Viaje a La Alcarria visigoda y a La Mancha de la Edad del Bronce

A la derecha, junto al Tajo, los cimientos del área palatina de Recópolis. Las fincas marrones y la zona arboleda de la parte inferior que circundan al yacimiento no han sido excavadas. En el centro, restos de los templos, y detrás, calles con cimientos de viviendas y comercios.

Luis Socorro

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Camilo José Cela puso en el mapa de España La Alcarria, cuando en junio de 1946 recorrió está comarca que se extiende por las provincias de Guadalajara, noroeste de Cuenca y una franja del sur de Madrid. 1.400 años antes de que el premio Nobel publicara su famosa novela de viajes, el rey Leovigildo decidió construir una ciudad a orillas del Tajo, a 140 kilómetros de Toledo, la capital de la Hispania visigoda. Se trata de Recópolis, el yacimiento de factura visigoda más importante de Europa. Gracias a la tecnología de vanguardia, ya que solo se ha excavado un 11%, se ha descubierto que este enclave fue construido con una planificación urbanística inusual en el siglo VI. Convertido en parque arqueológico, Recópolis atesora vestigios visigodos, árabes y católicos. En este reportaje, el periodista Luis Socorro, nuestro especialista en patrimonio histórico de Canarias, relata la visita que ha cursado a cuatro yacimientos de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, entre ellos, Recópolis y Motilla del Azuer, la singular fortaleza laberíntica de la Edad del Bronce que se construyó para proteger un pozo en Daimiel, el más antiguo de la Península Ibérica.

¿Recópolis fue la ciudad visigoda más grande? No, nos responde Lauro Olmo, catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares y director científico del yacimiento. “Toledo sería más grande”. Y lo mismo se puede decir de Barcelona, Tarragona o Sevilla, ciudades más antiguas y mayores que fueron ocupadas por los visigodos después de la época romana. A diferencia de la antigua urbe de La Alcarria, el desarrollo urbano de las citadas ciudades fue en varios núcleos. Entonces, ¿por qué la documentación que hemos estudiado antes de emprender el viaje a este lugar indica que es el yacimiento visigodo más notable del continente, cuando solo se ha excavado poco más de una décima parte de sus 33 hectáreas? ¿Si tan importante fue Recópolis por qué fue abandonada en el año 850, con menos de tres siglos de existencia?

Recópolis fue una población de nueva planta, ex novo; de hecho, hacía cinco siglos que no se construía una ciudad en Hispania. Se fundó en el siglo VI, en el año 578, y se construyó en un lugar privilegiado: un promontorio llano, fértil, regado por el Tajo y a camino entre los puertos de Levante y el interior de la Península, a solo tres días de Toledo. Fue un regalo del rey Leovigildo a su hijo Recadero. El monarca quiso dejar huella y hacer una población a lo grande. Hoy, la arqueología certifica la afirmación anterior y aporta datos para justificar por qué es el yacimiento más sobresaliente de la cultura visigoda.

Gracias a los georadares que escanean el subsuelo como si fuera una radiografía, los arqueólogos han determinan el diseño urbanístico de la población, “la densificación de la ciudad”, concreta el doctor Olmo. Hoy, podemos caminar por varias calles que han sido excavadas; algunas transcurren por antiguos comercios, como confirman los registros arqueológicos encontrados, otras por viviendas y una vía junto a una necrópolis.

Denso trazado urbano

Lauro Olmo, junto a otros colegas de las universidades de Harvard y de Frankfurt, lideró el proyecto que ha permitido descubrir como era la ciudad. Al norte, paralela al curso del Tajo, estaba el área palatina. Gracias a las excavaciones, podemos calibrar la magnitud de los palacios. En declaraciones a este periódico, el catedrático de Arqueología de Alcalá de Henares afirma que los hallazgos de  “nuevas zonas palaciales, manzanas de viviendas de grandes dimensiones junto a otras más modestas de diferentes tipos, además de obras de infraestructuras con amplios espacios aterrazados y nuevas calles, documentan lo que fue un denso trazado urbano”. Este verano, los arqueólogos emprenderán una nueva campaña de excavaciones.

