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Calle de San Lorenzo: pocos metros pero muchas historias

Luis de la Cruz

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Viajamos hoy por el presente y el pasado de la calle de San Lorenzo, que une las de San Mateo y Hortaleza. La calle, de poco paso, sirvió de escenario a algunos escritores del XIX: aparece en El amigo manso de Galdós y en La sirena negra de Emilia Pardo Bazán.

No hay mejor lugar para empezar a indagar acerca de las vidas de la calle que una tienda de comestibles de viejo letrero desvaído donde se lee 'Panadería'. Allí lleva 30 años vendiendo al vecindario Antonio –“y otros 40 más mi tío, la tienda debe tener en total ochenta y pico”–.

El tendero nos habla de las historias que ha recogido de los vecinos. “Se dice que cuando esta calle no estaba urbanizada solo existía el caserón del número 18 –efectivamente, la vieja casa de estilo castellano se adivina primogénita de la calle – que era fonda donde paraban a descansar los coches de caballos para proseguir luego camino al sur. Se dice también que, por entonces, pasaba por aquí un río, justo por donde está el patio junto a la tienda”. San Lorenzo aparece ya en el plano de Texeira (1656) pero no hay que menospreciar a la memoria, viajando de generación en generación.

Antonio sigue exprimiendo recuerdos y conversaciones , lamentándose de la falta de los más mayores, mejores depositarios, dice, de esas historias. Cuenta que en el barrio se decía que los palacetes de la calle, regentados todos por órdenes religiosas en algún momento, llegaron a manos de la iglesia por herencias, a cambio de un pase al cielo.

Al entrar un viejo cliente en la tienda, entre los dos recuerdan el sitio donde estuvo la sede de la Falange. “En el 15, eran mis amigos… me peleé con todos”, nos refiere socarrón el recién llegado.

En la calle hay pocos negocios (un bar, un restaurante, una copistería…). “Es un sitio de poco paso, las tiendas vienen y van, nosotros sobrevivimos porque vendemos a los vecinos de toda la vida”.

Uno de los pocos negocios veteranos en la calle es Lady Pepa, una vieja bodega hecha café-teatro hace décadas, con un piano y unas guitarras en el sótano para que se arranquen los más desinhibidos por la noche. El local es muy conocido también por servir espagueti boloñesa a altas horas de la madrugada y el desaparecido Enrique Urquijo (Los Secretos) fue uno de los noctámbulos que se refugió allí en más de una ocasión.

En esta vía (en el número 10) estuvo también la administración del periódico La Nación, de corta vida. Nació durante la Primera Guerra Mundial pagado con dinero alemán con el fin de incluir en los editoriales propaganda germanófila. Al frente estuvo Juan Pujol, periodista muy a la derecha con plaza en Malasaña, y contó con colaboraciones de nombres ilustres del barrio como Emilio Carrere y Ramón Gómez de la Serna.

Historias en sus muros y patios

Historias en sus muros y patios

El palacete del número 11 es acaso el edificio que más luce en la calle. Durante años fue muy conocido por albergar la Academia Caballero, donde muchos madrileños aprendieron las cuatro reglas y prepararon oposiciones. Era una de las academias por antonomasia de la ciudad y eran muy frecuentes anuncios en prensa en los sesenta del tipo “240- 260 pulsaciones por minuto. Nuevos sistemas norteamericanos”. Hemos encontrado en prensa antecedentes en el mismo edificio: la academia de marinos mercantes Fossi (fundada en 1902 y de la que tenemos noticia seguía existiendo a finales de los 40). También estuvo aquí –Antonio nos hablaba de las imprentas de la SGAE – la Sociedad de Autores Españoles, antecedente de la actual sociedad de gestión.

El edificio es de 1807, obra del arquitecto Manuel Brady, y sirvió en principio de residencia familiar. Las puertas suelen estar abiertas y merece la pena entrar a contemplar el precioso patio columnado. Hoy alberga una residencia universitaria y, en la planta baja, varias galerías de arte: la de Elba Benítez o Heinrich Ehrhardt.

En el número 15 de la calle, donde está hoy la galería Dionís Bennassar, estuvo, como nos recordaba el cliente de Antonio, la delegación del distrito de Hospicio de Falange. Aunque andando los años sirviera para prácticas de control social más inocuas, como las exposiciones de canastillas de la Sección Femenina, en los años siguientes a la guerra fue un centro de represión, como lo había sido durante la misma. Durante la guerra sirvió como prisión del Servicio de Información Militar y, según la Causa General franquista, en la checa operaron agentes soviéticos (hay que decir que en la Causa aparecen los números 12 y 15 como localización de la checa, y hasta hay quien sitúa la Prisión de San Lorenzo de la posguerra en el número 20 de la calle)

Con anterioridad, en el número 15, hubo un viejo centro social, recreativo y formativo, fundado en 1847, lugar habitual de reunión de liberales e izquierdistas. Allí se producían conferencias y se daba formación a la clase obrera (por el día para los socios y por las noches para sus hijos). El centro sufrió un ataque de milicias falangistas en los años 30.

Justo en frente de estos dos caserones, encontramos otro edificio de arquitectura singular (el número 20). La residencia universitaria Patrocinio de San José, de estilo romántico y con un bonito patio interior cerrado, que puede adivinarse a través de las rejillas del portón. Junto a esta, en el 18, el viejo caserón rehabilitado al que aludía Antonio como el más antiguo de la vía, con un pequeño escudo heráldico.

La calle de San Lorenzo es buena prueba de que hay vías pequeñas por las que merece la pena pasar despacio: explorar tras sus puertas, leer sus muros, descubrir sus establecimientos, hablar con sus vecinos…

* En nuestro blog Estampas: El letrista de El torito bravo aprendió a escribir en la calle de San Lorenzo

Kapa

Gracias Somos Malasaña, por este artículo que nos descubre rasgos poco conocidos de una de las calles más singulares del barrio. Los edificios que reseñáis son muy señoriales y conocer su historia les añade interés. Gracias a Antonio, una persona entrañable que con su amabilidad y cercanía hace que nos sintamos como en un pueblo al pasar por San Lorenzo.



A pesar de sus bellos edificios, San Lorenzo es lamentablemente una calle poco "hospitalaria". Los grafittis, las basuras presentes durante todo el día, las estrechas aceras y el tráfico tienen la culpa. Desde aquí animo a los vecinos de la calle a denunciar las actuaciones incívicas y reivindicar su importancia.
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