Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Los locales de copas de Malasaña dudan si reabrir como cafeterías: “No sabemos si nos volverán a cerrar”

Ocean Rock Bar, reabierto este miércoles en la calle San Vicente Ferrer | SOMOS MALASAÑA

Diego Casado

0

Tener un bar de copas en Malasaña había sido hasta marzo un negocio más o menos seguro: la apuesta por la música de guitarras que desarrollan un nutrido grupo de locales históricos hacía que cada fin de semana se llenaran de un público fiel de varias generaciones, tanto de fuera como de la ciudad de Madrid. Pero llegó el coronavirus y todo cambió: el ocio nocturno fue señalado por las autoridades como foco de contagios y mantener un negocio así se convirtió en una ruina.

Los bares de copas y las discotecas fueron los últimos en poder abrir en Madrid durante la desescalada (a finales de junio) y los primeros en tener que cerrar de nuevo (a mediados de julio). De los siete meses que llevamos de pandemia, llevan seis meses clausurados por decreto. Sus dueños siguen pagando sus alquileres y suministros y la factura de la pandemia se traducen en pérdidas por decenas de miles de euros, cuentan a Somos Malasaña fuentes del sector.

Ante este panorama, la Comunidad de Madrid publicó el 15 de octubre una modificación legal que les permite reabrir con licencia de bar/cafetería y adelantar sus horarios de apertura y cierre. Basta con una comunicación al Ayuntamiento para acogerse a esta medida mientras duren las restricciones por la pandemia. Pero la mayoría de locales de copas en el barrio dudan si hacerlo o no.

“Tenemos la necesidad de abrir de inmediato, pero no sabemos si nos volverán a cerrar. Hay miedo de reabrir, sacar a la gente de los ERTE y que nos clausuren de nuevo como sucedió en julio”, explican hosteleros del barrio a este periódico. La mayoría intentan decidir con una espada de Damocles sobre la cabeza: si vuelven a un negocio mermado para poder pagar las facturas de suministros y sacar para el alquiler o permanecer cerrados y aguantar lo que puedan tirando de bonificaciones y los créditos del ICO.

“No sabemos qué hacer, porque los créditos también tendremos que pagarlos en algún momento”, comentan las mismas fuentes, que ven cómo su situación económica ha pasado a ser “insostenible” y se puede agravar aún más si dan el paso y luego, como ha sucedido en regiones como Cataluña, se decreta el cierre de la hostelería.

“Hay una mentalidad más romántica que empresarial. Igual deberíamos haber cerrado ya antes de endeudarnos y de poder acabar en una ruina tremenda” -reconocen- “pero queremos luchar por resistir y por defender un negocio y un tipo de vida que forma parte del barrio y de la cultura de esta ciudad”.

En Malasaña son pocos los que se han animado a reabrir. En la calle San Vicente Ferrer, el Ocean Rock Bar levantó la persiana hace unos días y ofrece reservas de mesas para seis con consumo mínimo desde su página web. Con el mismo horario que el Ocean reabrió este miércoles el Wrong Way, en la cercana calle Palma. Otros se lo siguen pensando, calculando espacios y distancias de seguridad en sus locales, con el temor a la incertidumbre en el que les ha sumido el virus.

Tres meses sin influir en la curva

En marzo se sabía poco sobre la transmisión, pero hoy muchos estudios apuntan que la Covid-19 se contagia especialmente bien en lugares cerrados con poca ventilación en los que la gente no usa mascarilla. Es decir, en las casas durante reuniones familiares, pero también en bares y restaurantes. Y muchas veces no sirve con mantener la distancia de seguridad: el coronavirus puede viajar varios metros por los aerosoles que sueltan los enfermos al respirar y toser.

Ciudades como Nueva York o París han cortado calles al tráfico para albergar mesas y sillas al aire libre y así crear entornos más seguros para el ocio que el de los locales cerrados. En Madrid, sin embargo, el Ayuntamiento solo ha permitido que las terrazas ocupen plazas de aparcamiento en distritos como Chamberí, mientras que siguen vetadas en otros como Centro.

Los locales de ocio nocturno explican que desde que cerraron a mediados de julio la curva de contagios en Madrid ha subido y bajado sin que hayan tenido ninguna influencia en ella. Piden poder reabrir para volver a ejercer su actividad o -lo que prefieren muchos- que se establezca un plan de salvación para el sector con ayudas estatales y regionales “de verdad” por ser uno de los sectores más castigados por la pandemia. “Si se nos considera un peligro para la salud, somos los primeros que queremos cerrar, pero que no recaiga todo el peso económico sobre nosotros, hay muchas familias que dependen de esto”, afirman.

Etiquetas
stats