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Chilangos en Malasaña

Portada Quesadillas_Malasaña a mordiscos_Chilango

Malasaña a Mordiscos

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Chilango, natural de México D.F. Así que hoy toca comida mexicana, más concretamente cocina callejera de esa ciudad, según lo que dicen los del restaurante Chilango en su web. Es una promesa interesante, visto que la mayoría de los restaurantes mexicanos de precio medio, o medio-bajo, se dedican al tex-mex, es decir, esa mezcla de gastronomía de México y de Texas que produce una cocina mexicana adaptada al gusto estadounidense y que, por lo tanto, es algo más pesada que la tradicional.

Siempre me ha encantado la comida mexicana, por su colorido, su sabor, su picante y su imaginación. Mis dos primeros años en Madrid, los pasé en un Colegio Mayor Iberoamericano y recuerdo como un día muy especial el Día de Muertos, que los mexicanos celebraban por todo lo alto: era precioso, con su altar, sus calaveras de azúcar, su pan de muerto, sus novios de la muerte, etc. Perdón, esto ha sido un inciso de la abuela cebolleta, no mío.

Volvamos a lo nuestro, como hilo musical para este viajecito al D.F. aquí va una canción muy propia. Había pensado poner una del Chapo de Sinaloa (en concreto “Para que regreses”), pero mejor no, ¿verdad? No vaya ser que me denunciéis por incitación a la violencia (y encima de género) o algo.

A lo que vamos, el restaurante tiene una decoración bonita, moderna, con lámparas de tipo industrial y unas fotos del D.F. retroiluminadas en blanco y negro guapísimas. Una de ellas recordaba a NYC, con su poli ahí puesto y todo, y la otra era una perspectiva espectacular de la Avenida de los Insurgentes, la arteria que rompe el D.F en dos. La distribución es la que se ve en la foto, con dos reservados, separados por un muro bajo, al final, junto a la cocina, que está en alto y es acristalada. A la entrada tienen una pequeña zona de copas (y creo que TV para ver partidos).

Al llegar el chico que atiende, muy amable y eficaz (estaba sólo él para atender todas las mesas), nos pregunta qué queremos para beber. En la carta hay refrescos y zumos, aguas minerales varias, diversos tipos de cervezas mexicanas, michelada (cerveza, zumo de limón, sal y salsas tipo tabasco y otras), ojo rojo (cerveza con Clamato, bebida refrescante a base de tomate con almeja), copa de vino, margarita (de limón y especial, con tamarindo), mojito, Lambrusco (¿¿por qué??), jarra de sangría, de cerveza, de margarita y copas. M., muy prudentemente, pide una cerveza Negra Modelo (3,40 €, una vieja conocida de los restaurantes mexicanos, fuertecita, con cuerpo). Yo, viniendo del frescorrr madrileño me siento allí dentro tal cual como en Acapulco y me pido una margarita (5 €, primero intento de tamarindo y al final me quedo con la de limón). El chico me dice que la margariteadora está estropeada y que no quedará granizada como cuando se hace con ella, pero que la puede hacer, sólo de limón, él a mano, es decir con la coctelera de toda la vida. Vale, pues de limón y a mano. Llegan nuestras bebidas, en la cerveza un bulto sospechoso con aureola luminosa, prefiero no mirar, ¡es de nuevo Humbert! Le digo a M. que, por favor, le pida que se vaya. ¡No lo aguanto más! Brindamos por cosas bonitas y la margarita “manual” no está nada mal (lo mío, en el fondo, muy en el fondo, era la poesía).

Con respecto al menú no voy a detallar mucho porque debería explicar en qué consisten todos los platos, ya que hay nombres que resultan algo desconocidos para la mayoría de los españoles, y no es plan. El menú incluye, para empezar, nachos, guacamole, tacos dorados (aquí ya empezamos a diferenciarnos), gambas “zihua”, tacos vegetales y fingers de queso y pollo. Varios tipos de ensaladas: con aguacate y espinacas, de apio y queso feta, de Manuela (¡Malasaña!). Y luego provoleta “campero” y quesos fundidos (acompañados con tortillas de maíz, salsa y a elegir: chile poblano, flor de calabaza, cuitlacoche o chorizo). Y lo que pedimos, quesadillas (8,50 €, empanadillas fritas de maíz rellenas). Ponen 3 y puedes elegir entre 4 ingredientes de relleno: queso, chorizo, flor de calabaza y cuitlacoche. Todas ellas en realidad, como su propio nombre indica, están rellenas de queso más el ingrediente elegido. Nosotros probamos de queso, sin más, de flor de calabaza y de cuitlacoche. La masa es muy particular, al ser frita es crujiente y se rompe un poquito, resulta muy agradable. La de queso es la más simple, la diferencia de textura de la masa y el relleno le da un punto interesante. La de flor de calabaza (uhmm, ¡me encantan las flores de calabaza y las de calabacín!) resulta también muy bien, con su contraste dulce (flor)-salado (queso). Y finalmente el famoso cuitlacoche, que hacía tiempo que tenía ganas de probar. ¿Y qué es el cuitlacoche? Pues un hongo comestible que le sale al maíz, que viéndolo en Internet no dan ganas de comérselo, pero que resulta francamente especial. Para mi gusto delicioso y con un sabor de fondo exquisito que no sabría describir, a mí me recordaba en cierto modo a otra seta más conocida… ¿colmenilla, tal vez?

