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Cerebro y las otras discotecas de los Cubos que pusieron a bailar a Madrid

Los Bravos, actuando en Cerebro | RTVE.ES

Luis de la Cruz

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En la segunda mitad de los años setenta Maravillas se preparaba para convertirse en Malasaña y El Rollo pronto daría paso a La Movida. Paralelamente, en una de sus orillas, la de la calle Princesa, en el Madrid ensanchado, nacían una serie de discotecas hoy olvidadas que tienen una historia digna de ser recuperada. De entre todas ellas destacó, sobre todo, Cerebro, donde lo mismo se podía ver a la hoy baronesa Carmen Cervera con el latin lover Espartaco Santoni, que escuchar buen flamenco en temporada de feria, bailar en más compañía de lo que los españoles estaban acostumbrados hasta la fecha a hacer o asistir a espectáculos transgresores en los estertores del franquismo.

Años más tarde, en 1983, el periódico ABC dedicaba una doble página a saludar la novedad del ocio juvenil en las discotecas –sin enterarse de que algunas llevaban ya años siendo exitosas–. Con ánimo entomológico, trataba de comprender los nuevos hábitos de los jóvenes:

Los "teen-agers", los chavales de entre quince y veinte años, eligen otros centros que nada tienen que ver con los antes citados [los pubs]…pequeñas discotecas donde se puede bailar o tomar una copa escuchando música: son los "disco-pubs". También las discotecas se han transformado, y es que la técnica permite conseguir cotas de originalidad y sofisticación que atraen poderosamente a la juventud. Cada día aparecen nuevas posibilidades de diversión: la combinación de música, imagen, juegos…dan lugar a centros con denominaciones hasta hace pocos días desconocidos para todos: "disco-pubs", "vídeo-pubs", "dancings". De esta manera determinadas zonas madrileñas se han ido convirtiendo en poco tiempo en auténticas carpas que abarcan un espectáculo multicolor de moda, esnobismo y diversión.

Lo cierto es que a Cerebro no iban sólo jovencitos en sus primeros años. En 1980 Francisco Umbral celebraba en una columna su amistad con el también escritor Álvaro Pombo –ninguno cumplía los cuarenta–, “desenmarañando/enmarañando a Shakespeare bajo el ruido y la furia de la discoteca Cerebro.” En lo que sí acertaba la periodista de ABC es en que en las nuevas discotecas podían suceder muchas y muy variadas cosas.

En YouTube se puede encontrar el fragmento de una actuación de Los Bravos en Cerebro en 1976 donde, entre la profusión de perneras campana y purpurina, se aprecia una constelación de bolas de discoteca setenteras que ni en Fiebre del sábado noche. Al aspecto de sala de fiestas se unía una escalera de cristal por la que pasaba una cascada en la que, según la antigua relaciones públicas Marilé Zaera, “se caía todo el mundo”.

Las presencias de artistas importantes se sucedieron a lo largo de los años en aquel escenario, de Los Chichos a Barrabás, pero también se llevaron a cabo otro tipo de acontecimientos, como el primer desfile del diseñador Jesús del Pozo, que presentó allí su primera colección masculina en 1975.

El éxito de Cerebro hizo que nacieran más sucursales de la discoteca en Madrid. Importante fue la de la calle Magallanes, donde tocó Nacha Pop en 1980 y donde José Luis Fradejas, el que fuera presentador de La juventud baila del programa Aplauso, puso en marcha un concurso de baile con imágenes de fondo de la película Grease que fue un rotundo éxito. También destacó la de la calle Goya, donde se fraguó, entre copas, el nacimiento del llamado Sindicato de los millonarios: una noche de 1977, Juanito, el jugador del Real Madrid, estuvo charlando con Manolo Esteo, antiguo portero del Atlético Madrileño, y surgió la chispa para la formación de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), muy recordada entre otras cosas por parar la liga con una huelga en marzo de 1979.

