelos de gitaneidad”.

R. V, graduada en el doble grado de Derecho y Ade, asegura que es la primera vez que la convocan, desde la Universitat de València, para acudir a una jornada sobre el pueblo gitano: “Lo difícil es romper la barrera a la primera, y más siendo mujer. He tenido que luchar sola. Cuando entré en la universidad estaba perdida. Los gitanos sentimos que es un espacio muy lejano para nosotros y el apoyo familiar es trascendental. Estamos cambiando de mentalidad”.

Añade que sería esencial impulsar mecanismos de acompañamiento para colectivos invisibilizados. En el estudio, el estudiantado también destaca la necesidad de crear una red de apoyo.

A las declaraciones anteriores, se sumó una mujer gitana licenciada en el Máster de Abogacía: “Durante la carrera de derecho, tuve que aguantar comentarios esterotipados por parte de algunos profesores cuando se exponían ejemplos de delitos. Siempre se usaba el gitano”.

En este mismo sentido, los participantes de la investigación señalan que la universidad es un lugar inclusivo y seguro, pero que la relación con algunos docentes era escasa porque habían recibido tratos discriminatorios por su parte.

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