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Calle del General Mitre: entre la Generación del 27 y el mercado

Luis de la Cruz

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Desde la Gran Vía se accede a la breve calle del General Mitre, que conforma uno de los aleros de la plaza de los Mostenses, y en la que el mercado del mismo nombre tiene entrada.

El general en cuestión fue presidente de Argentina entre los años 1862 y 1868. Cultivó además el periodismo, la Historia y la carrera militar. La calle se llamó con anterioridad del Doctor Carracido (en los años cuarenta cambió de nombre) y la denominación anterior se conserva en el tramo que quedó al otro lado de la Gran Vía.

Cruz y Raya: un epicentro de la cultura republicanaCruz y Raya

En el número 5 de General Mitre estuvo la redacción de la revista Cruz y Raya. El nombre completo de la misma era Cruz y Raya. Revista de afirmación y negación, y publicó 39 números de marcado contenido cultural entre abril de 1933 y junio de 1936 que

representaron la cuota española del catolicismo de izquierdas en tiempos republicanos. Sus fundadores fueron José Bergamín y el filósofo Eugenio Imaz.

En la sede de la revista se celebraba una tertulia vespertina por la que pasaron nombres señeros de la cultura española del siglo XX: los Lorca, Alberti, Dámaso, Guillén, Rosales, Sánchez Mazas, Miguel Hernández, Julián Marías... Los fijos eran Bergamín e Imaz, y los otros iban pasando por allí con mayor o menor asiduidad. A Miguel Hernández y a Bergamín les había presentado años antes Ramón Sijé. Entre ambos existe una relación epistolar bien conocida. Hernández, por ejemplo, le remite por carta en el 34 su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, que sería publicado en Cruz y Raya.

Bergamín, erudito católico que convergió hacia el comunismo sin abandonar nunca su fe, fue un gran cultivador del aforismo -“cortocircuitos mentales” les llamó- y también un importante ensayista y autor teatral. Republicano convencido, presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas, donde compartió militancia con Thomas Mann, Huxley, Gidé, Valle-Inclán o Gorki, entre otros. En 1939 empezó su periplo multinacional de emigrante forzado. En los cincuenta pudo volver a España, pero por su apoyo a la huelga de mineros asturianos de 1963 tuvo que salir de nuevo del país, al que regresó en plena transición. Sus últimos días se sucedieron en Euskadi, donde hizo gala de un fuerte compromiso con la izquierda abertzale. Murió en 1983.

Imaz, el otro director de la revista, también tuvo que salir de España al final de la guerra, muriendo en México en 1951 , donde había tenido una significada actividad cultural en revistas como España peregrina o Cuadernos americanos.

El cine más cómodo de la ciudad

En su acceso por Gran Vía destaca la gran entrada en esquinazo de un restaurante-franquicia americano. Hasta 2005 era la muy reconocible entrada del cine Azul, antes Belusia que, aunque nunca fue una de las grandes salas de la Gran Vía, fue muy conocido por la comodidad de sus butacas. Antes de apagar el proyector el cine intentó mutar y se convirtió en una sala dedicada a la temática gay, pero esto no la salvó de ni de la crisis del cine ni de la modificación del Plan General de Ordenación Urbana, que permitió el cambio de uso de los cines y que está detrás de la despoblación de salas oscuras en la Gran Vía. Aún así, en el Azul se sirvieron costillas a la barbacoa casi dos años sin que el ayuntamiento hubiera concedido la licencia de cambio de uso.

Una plaza con el deber de mejorar

El edificio que albergaba el Azul, 76 de la calle más famosa de Madrid, ocupa parte del solar del primigenio mercado de los Mostenses, que desapareció en 1925 con las obras de la Gran Vía.

Por General Mitre se entra a esa peculiar y caótica plaza que tiene en el centro el actual mercado, levantado en 1946. La calle se abre a la derecha a la plaza por la pequeña calle de Ricardo León y se topa, pasado el mercado, con la calle de las Beatas. General Mitre pasa la mayor parte el día atascada por los coches, que quieren salir a la Gran Vía, siendo testigo

sucio de cajas vacías de mercancía abandonadas, de puestos callejeros que le nacen extraoficialmente al mercado,

y del ir y venir de vecinos, muchos en busca de productos asiáticos o casquería, que abundan en este mercado.

Por lo demás, no ayuda el gran paredón trasero del teatro Coliseum a embellecer una callecita que, como todas las que forman la plaza y el propio mercado, pide a gritos una remodelación que la ponga en limpio.

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