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Calle de Hernán Cortés: la de El Socialista

Luis de la Cruz

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Uniendo Fuencarral con Hortaleza discurre esta calle con nombre de conquistador que antes se llamó de San Pedro y San Pablo . La primera impresión que se lleva el paseante es mala, por culpa del tráfico. Desde que se peatonalizó la calle de Fuencarral el tráfico es incesante. Se quitaron los bolardos y una de las aceras es prácticamente inexistente, hasta el punto de convertir en peligroso el paso a pie.

La Asociación de Vecinos de Chueca ha pedido insistentemente que se ponga solución a esta situación, hasta el momento sin demasiado éxito.

En la calle de Henán Cortés – una placa lo atestigua en el número 15 - murió el famoso arquitecto neoclásico Juan de Villanueva, autor de, entre otros edificios importantes, el Museo del Prado. Aquí, en un inmueble que se derribó en 1949, tuvo estudio su padre, Juan de Villanueva y Barbales, escultor barroco conocido por haber sido uno de los fundadores de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y uno de sus primeros directores. La placa es de principios de los ochenta y se colocó coincidiendo con una exposición sobre el genial arquitecto a pocos metros de distancia, en el entonces Museo Municipal de la calle de Fuencarral.

Los comercios de la calle hoy

Los comercios de la calle hoy

¿Dónde reparar la vieja máquina de escribir del abuelo? Lo que parece misión imposible en un mundo donde ha sido noticia el cierre de una de las últimas fábricas de máquinas mecanográficas, es posible en la calle Hernán Cortés. Existe allí una vieja tienda - Sánchez y Lozano – dedicada a la reparación de estos románticos artilugios y al material de oficina. En la puerta del establecimiento hay pegado con papel adhesivo un bonito anuncio que se adivina añejo, y que nosotros hemos localizado en la hemeroteca de ABC, nada menos que en el año 1947, aunque el taller anunciado, el de Mateo Marín, estaba en otro número de esta misma calle.

Hay también en la calle una librería, Panta Rhei, que es una explosión sensitiva del papel. Dedicada, en principio, a las artes visuales y a la cultura contemporánea, encontramos en sus mesas y estantes todo tipo de libros, catálogos y cómics, con el común denominador - eso sí - de estar primorosamente editados; de ser bonitos. Empezaron en 2000 en la calle Pelayo y desde 2005 abren sus puertas en Hernán Cortés.

Existen además algunos comercios de corte moderno como corresponde a una calle entre Chueca y Malasaña: la obligada peluquería, alguna con el consabido apellido vintage o una estilosa tienda de inspiración mod con vespa en el escaparate. Restos de comercio tradicional apenas quedan, a no ser uno de esos bonitos letreros espejados de Carbones.

En la calle tienen además sede el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales y el PSOE del distrito Centro.

El Socialista y Pablo Iglesias, en la calle de Hernán Cortés

El Socialista y Pablo Iglesias, en la calle de Hernán CortésEl Socialista

El 12 de marzo de 1886 salió a la calle el primer número de El Socialista, famoso órgano de expresión del Partido Socialista Obrero Español. La redacción y administración estuvieron en el número ocho de la calle de la que hoy hablamos.

El semanario se fundó con aportaciones de una peseta hasta juntar 900, que no llegaron muy lejos: pronto hubo que recurrir de nuevo a la aportación de afiliados, casi todos tipógrafos como su fundador, Pablo Iglesias. En las páginas de El Socialista apareció por primera vez en España el Manifiesto comunista en la lengua de Garcilaso.

Iglesias instaló su alcoba en un rincón del pasillo, y la mesa de trabajo en una esquina de un salón junto a la redacción de El Socialista. Allí pasaba noches enteras componiendo los números del periódico y respondiendo correspondencia. Hay que tener en cuenta que el periódico no era un simple órgano de expresión, era el centro mismo del partido en aquellos años.

Mucha gente no sabe de la intensa relación del joven Pablo Iglesias con el distrito de Universidad, que va más allá de su residencia y trabajo en El Socialista en la calle de Hernán Cortés.

La primera vez que el joven Pablo – Paulino le llamaban de niño – vio estas calles fue recién llegado a Madrid en 1860. Al enviudar su madre, acosada por la miseria, se decidió a aceptar el ofrecimiento de un tío suyo que servía en la casa de un Grande de España, el Conde de Altamira, cuyo palacio es la actual sede del Instituto Europeo de Diseño, en la calle Flor Alta, junto a San Bernardo. Fueron 21 días de viaje a pie desde Ferro,l durmiendo sobre sacos de paja en los mesones del camino, que concluyeron mal: al llamar a las puertas de palacio se enteraron de que su pariente había fallecido.

A la madre de los Iglesias no le quedó más remedio que ingresar a sus hijos en el Hospicio de San Fernando, en la calle de Fuencarral. Ella se instaló en una modesta buhardilla y nunca perdió el trato con ellos. En el Hospicio los niños pasaron hambre y frío – Manuel, el pequeño, acabaría muriendo allí de tuberculosis – pero la estancia sirvió a Pablo para alimentar su hambre voraz por la lectura y para aprender el oficio de tipógrafo. Finalmente, fue expulsado tras haberse escapado dos veces para ver a su madre. Los jardines del Hospicio, que hoy llamamos del arquitecto Ribera, llevaron el nombre de Jardines de Pablo Iglesias desde finales de los años veinte hasta acabar la Guerra Civil.

Los que siguieron fueron tiempos de mucha hambre, de aprender de los golfillos de la calle la supervivencia y forrarse el pecho con carteles bajo el chaleco para combatir el frío, hasta que encontró una imprenta donde necesitaban aprendices. Comenzó a trabajar en un taller situado en la calle de la Manzana, muy cerca de la universidad, donde se editaba el Diario Universal. Entregar aquel primer salario de tres pesetas a su madre -para completar su jornal de lavandera del Manzanares- fue un orgullo que nunca olvidaría ya. Cuando, poco después, cerró el periódico e Iglesias quedó en la calle, había adquirido ya pericia como para encontrar otro trabajo y fue muy cerquita, en la calle del Limón, donde tuvo uno de los primeros encontronazos con la patronal. El dueño de la imprenta tenía al tipógrafo haciendo además las veces de jardinero. Una mañana Iglesias se desvaneció por el cansancio y el patrono le recriminó su torpeza, a lo que éste le contestó que era tipógrafo, para acto seguido salir por la puerta, dejando al impresor sin nadie que le compusiera las líneas de la edición del Quijote que se traían entre manos.

Luego vendrían los días más conocidos del fundador del PSOE: la presidencia de la Asociación General del Arte de Imprimir, la reunión fundacional de partido en Casa Labra, la creación de la Casa del Pueblo, su acta como primer diputado socialista...

En el año 1984 Lauro Olmo estrenó en Malasaña, en el teatro Maravillas, una obra poética sobre la vida del fundador del Partido Socialista Obrero Español que recogía algunos de estos avatares, y que nos sirve para cerrar el círculo de la relación de Pablo Iglesias con el barrio.

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