Recópolis tiene una extensión de 33 hectáreas, 22 de ellas en el interior de lo que fue un núcleo amurallado. En la zona de extramuros, señala Olmo, “hemos documentado la existencia de construcciones de la época alineadas con las vías de salida”, así como de “nuevos poblados, aldeas y granjas construidas en el entorno de la ciudad”, habitada por unas 4.000 personas.

En 711 los árabes llegan a la Península Ibérica. Años después ocupan Recópolis sin destruirla. Junto al templo visigodo –eran cristianos pero no católicos-, construyeron una mezquita. A mediados del siglo IX, la ciudad sufre un pavoroso incendio, probablemente producto de una pugna entre facciones musulmanas. A raíz de este siniestro, se abandona y se inicia la construcción de un castillo en el actual pueblo de Zorita de los Canes, municipio en el que se encuentra el Parque Arqueológico de Recópolis.

El parque está muy bien concebido. Las visitas son guiadas pero hay que reservar con antelación. Además de recorrer el yacimiento, hay un centro de interpretación que introduce al visitante con un didáctico audiovisual de solo nueve minutos, que nos muestra una cultura que acuñaba monedas, que atesoraba un sistema fiscal, una red de alcantarillado y un acueducto para suministrar agua del Tajo a la población y a las áreas agrícolas. Tras la visita de campo, regresamos al edificio para disfrutar con otro documental que nos permite ver gracias a la realidad virtual como era Recópolis, con sus talleres para fabricar vidrio o sus hornos de cal.

La Cava de Garcinarro

A 38 kilómetros de Recópolis, está el yacimiento de La Cava de Garcinarro, en La Alcarria conquense. Merece la pena darse un salto para conocerlo. Está en lo alto de un cerro, con vestigios de la Edad del Bronce, del Hierro y también visigodos. El conjunto está abierto, pero acotado con un sendero para visitarlo sin afectarlo; tiene unos paneles informativos con las claves del asentamiento.

El área más importante es una acrópolis retallada en la roca, un monumental edificio pétreo con tres estancias construidas en el siglo IV antes de la era común. Son las estructuras más espectaculares del yacimiento y datan de la Edad del Hierro. Hay un gran foso, posiblemente defensivo, de 70 metros de largo y cuatro de altura. A escasos metros del foso hay un campo con infinidad de cazoletas de la Edad del Bronce.

Es la mayor concentración de España -8.000 según la web del conjunto-. En Galicia está el segundo yacimiento con mayor número cazoletas, unas 500, mientras que en Canarias hay centenares de estaciones de cazoletas unidas por canalillos. La finalidad era ceremonial, consideran la mayoría de los arqueólogos isleños; son mucho más recientes porque la colonización indígena del Archipiélago se inició durante los primeros siglos de la era cristiana, cuando los romanos dominaban el norte de África, como certifican las dataciones de última generación de restos humanos y de semillas.

Motilla del Azuer

Aunque no es uno de los siete parques arqueológicos de Castilla-La Mancha, Motilla del Azuer es un yacimiento único en nuestro país y en Europa. Se trata de una original fortaleza laberíntica, con anillos concéntricos en torno a una torre central. La finalidad principal era proteger un enorme pozo de 20 metros de profundidad. Se trata del pozo de captación de agua más antiguo de la Península y, según algunos fuentes, la primera infraestructura hidráulica construida en el continente. En 2013 estaba lleno; hoy, en cambio, está vacío. El pasado lunes 8 de abril lo visitamos junto al doctor Miguel Torres, el arqueólogo municipal de Daimiel (Ciudad Real). 