Rocky Horror Picture Show

En los setenta Cerebro era la clase de sitio donde un jugador del Barcelona (Charly RexachCharly) podía agredir a un periodista a las tres de la madrugada por interrumpirle cuando bailaba con Bárbara Rey, sí, pero también era un lugar donde podían suceder acontecimientos culturalmente relevantes. Hace algunos meses, el actor Pedro Mari Sánchez publicó un hilo en su cuenta de twitter con motivo del 43 aniversario del estreno español de Rocky Horror Picture Show, musical en el que participó. Fue en Cerebro, en septiembre de 1974. El intérprete reveló anécdotas, como el paso por el show de una Candice Bergen entusiasmada, y sacó pecho con las largas colas que cada día se veían en la discoteca. “Se estrenó en la discoteca Cerebro por miedo a lo que pudiera pasar. Y lo que pasó fue un exitazo”.

Recordemos el argumento de la obra: unos extraterrestres transexuales –provenientes de la galaxia Transilvania– siguen a un líder llamado Frankburguesa, que tiene como misión crear la belleza perfecta que, poco después del periplo underground de la obra en el moderno Londres de los setenta, tomó en España la forma de un jovencísimo Pedro Mari Sánchez.

Por aquella obra desfilaron, bajo la dirección de Teddy Bautista, Jesús de la Roca (Triana), Alfonso Nadal, Flora María Álvaro, Miguel Ángel Godó, Alberto Berco, el propio Pedro Mari Sánchez, Ricardo Zabala, Raquel Ramírez, Adolfo Rodríguez (el de Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán) y Mayra Gómez Kemp, que cuenta en sus memorias que la censura no había permitido que la obra se estrenara en un teatro, pero transigió con que se hiciera tres veces en horario nocturno.

Además de celebrar el éxito de poner en pie aquel espectáculo tan provocativo, con el dictador Franco aún vivo, el actor recordaba también que en medio de la temporada de representaciones se produjo la primera huelga de actores, que acabó con una visita de Sánchez a la cárcel de Carabanchel junto con otros compañeros. En una ocasión anterior, el actor relató la noche que se presentó en Cerebro una delegación de actores encabezada por Ana Belén y Tina Sainz para pedir que parara la función. Allí no habían llegado las hojas informativas de la huelga porque ¡aquel music hall no se había considerado teatro serio por los compañeros!

Las otras salas de Cubos y su adiós

Cerebro no fue la única sala en aquellos bajos de la calle Princesa. Hubo también otras famosas como Open Gate, Cobre y Voltereta. En la puerta de esta última Andrés Calamaro compuso su éxito Engánchate conmigo y por esa misma puerta salió hacia su casa Tino Casal una noche de 1991 para encontrarse con la muerte en la carretera.

La noche era una fiesta hasta que a finales de 1993 se produjo la mutación del triángulo del baile madrileño, que se convirtió en el triágulo del cine cultureta. En los bajos de la plaza de los Cubos se instalaron los cines Princesa, con seis salas, que venían a sumarse a las de los Alphaville, cuyos espectadores llevaban desde 1978 mezclándose con la juerga de las discotecas a la salida de las películas. El Azul de Krzysztof Kieslowski vino a sustituir al bakalao, que reinaba en aquellas pistas en los noventa.

Los gestores de la empresa Vallehermoso, dueña de los locales donde habitaban las discotecas, vieron con buenos ojos el proyecto cinematográfico de Enrique González Macho, que les permitía olvidarse de los numerosos conflictos callejeros que se habían sucedido en la zona de influjo de las pistas de baile. Entre otras cosas, la plaza de los Cubos era ya entonces famosa por ser centro de reunión de neonazis rapados en Madrid. Solo unos meses atrás había salido de allí el asesino de Lucrecia Pérez en Aravaca. Mucho antes, en 1977, se procesó a cuatro individuos que habían obligado a los asistentes a la discoteca Cerebro a cantar el Cara al sol con el brazo a la fascista.

Hoy sólo queda de Cerebro y del resto de salas de la plaza de los Cubos un reguero de recuerdos que incluye la venta en páginas de segunda mano de posavasos, llaveros y entradas de aquellos locales; algunas sesiones grabadas de la etapa más maquinera y, para nuestros lectores, los comentarios de esta noticia, donde cualquiera puede verter sus recuerdos nocturnos.

Lola Robledano

Y la discoteca Argos?

marijose

a esa discoteca también fui yo
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