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La brecha de clase y el origen social en las placas madrileñas

Placa de María Lejárraga, en el 18 de Manuela Malasaña | SOMOS MALASAÑA

Luis de la Cruz

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Todos hemos visto en multitud de ocasiones las placas metálicas cuadradas, colocadas a la forma de los rombos, que sirven para homenajear a distintos personajes o señalizar lugares históricos en Madrid. Algunos artistas y activistas los han tuneado para plasmar sus mensajes a sabiendas de que, aunque su presencia es relativamente reciente (unos 30 años), son ya un elemento urbano interiorizado por los madrileños. Este mismo periódico tiene una pequeña sección dedicada a diseccionar la vida de los homenajeados y homenajeadas en Malasaña.

Las placas se han ido colocando a lo largo de tres décadas, a raíz de iniciativas provenientes de distintas instancias, poco a poco y a veces en tandas, como la que el anterior Ayuntamiento puso en marcha para paliar la menor representatividad de las mujeres, con especial atención a algunos colectivos como a las mujeres del 27. La falta de criterios unificados ha ocasionado que, a la postre, las elecciones muestren las inercias de la sociedad y sus desequilibrios. [República, Guerra Civil y Transición: nuevas placas de memoria para las calles de Malasaña]

Hemos analizado el set de datos publicado por el Ayuntamiento de Madrid en el portal de datos abiertos para observar si hay otras brechas, además de la ya analizada de género, que se desprenda de la lista de las placas amarillas en el distrito Centro.

Lo primero que llama la atención de los gráficos es la gran representación de la cultura en las placas y, en concreto, que escritores y escritoras son el colectivo más representado. En la categoría, cabe advertir, están incluidos lo mismo filósofos, que novelistas, dramaturgos, poetas o periodistas. El origen de las placas tenemos que buscarlo en la preparación de Madrid como Capital Europea de la Cultura en 1992, por lo que la preponderancia cultural parece lógica. [Placas amarillas para recordar a las mujeres del 27: María Lejárrega, maestra en Malasaña]

Siguiendo con el reinado de la cultura, los siguientes colectivos más colgados son el de compositores y músicos, y el de pintores y dibujantes, a excepción del que hemos agrupado como arquitectos o ingenieros, que se cuela entre los anteriores y que parece querer expresar gratitud de la ciudad hacia sus creadores materiales.

Aunque no son mayoría, hay una presencia destacable también de personajes religiosos, miembros de la realeza u hombres de estado, y luego encontramos algunas profesiones del espectáculo como toreros o actores y actrices, entre algunas otras profesiones y categorías minoritarias en el distrito.

¿Dónde está la gente del pueblo llano? No lo encontraremos significativamente entre las 168 placas del distrito centro dedicadas a personas individuales. En las placas colectivas hallamos algunas cuya historia contiene protagonismos colectivos populares: la dedicada a las Mujeres y hombres de Lavapiés, El Rastro y La Paloma (ligada a su participación en la Guerra de la Independencia), a algunos otros hechos de gran participación popular como el Motín de Esquilache o a la Casa de Tócame Roque (calle Barquillo), que trae el recuerdo de la vivienda popular. También hay impresos en los muros algunos personajes de origen popular, como la placa que recientemente se instaló en honor de la escritora obrera Luisa Carnés. Sin embargo, la brecha de clase es obvia en las placas de nuestra ciudad. [Una placa en recuerdo de Arturo Ruiz y el costoso peaje de la Transición]

Quizás, a alguien le pueda parecer tentador argumentar que precisamente porque sirven para resaltar a gente con méritos especiales no aparecen en ellas los nombres de la gente normal, pero, ¿estamos en condiciones de asegurar que la historia de nuestra ciudad no la han hecho precisamente esas personas? Si preguntamos por los personajes más importantes de éste o aquel barrio a sus vecinos, en no pocas ocasiones nos remitirán a personas que no han sido relevantes por su expresión artística o profesional, y sin embargo salvaguardar su memoria no parece ser de la misma importancia que la de aquellos que diseñaron los planos de la ciudad. La Historia Social lleva trabajando también desde hace décadas para situar a las clases populares en el lugar que merecen en la historia así que cabe afirmar que Madrid tiene una deuda…y muchos metros de muro para pagarla.

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