¿Qué es una motilla? Torres nos explica que se trata de “un asentamiento humano en forma de fortaleza circular entre 30 y 50 metros de diámetro dispuesta en anillos, construida con piedras calizas y barro”. Alrededor estaban las cabañas y el área de enterramiento del poblado. En el caso de Motilla del Azuer –nombre del río que riega el enclave del yacimiento-, además del pozo se custodiaban varios silos para almacenar cereales, con una capacidad de seis metros cúbicos; en el exterior, se excavó una necrópolis de la que se exhumaron más de un centenar de cadáveres. También se han descubierto varios hornos de uso doméstico.

Motilla es un topónimo común en La Mancha. Se han contabilizado 46, 35 en la provincia de Ciudad Real; la mayoría está sin excavar. Son montículos que salpican la llanura manchega. La más espectacular, sin duda, es Motilla del Azuer, con sus cincuenta metros de diámetro y los más de treinta de altura de la torre central desde el fondo del pozo. Para el autor de este reportaje, se trata de uno de los yacimientos más noveleros que ha visitado en la última década. Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2013, la Consejería de Cultura del gobierno manchego ha iniciado un expediente para la declaración como BIC de todas las motillas de Castilla-La Mancha.

La Motilla del Azuer data de la Edad del Bronce. Tiene unos 4.000 años de antigüedad. El arqueólogo Miguel Torres sostiene que “el poblado estuvo habitado entre los años  2.200 y 1.300 antes de la era común”. Tenemos que viajar por el tiempo para averiguar el origen de estas infraestructuras de la prehistoria. Está documentado que en torno a los años 2.000 y 1.800 antes de Cristo hubo un cambio climático que dibujó un paisaje más árido y seco. La solución a la escasez de agua fue construir una red de pozos para explotar las aguas subterráneas. La supervivencia. Según las fuentes consultadas, “se trata de la primera cultura hidráulica de Europa: la Cultura de las Motillas”.

La Motilla del Azuer, apunta Miguel Torres, “constituye el yacimiento más representativo de la Edad del Bronce en La Mancha, dentro de una tipología de asentamiento único en la prehistoria: las motillas”. Estas reciben su nombre, añade el arqueólogo, porque forman una elevación artificial dentro de un espacio circundante eminentemente llano“. Se consideran unos monumentos ”excepcionales por su riqueza científica y por su escasez en número“, sentencia Torres. 

La visita a este yacimiento es imprescindible si somos amantes de la historia y de la arqueología y viajamos por La Mancha. Hay un pequeño centro de interpretación con unos fotografías que ilustran cómo era la motilla antes de que fuera excavado. La metamorfosis es asombrosa. También veremos imágenes con el pozo colmado de agua.

Parque Arqueológico de Alarcos

A 55 kilómetros al oeste del singular enclave prehistórico de Azuer, muy cerca de la capital de la provincia de Ciudad Real, está el Parque Arqueológico de Alarcos. Fue una visita rápida, pero suficiente para admirar un yacimiento que concentra varios milenios de memoria, desde la Edad del Bronce al final de la Edad Media.

Ubicado en lo alto de un cerro, Alarcos es una atalaya natural desde la que se divisan los cuatro puntos cardinales, con la planicie manchega en primer plano y varias cordilleras lejanas. Un lugar habitable porque tiene el agua del Guadiana. Los iberos o ibéricos fueron los primeros pobladores; también hay huellas del paso de los romanos –algunos autores como Ptolomeo sitúan aquí la antigua ciudad de Larcuris-, pero los vestigios más representativos son árabes y principalmente medievales, como las murallas que conforman la fortaleza.

La entrada al parque arqueológico es gratuita. Es recomendable gestionar una visita guiada a través de la web, como hicimos, pero el centro de interpretación a la entrada aporta las claves que necesitan conocer los visitantes, entre ellas, que fue escenario de la famosa batalla de Alarcos, en 1195, que frenó la Reconquista.

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