Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Israel se prepara para una ofensiva en Rafah mientras el mundo mira a Irán
EH Bildu, una coalición que crece más allá de Sortu y del pasado de ETA
Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera

Bar Selva: un menú castellano mejor que el de tu madre

Lentejas sabor a madre | SOMOS MALASAÑA

Diego Casado

0

Menús del día, como se puede comprobar en este blog gastronómico, los hay para todos los gustos y de todos los tipos. Pero si hay uno que abunda especialmente en Madrid es el menú castellano, el de toda la puta vida, hablando mal y pronto. El que un día ofrece cocido completo y los jueves siempre hay paella. Ese que aúna los gustos de obreros, abuelos, nietos y los de tu tía la del pueblo.

Esta tipología de menú no suele destacar por su calidad culinaria, salvo en casos míticos como el del Bocho (ese local de la calle San Roque desaparecido y añorado) o el de la Selva, que aquí nos ocupa. Al local en cuestión acudes porque te lo recomiendan o porque lo has visto en Tripadvisor (que es lo mismo), no porque te llame la atención su apariencia exterior, que no desentona nada con el tono cutre castizo de los alrededores del Mercado de los Mostenses. Una vez que entras, se nota un ambiente raro, como que el lugar oculta algo (bueno): en sus mesas se mezclan modernos, señoras, encorbatados y hasta pijos. Todas las Españas juntas a la mesa. Como en un anuncio navideño de Campofrío.

El servicio es recio, rápido y amable. Algo que se nota en cuanto pides y ¡por arte de magia! aparece un aperitivo para acompañar la bebida mientras esperas a que llegue la pitanza -muy buenas las aceitunas, por cierto- . Buen detalle ese, el del aperitivo, que muchos locales ofrecen al que se toma una simple caña y que olvidan cuando estás dispuesto a comer allí.

La generosa bebida (un copón de cerveza) que te sirven con el aperitivo, dicho sea de paso, anticipa lo que viene: raciones generosas que acabarán con el hambre de cualquier comensal voraz. De primero he pedido tortilla española con callos, una combinación imposible de encontrar más allá de nuestras fronteras (no sé si españolas o incluso madrileñas) pero que resulta algo imaginativo y sorprendente. La tortilla estupenda, cuajada, con la patata no demasiado cortada pero en perfecto punto de fritura. Los callos están tiernos y, junto su chorizo y su morcilla, se unen a la fiesta calórica con la que he arrancado la comida.

Como vengo acompañado también pruebo las lentejas estofadas con vinagre de jerez, que se sirven con calabaza además de tocino, chorizo y morcilla tipo leonés. Están caldosas, picantes y resultan también un plato contundente, de los que te comes y luego echas la tarde. Para acompañarlas te ofrecen guindillas en vinagre. Algo también muy castellano y que te hace salivar cual perro de Paulov según lo mencionas.

Con el estómago ya tocado por cantidad y contundencia de los primeros, pasamos a los segundos, en los que la oferta es clásica pero variada: distintos tipos de filetes de carne o pescado a elegir. Yo opto por probar la lubina a la bilbaina, a la plancha, que está fresquísima (ventajas de tener un mercado de abastos a 20 metros), a la vez que crujiente. Se sirve con ajo frito y cayena, acompañada de patata cocida, ensalada y cebolla cocida como guarnición. También pruebo el filete de choto, que intuyo es la mejor opción del menú de hoy y resiste la prueba de la carne poco hecha: muy jugoso, sabroso, terso y a la vez tierno. Se sirve con patatas fritas caseras y pimiento rojo asado con ajo. Y con un buen detalle para los que tienen la tensión alta: las patatas, por defecto, no llevan sal.

Habiendo comido como para dos días llegamos al postre, que llega veloz, como el resto de platos del menú. Entre su lista innumerable de opciones, que el camarero repite sin inmutarse como el padrenuestro, elijo el arroz con leche casero, que está bastante bueno, con regusto al cítrico del limón y a la canela que lleva por encima. Tomo también una cucharada del yogurt con frambuesa, que gracias a su dulzor y acidez simultánea resulta un cierre de comida estupenda. Cierre si fuera un restaurante normal, porque como buen lugar de comidas casera te ofrecen chupito para terminar. Al que, por supuesto, me animo. ¡Salud!

Resumiendo, recomiendo Selva para cualquiera que quiera comer con abundancia un menú realmente casero, como de los que cada vez quedan menos en Madrid, de los que cocinaban las madres (también algún padre) todos los días. Una oferta castellana con productos muy frescos, gracias al cercano y sorprendente Mercado de los Mostenses (feo pero con estupenda materia prima). Un lugar al que podrás llevar a tu abuela y que se sienta como en casa.

Dónde: Bar Selva (Plaza Mostenses 7, al comienzo de Antonio Grilo). Metro Plaza España.

Qué: Primero (ocho opciones), segundo (otras ocho) y postre (número infinito).

Cuánto: 10,50 € (bebida incluida, café no).

Más rollo foddie:

Más rollo foddie:foddie

Etiquetas
stats