Para continuar el menú nos propone enchiladas de varios tipos. Tacos de diversas carnes, acompañados con tortillas de maíz, frijoles o arroz y salsas. Como especialidades hay varias carnes con diferentes elaboraciones. Ofrecen igualmente alambres, que son carnes cocinadas con cebolla, pimiento y otros vegetales. Y como sugerencias proponen: fettuccini Morelos (con salsa de flor de calabaza y parmesano), spaghetti María Sabina (con salsa de cuitlacoche y queso Philadelphia) y aguachile (pescado y gambas marinados con limón pepino y cebolla). También tienen menú de degustación: nachos, flauta y quesadilla, plato especial de tacos y postre y varias opciones de acompañamiento con diversas bebidas (que conllevan diferentes precios).

Nosotros escogemos tacos de cochinita (13,20 €). El plato consiste en tortillas de maíz a la plancha (algo pegadas unas a otras) que rellenas con la cochinita, es decir, carne desmenuzada de cerdo adobada (con axiote, una especia cuyo sabor está a medio camino entre el azafrán y un pimentón muy suave) que se cocina en zumo de naranja y, en este caso, en lima y con cebolla roja por encima. Va acompañada de frijoles negros y taquitos de tomate con cebolla. El plato, el plato en sí, donde viene presentada la comida, es de esos que están divididos, como los de los lugares donde la calidad de la comida no tiene mucha importancia (véase cárceles, colegios, bufés, residencias de ancianos, etc.). Sin duda, es más bonito que si fuera de metal (glups) y entiendo que en la comida mexicana es una solución bastante práctica... pero a mí no me convence en absoluto, me da sensación de rancho (y no de caballos). Bueno, la cochinita estaba sabrosa, diferente, los frijoles algo insípidos y el tomate también (tal vez tengan que ser así para que, al mezclarlo todo, no le quiten protagonismo a lo otro).

Es el turno de una especialidad, pollo con mole (13,20 €, ¡me encanta el mole!). Para el que no lo sepa, el mole es una salsa a base de cacao o chocolate amargo con diversos tipos de chiles (México es el paraíso de los pimientos, tienen un montón de variedades), varios frutos secos y diferentes especias. Resulta una salsa fantástica, llena de matices. En este caso llevaba encima sésamo y cebolla roja. De acompañamiento arroz y otra vez el tomate con cebolla (véase anterior comentario sobre la guarnición). ¡El mole buenísimo! Esa textura un poco arenosa del mole, ese picante en su punto, el gusto del chocolate de fondo, ese sabor ni dulce ni salado, ¡muy muy rico!

Cuando estábamos a la mitad de los platos el chico que atendía se acordó de preguntarnos si queríamos picante, dijimos que sí y nos trajo tres variedades de salsitas picantes. Una verde y dos rojas. La verde era de chiles jalapeños, con el gusto típico, entre ácido y muy picante, de este tipo de chiles. Una de las rojas parecía una mezcla de chiles secos con especias, también fuertecita. Y la otra era más cremosa y con un color más intenso, pero picaba menos. Entre tanto y no, nosotros pedimos otra margarita y otra cerveza, en verdad eran justas y necesarias (uy, lo que me ha salido).

De postre ofrecen brownie, crepa de cajeta y tartas y helados (hay que preguntar qué tienen cada día). Aunque me encante el chocolate no me parece propio el brownie, así que pedimos crepa de cajeta (5,50 €). Es una crêpe, rellena de dulce de leche y con dulce de leche diluido a modo de salsa. Encima lleva nueces picadas, un helado de vainilla y clavada una especie de nacho (trozo de tortilla de maíz frito). El helado de vainilla tiene sabor y textura correctos. El conjunto está bien, aunque demasiado dulce para mí.

El chico que atiende nos ofrece un chupito de tequila, no sé de qué marca (las margaritas empezaban a hacer su efecto), que aceptamos, nos lo pone con limón y estaba normalito; no resultó cabezón, lo cual es un punto.

Recomendaría este sitio para gente que quiera probar una comida mexicana simple, sabrosa, sin pretensiones pero lograda, acompañada de alguna de sus muuuuchas e interesantes opciones alcohólicas y no alcohólicas. La relación calidad/precio es correcta. Está muy bien para ir con amigos y probar varias cositas y beber a gusto.

  • Chilango, Calle Manuela Malasaña 12, Tel. 915914515. Horario, martes a domingo: 13.30 – 16.00 y de 20.30 – 00.00. En fin de semana, se recomienda reservar. 
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