Cierra V. García: adiós a siglo y medio de horno en el número 7 de Pez

Este viernes será el último día de apertura de la pastelería V. García de la calle Pez, un espacio en el que desde que se levantó el edificio en cuyos bajos se encuentra, allá por 1856, se ha estado despachando pan y que ahora cambiará de actividad.

Marisol García lleva 20 años trabajando en este lugar, de los 29 que lleva su padre, Victorino García, al frente del mismo. Cuenta que su familia ha sido la tercera arrendataria de este local, “que siempre fue horno y que fundó el abuelo del periodista Moncho Alpuente, según tengo entendido, para luego cambiar de manos y ser conocido durante mucho tiempo como Horno Hernández”.

Victorino García, con 84 años, ya no estaba para seguir al frente de este tradicional comercio de proximidad y a su hija le ha surgido otra oportunidad de trabajo, por lo que hablamos con ella en una tienda desangelada y a la espera de que este viernes sean retiradas sus cámaras frigoríficas y se certifique así la muerte de un espacio que dejará a más de un cliente huérfano del lugar habitual donde compraba pan.

Sobre en qué se convertirá V. García nada se sabe por el momento, aunque hay rumores de que podría servir para ampliar el espacio del que dispone el exitoso bar vecino. En cualquier caso, será a su propietario, dueño de todo el edificio número 7 de Pez, a quien le corresponderá ver a quién arrienda el lugar.

Más 'defunciones'

Más 'defunciones'

Lamentablemente, la desaparición de este comercio tradicional no es la única de este tipo de negocios que se ha producido y que se espera en el barrio en un período más o menos corto de tiempo: la Almoneda La Madrileña (Espíritu Santo 1) está en venta tras más de 30 años de actividad; la tienda de regalos Ars 31 (Divino Pastor 16), en alquiler por jubilación del dueño tras 35 años de negocio; el supermercado Hermanos Gila (Corredera Baja de San Pablo 51), cuya parte de frutería busca nueva ubicación, cerrará para siempre.

Elena Cabrera

No quiero. :(

Siempre pensé que a Marisol no le gustaba su trabajo, yo la veía triste allí. Y la tienda era fría, silenciosa y aburrida, pero aún así, yo la amaba.

Allí he comprado de todo, desde los bocadillos que me hacían cuando trabajaba cerca, bollos a cualquier hora, palmeras, suizos y pan cuando vivía muy cerca de allí.